En 2013, cuando Himalaya me avisó llevaba como título En una caja, Magdalena Helguera ganó con este libro el Primer Premio del Ministerio de Educación y Cultura en la categoría Literatura para niños y jóvenes. Es una novela breve que se enmarca en la colección Serie Roja de Alfaguara, dedicada a adolescentes. Se inicia con el enunciado del título -algo misterioso, algo exótico, algo juguetón-, que anuncia el conflicto, y éste se plantea casi inmediatamente, aunque todo el primer capítulo transcurre en la ansiedad por saber: no es hasta sus últimas líneas que se menciona la palabra “bebé”.

Fernanda, la protagonista, es una niña de 13 años que encuentra una caja con un bebé. La novela gira en torno a los acontecimientos que desencadena ese hallazgo: las preguntas a las que conduce, los sentimientos encontrados, la búsqueda de la madre, el interés por encontrar una explicación y una solución, la responsabilidad ante la magnitud de lo que está en juego. Helguera elige instalar un tema denso, con muchas aristas que va presentando a lo largo del libro. En contraste con una tendencia a veces complaciente en la literatura para niños, que parece querer mostrar un universo controlado, gozoso, y excluye temas potencialmente escabrosos, la autora no incurre en un tono condescendiente con su público. Por el contrario, aborda cuestiones complejas y duras, con un logrado equilibrio entre la delicadeza que impone la edad de sus lectores y la crudeza innegable de la temática. De este modo, en la búsqueda de la verdad sobre el bebé abandonado, que asume la protagonista en paralelo a la investigación oficial (de la que se hace cargo el mundo adulto por medio de las instituciones correspondientes), van apareciendo temas como el abandono, la separación, la disputa de los hijos por los padres e incluso el abuso sexual, a los que el relato se asoma en la medida en que la historia lo reclama, sin abordarlos en profundidad.

La fuerza de la narración está en la dosificación de lo que se dice y lo que no se dice. Es interesante el manejo del tiempo y de la urgencia en la ansiedad de la protagonista por resolver el enigma que se le presenta, enfrentándola al conflicto ético de hacer lo correcto con la información que posee y con la que consiga obtener en su pesquisa. Todo esto la coloca en una encrucijada que la obliga a tomar decisiones que no son nada fáciles.

Helguera consigue encontrar la voz de una adolescente de 13 años de manera convincente, tanto en el nivel léxico como en el discursivo. Cuando aparecen reflexiones o informaciones provenientes del mundo adulto, están claramente diferenciadas como tales y no se confunden con la voz narrativa. Esto permite que ésta sea creíble y que la lectura fluya con naturalidad. La novela está escrita con buen pulso narrativo y mantiene la tensión en todo momento; por otra parte, el oficio innegable de la autora, cultivado en su extensa trayectoria, se aprecia en un tratamiento óptimo del lenguaje en la creación de climas, en el manejo de diversos registros, en la notoria búsqueda y el frecuente hallazgo de la palabra justa, en el uso de recursos estilísticos sin que el texto se vuelva recargado, en una amplitud léxica que no subestima al lector, y, sobre todo, en un manejo impecable de la oralidad volcada a la escritura, al presentar la catarata incesante que es el pensamiento de Fernanda dándole vueltas al asunto.

Es una narración en primera persona del principio al final; en ningún momento hay estilo directo, de tal manera que los discursos de los demás personajes están siempre mediados por el tamiz de Fernanda. Esto facilita la identificación plena con el personaje y, a través de él, con la historia. Tal conexión de subjetividades es posible, claro, no sólo en virtud de este recurso, sino también, y en buena medida, por el carácter genuino de la voz narrativa; todo un tema en la literatura juvenil, en la que en ocasiones el discurso de los personajes adolescentes está muy teñido del discurso adulto, lo que dificulta la identificación, impide la complicidad y corta el pacto de ficción.

En resumen, Himalaya me avisó es una buena novela, que atrapa, conmueve, hace pensar y presenta una historia realista, por momentos dura, pero no está exenta de humor y de la frescura fantasiosa que le imprime la protagonista. “En la pantalla de mi cabeza, una y otra vez, Vale abraza a Nahuel, y hay alguien que la abraza a ella, y todos son felices para siempre. Y yo no puedo cambiar de canal”, reflexiona Fernanda sobre el final, cuando ya sabe que el desenlace es otro, menos color de rosa, menos luminoso, dolorosamente real. Cabe destacar un trabajo de edición esmerado, en el que todos los detalles están cuidados, empezando por la tapa, con una bellísima ilustración de Leandro Bustamante, y ese título maravilloso que no da pistas -más bien despista- y es una incitación a la curiosidad.