La extraña sensación de una victoria insuficiente. Nacional se fue de Belvedere con eso en la cabeza. Derrotó 3-2 a Liverpool, en un partido cambiante en el que el árbitro Javier Bentancor pitó un penal discutible y otro inexistente en beneficio de los tricolores. Sebastián Abreu convirtió los dos. El segundo puso la ventaja definitiva. El encuentro terminó un par de minutos antes que el del estadio Centenario, donde Peñarol ganó in extremis y se aseguró la consagración. La radio no cantó el milagro de ese gol de Juventud que hubiera cambiado de manos la copa. Un punto abajo de sus rivales de siempre, los albos se despidieron lamentando el bajón de la décima fecha, la primera de cuatro etapas corridas manchadas por una cosecha de sólo dos unidades, que terminó por costarles la punta de forma inexorable.

En lo bueno y en lo malo, Nacional repitió cosas conocidas. Lo bueno: la tendencia a no desesperarse y a manejar la pelota por abajo hasta que salga el gol. Lo malo: una defensa bastante vulnerable. En el transcurso del torneo, les anotó a 14 de sus 15 rivales. Sin ser campeón, fue el equipo que hizo más goles. Pero estuvo muy lejos de tener la defensa menos vencida: le convirtieron 21 veces; en ocho partidos, le hicieron dos goles o más. El encuentro de ayer con Liverpool entró en esa lista, gracias a los tantos negriazules a cargo del defensa Cristian Almeida y del delantero Junior Arias.

El primero abrió la cuenta a los 13 minutos. En la altura de la Cuchilla, ya había pasado el primer ahogo. Los minutos iniciales quedaban atrás, y Nicolás de la Cruz y el gran Sebastián Rodríguez, por la derecha y la izquierda, empezaban a ganar la espalda de los volantes de un Nacional que perdía fuerzas. La paciencia tricolor devolvió la pelota a campo rival sobre el remate del primer período, cuando fue apreciable el fútbol de Ignacio González, y Sebastián Fernández confirmó su gran momento. Una cuestión de centímetros, sin embargo, evitó el segundo tanto locatario. Un tiro libre de Andrés Rodales dio en el palo. Tan lejos y tan cerca: a la vuelta de esa esquina, Bentancor pitó el primer penal, por una supuesta falta de Damián Macaluso, y Abreu igualó cuando ya se iban al entretiempo.

La reacción tricolor fue de efecto concentrado. Tras el descanso, Ignacio González culminó con gol una gran maniobra personal. Fueron los mejores minutos del Papelito Sebastián Fernández. Nacional se encontró con la explosión que su apego al toque no siempre garantiza. Pero Liverpool no cesó en sus intentos, y lo empató nueve minutos después, gracias a ese jugador interesantísimo que es Junior Arias. Claro que esa alegría duraría poco. Llegó el segundo penal: Bentancor interpretó erróneamente que Jorge Bava tocó a Santiago Romero, que quedó rumbo al arco a pase de Fernández. La hinchada locataria montó en cólera y le agregó a la factura varias incidencias menores mal resueltas por el árbitro. En lo que el juez no erró fue en la expulsión de Diego Ferreira, que se pareció a la renuncia negriazul a toda reacción.

En el cierre predominaron los sabores amargos. Porque Liverpool, una vez más, no consiguió que su inversión y su planificación le devolvieran esa buena campaña tan ansiada, y ya piensa en un Clausura al que entrará sin la permanencia resuelta. Y porque Nacional jugará con la presión de comprar el boleto a la definición del Campeonato Uruguayo que el rival de todas las horas ya se aseguró, más por menos malo que por mejor.