Sebastián Abreu, en su vuelta a la titularidad tras la lesión de Iván Alonso, Sebastián Fernández e Ignacio González fueron los goleadores de Nacional. Fue un resultado capicúa, porque Rentistas lo había dado vuelta con tantos de Erick Cabaco y Matías Mier. Pero también es preciso agregar que, en medio de tanto gol, la trama fue confusa en el primer tiempo y ajetreada en el complemento.

Los primeros 45 minutos se caracterizaron por la paridad dentro de la discreción general del juego. El bolso contó con algunas buenas combinaciones de Matías Cabrera y Jorge Fucile por el andarivel derecho, pero no crearon situaciones de gol claras. Por su parte, Rentistas encontró poco la pelota, pero cuando la tuvo fue vertical hacia el arco de Estaban Conde. Próximo a los 30 y cuando sólo Abreu, con una volea que salió cruzada, tenía el mérito de anotarse la única chance de gol de lo que iba de partido, el árbitro Christian Ferreyra le erró feo en la percepción de una jugada rápida de Rodrigo Amaral y pitó penal. El Loco Abreu ejecutó la oportunidad con el oficio del delantero: no se perdona el error ajeno. Al final del primer tiempo, también acusado de un error de cálculo, el arquero Esteban Conde dio un rebote tras un tiro libre y el zaguero Cabaco empató el partido en la única oportunidad que su equipo generó.

El trámite del segundo tiempo pasó de la especulación a la intención. Fue movido y ambos equipos intercambiaron idas y vueltas todo el tiempo. Un error colectivo del fondo de Nacional permitió que Rentistas se adelantara 2-1: Matías Malvino dudó y dejó pasar una pelota profunda, Mier se llevó la guinda a la carrera y definió bien, abajo, ante la salida de Conde. Si bien el tricolor logró empatar medianamente cerca en el tiempo, nueve minutos después, con el gol de Seba Fernández, Rentistas pudo estirar ventajas. El arquero Conde, criticado por su desafortunada intervención en el 1-1, se reivindicó un rato después siendo una figura determinante: primero le sacó un tiro libre del ángulo a Mier y poco después le detuvo con el pie un penal a Gonzalo Mastriani. Así es el fútbol: pasional. El villano y el héroe suelen ser el mismo personaje, según el ojo de la crítica.

Gustavo Munúa se acordó de que su intención en Nacional es profesar que lo que se debe mover en el fútbol es la pelota. Echó manó al banco de suplentes, ingresaron Nacho González y el argentino Alejandro Barbaro y lanzó el equipo arriba, aun desbalanceando la mitad de la cancha. Diego Polenta fue el empuje desde atrás, el incansable Seba Fernández parecía un mago buscando cómplices para su próximo truco y, del otro lado, Guillermo Reyes también era figura defendiendo el arco de Rentistas.

Cuando todo apuntaba a un empate con sabor a retirada, Polenta se la dio de taco al lateral zurdo Alfonso Espino, que disfrazado de puntero derecho metió un preciso centro con su pierna menos hábil; Nacho González anticipó notablemente y desató la euforia con el 3-2. Esa (otra) oportunidad bien aprovechada le posibilitó a Nacional regresar de donde no hay retorno, y demostró que el fútbol también está hecho con la materia de los sueños. Porque cuando todo parece resuelto, volver siempre será desafiar al destino.