Los comienzos del 2015 han tenido como novedad la crisis de la Casa Grande. Constanza Moreira, su figura más representativa, concluye (¿u ordena?) que el PVP y el PST de modo expreso, tácitamente Izquierda en Marcha y la Agrupación Lucrecia Barredes, y -es obvio- los independientes que no comparten sus fundamentos se han desprendido de la Casa Grande.

La cuestión que ha hecho estallar la crisis es la de las candidaturas a la Intendencia de Montevideo: si se apoya a Daniel Martínez, a Lucía Topolansky o se promueve a una tercera, Virginia Cardozo. Sin embargo, la cuestión es mucho más profunda que el hecho en sí. Detrás se esconde el tema principal, la conducta de la izquierda -de esa Casa Grande, denominación aséptica de por sí- para orientarse en este Frente Amplio (FA) y en esta realidad política. El tema principal es si se acepta que la contradicción izquierda-derecha se asemeja a la oposición Hollande-Sarkozy, o Vázquez-Lacalle, ambas defensoras del sistema capitalista, lo que a la postre lleva al juicio popular ya pintado en muros, “derecha, izquierda, la misma mierda”. O, si por el contrario, ser de izquierda es gestar organizaciones como el Movimiento al Socialismo de Bolivia, Syriza de Grecia o Podemos de España, que defienden a los pueblos combatiendo al causante de sus desgracias, el sistema capitalista, el imperialismo, en particular, el estadounidense.

Si se apoya a Daniel Martínez (y no se trata de cuestionar su persona, su ética, su capacidad) apuntalado por las fuerzas más moderadas del FA (la mayoría del Partido Socialista, el Frente Líber Seregni) se elige la primera disyuntiva. Detrás de la decisión no hay el menor análisis de clase, la menor preocupación por averiguar a quiénes representa cada candidato. No se inventa la pólvora si se afirma que en los barrios más humildes, ligados a la tradición obrera, ganará con amplitud Lucía Topolansky. Y sólo apostando a una izquierda tipo Podemos y no PSOE (tomando el ejemplo español) es que se debe librar batalla de ideas -expresión de la lucha de clases- orientando a la clase trabajadora en primer lugar, a una conducción política más firme, sin los continuos bamboleos del Pepe, principal exponente de estos sectores sociales, sin que se recaiga en expresiones más conservadoras. Algo profundo molesta a varios que hemos apoyado a la Casa Grande. Por una parte, silenciar la crisis del Frente Amplio; y por otra, la reafirmación de valores liberales burgueses, reforzados por Constanza desde la politología.

Dice que “las cosas que importan [son] el dilema del desarrollo uruguayo, el combate al poder fáctico extrapolítico, la lucha por la democracia, los derechos, las libertades y la dignidad humana, y consolidar un proyecto de izquierda coherente con una mirada de largo plazo”. La explotación capitalista, el imperialismo, no importan de igual modo.

Estima que lo que denomina el “sectorialismo” del FA “puede significar su propia ruina” sin preguntarse hasta dónde este FA no está ya arruinado para su proyecto histórico antimperialista, antioligárquico, contra el gran capital. Y en “precisiones imprescindibles” enuncia principios básicos “en relación a la campaña, que no sea anti Tabaré, que no sea anti Frente Amplio”. Enseguida del último Congreso escribí en “La degradación y la esperanza del FA”, enumerando hechos del Congreso y actitudes del hoy reelecto presidente, que es imprescindible tener presentes. Ella no comparte ese enfoque y se limita a las reivindicaciones legítimas de género, de diversidad sexual, de minorías marginadas, sin defender la lucha de clases (concepto que no emplea), sin cuestionar a la democracia parlamentaria, en tanto vuelve pasivas a las grandes masas salvo excepciones, a diferencia de la Comuna de París o de los primeros tiempos de los soviets. Cuestionamiento que no implica defender a “las democracias populares” del “campo socialista”, o decir que esa democracia parlamentaria es “igual” al fascismo o a la dictadura militar.

Previo al 26 de octubre, en “Victoria de Vázquez y crisis de la derecha y la izquierda”, anuncié lo que vendría. Me equivoqué al predecir que la crisis de la izquierda estallaría en marzo, tras la concreción de los anuncios del presidente electo y su gabinete. Estalla antes. Cuando una vez más este gobierno claudica y mantiene tropas de intervención en Haití contra la voluntad del pueblo hermano, resalta la actitud de Luis Puig, votando en contra y renunciando a su banca, mientras Constanza pide licencia y no vota en el Senado. ¿Surge de la actitud de Puig que en el futuro él y sus compañeros, se negarán a votar órdenes del Ejecutivo o de la bancada que contravienen los principios fundacionales del FA? ¿Será ésa en lo sucesivo la actitud de las fuerzas que acompañan a Virginia Cardozo en la instancia municipal? Se verá, en tanto no hay un compromiso expreso. ¿Surge de la actitud de Constanza Moreira que continuará en su postura? Si así fuera, será un soldado tranquilo de las decisiones de la cúpula partidaria.

Obraré en consecuencia con el desprendimiento que ha indicado u ordenado. No soy el primero ni seré el último de los militantes veteranos, que sabemos algo de algo y no opinamos de todo, que decimos: ¿Casa Grande? Ya es suficiente. ¿Y qué sucederá con los “desprendidos”? El tiempo lo dirá.