El sábado finalizó la novena edición del Festival Internacional de Cine Documental de Uruguay, más conocido como Atlantidoc, en el que se exhibieron 70 films, y ayer se dieron a conocer sus ganadores. En cortometrajes el ganador fue Quem matou Eloá, de la brasileña Lívia Pérez, un trabajo centrado en el análisis de la exaltación a la violencia y el abordaje de los medios televisivos sobre los casos de violencia contra la mujer, que intenta explicar por qué Brasil se ubica séptimo en el ranking de países con más mujeres asesinadas. En la misma categoría, recibió una mención Canción de un pescador (China, de Benat Fuentes y Brendan Donnelly).

El jurado internacional eligió como mejor mediometraje al film armenio-alemán Huellas de guerra, de Jana Richter, que muestra el camino entre montañas que debe recorrer un grupo de niñas para ir a la escuela, cómo los alumnos cortan leña para calentar el salón, los tanques y transportes de tropas blindados que se utilizan como pizarrones, y los hombres jóvenes que “sirven en el ejército de un país inexistente, mientras las muchachas bailan entre el pasado y el futuro de su tierra que, sin duda, existe”. El premio Atlantidoc fue para la peruana Hija de la laguna, de Ernesto Cabellos, sobre el conflicto social de la zona de Conga: el director trabajó tres años con la gente de comunidades impactadas por proyectos mineros, que según el propio Cabellos no son presentados en los medios, en los que sólo se los llama “antimineros”. La película no se plantea realizar un alegato contra la minería sino “transmitir los sentimientos de los pobladores”, que están rodeados por grandes proyectos que amenazan su fuente de agua potable. El argentino Alejandro Fernández Mouján recibió una mención por su obra Damiana Kryygi, que también trabaja sobre comunidades pero con un perfil muy distinto: tomando como centro de irradiación la historia de la protagonista, una adolescente de la tribu de los achés (de la región oriental paraguaya) capturada a principios del siglo pasado, Fernández expone el tipo de relaciones que los conquistadores mantuvieron con los pueblos originarios del Cono Sur.

El jurado del Espacio Uruguay otorgó el premio Ferruccio Musitelli a Vacas, de Ernesto Gillman, una aproximación a la vida en el campo y la relación del hombre con la rumiante: “La vaca amanece. Olga la ordeña. Juan planta y riega. La vaca come pasto. Olga hace queso. La vaca rumia...”. Así, por medio de lo cotidiano, se descubren los quehaceres de los chacreros y cómo sustentan su producción familiar.

El premio Alberto Mántaras a mejor largometraje uruguayo fue para uno de los referentes del género, Mario Handler, con Columnas quebradas, acerca de la vida de trabajadores compatriotas con sus contradicciones, sus vidas familiares y sus múltiples identidades. Hubo una mención especial para Detrás del mito, de Marcelo Rabuñal, que se plantea rever la figura de José Artigas como padre de la patria.

Del otro lado del Atlántico, la Academia del Cine Europeo (EFA, por sus siglas en inglés) también entregó sus premios, y la gran ganadora fue La juventud, de Paolo Sorrentino, quien saltó a la notoriedad internacional en 2014 con La gran belleza. Apelando a otro registro, La juventud transcurre en un hotel de lujo de los Alpes suizos. Hay quienes dicen que, más allá de las grandes actuaciones de Harvey Keitel y Michael Caine, Sorrentino se muestra pretencioso y autorreferencial, pero la EFA no compartió esa opinión.