“Alberto Nisman no se suicidó, lo mataron”, aseguró, contundente, Sandra Arroyo Salgado, la ex esposa y madre de las dos hijas del fiscal argentino que murió el 18 de enero en circunstancias dudosas. Arroyo, que además es jueza, presentó un informe de 100 páginas realizado por expertos que designó ella en calidad de querellante. Aclaró que “como familia y como miembro del Poder Judicial” su objetivo es alcanzar la verdad sobre lo que calificó de “magnicidio”.

Explicó que no divulgará el informe completo para no entorpecer la investigación, pero detalló las principales conclusiones. Según ese trabajo, está confirmado que el arma que lo mató fue la que se encontró junto al cadáver.

También señaló que “la posición en la que fue encontrado el cuerpo [...] no fue la que tenía al momento de la muerte”, e insistió en que el cuerpo “ha sido movido”.

Agregó que la “la pericia toxicológica mostró cafeína y alcohol” en “mínima cantidad, y no en sangre”. Horas antes la agencia de noticias del Ministerio de Justicia, Infojus, había admitido que cometió un error al informar el miércoles que Nisman tenía 1,73 gramos de alcohol por litro de sangre, cuando en realidad ésa era la concentración de alcohol que tenía en el estómago.

Arroyo aseguró además -aclarando que es un punto “muy importante”- que “no existió espasmo cadavérico” en la mano derecha como estableció el informe oficial de la autopsia. Agregó que “no existió espasmo cadavérico, es decir que hubo agonía”, algo que corresponde con la magnitud de la hemorragia que sufrió.

Después de estas declaraciones, la fiscal que investiga la muerte de Nisman, Viviana Fein, aclaró que es normal que los peritos discrepen y que ella no descarta ninguna hipótesis. “Para arribar a una conclusión tengo que esperar una serie de informes que aportará el cuerpo médico forense”, dijo.