Comenzaba el siglo y los problemas no resueltos durante los años 90 se acumulaban. Los 189 jefes de los estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) habían discutido durante más de una década acerca de los altos niveles de pobreza e indigencia en algunas regiones, la desigualdad de género, la creciente epidemia de sida y el cambio climático, hasta que en setiembre del año 2000 aprobaron durante una cumbre en Nueva York la llamada Declaración del Milenio: un documento con pautas e indicadores para que cada país miembro alcanzara ocho objetivos primordiales antes de 2015. En este año clave, el anuario del Instituto Nacional de Estadística divulgado ayer indica que aún restan acciones para llegar a cumplirlos, principalmente en las áreas que atienden a la universalización de la enseñanza, la igualdad de género, el combate a enfermedades como el sida y la tuberculosis, así como la sostenibilidad ambiental. El primer objetivo indica “erradicar la pobreza extrema y el hambre”, que en el caso uruguayo se ha adaptado a erradicar la indigencia -que roza hoy 0,5%-; reducir el porcentaje de personas pobres a la mitad -conseguido y sobrepasado, de 32,6% en 2006 al 12% en 2013-; y bajar el porcentaje de niños menores de cinco años con déficit nutricional a sus valores mínimos (2,3 % como valor de referencia): en 2007 alcanzaba una proporción de 1,9%.

En cuanto a “lograr la enseñanza primaria universal”, el segundo objetivo, que en Uruguay se extendió además a la universalización de la educación secundaria media obligatoria, los datos indican que aún no se está ni cerca de cumplirlo. En 2013 83,7% de los niños entre tres y cinco años concurrían a la escuela, 76,2% de los de entre 12 y 14 años a ciclo básico, y tan sólo 49,2% de los de entre 15 y 17 años a bachillerato. Las tasas de egreso de primaria se ubican en 69,9% y las de secundaria en 40,7%. En línea con esto, el presidente Tabaré Vázquez se comprometió en su primer día de gobierno a llegar al 100% de aprobación en el ciclo básico y a 75% en el bachillerato al fin de su mandato.

La igualdad de géneros se trata en el tercer objetivo, que procura promoverla, así como la autonomía de la mujer. En Uruguay los objetivos concretos plantearon “eliminar las disparidades de género en las oportunidades y condiciones de trabajo y en los niveles decisorios públicos y privados”, objetivo que aún no se alcanza. La tasa de desempleo femenina es de 8,3%, mientras que la masculina es de 5,4%, y la de actividad económica, de 55,3% y 73,4%, respectivamente. En cuanto a los puestos jerárquicos, tanto públicos como privados, los ocupan en 59,9% hombres, y en 40,1% mujeres. Además, la relación entre la remuneración media por hora de mujeres y hombres está en el entorno de 0,8 y sólo aumenta a 0,9 a favor de la mujer cuando la persona empleada aún no cuenta con la universidad completa.

Reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años es el cuarto objetivo, que en Uruguay se acotó a bajarla “a las dos terceras partes” y que fue alcanzado: partiendo de una tasa de 23,4% en 1990, en 2010 se llegó a un nivel del 9,5%.

El quinto objetivo refiere a mejorar la salud materna. En Uruguay se propuso reducir la mortalidad materna en tres cuartas partes, y ésta se mantiene incambiada en 1,6% desde 1990, aunque vale recalcar que el porcentaje de embarazos captados en el primer trimestre ha aumentado en los últimos diez años del 50,4% a 74,5%, y el nivel de aquellos que no consultaron se redujo de 2,8% a 1,1%.

El sexto objetivo hace referencia al combate a enfermedades como el sida -cuya infección en Uruguay sigue en aumento-, la hepatitis -la de tipo A está en proceso de erradicación y la B en progresivo aumento- y la tuberculosis -estable desde 1990-.

Otro objetivo prioriza garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; si bien se está en el camino correcto en ese sentido, aún queda por hacer en cuanto a la presencia de dióxido de azufre en el aire y la regularización de asentamientos.

Por último, el octavo refiere a “fomentar una asociación mundial para el desarrollo”. Si bien no hay datos cuantitativos, la calidad de oferentes de cooperación internacional, así como los esfuerzos por establecer una cooperación sur-sur, son considerados avances “significativos” en este aspecto.