-¿Qué factores explican la actual situación política de Brasil?

-Después de las elecciones de octubre, los grupos más de la línea neoliberal y de la socialdemocracia no aceptaron la derrota. Dilma [Rousseff] ganó por tres millones de votos, pero ellos no lo aceptaron, por eso están buscando un camino de desestabilización. Pero hay un punto que agrava esta situación, que fue la corrupción en Petrobras, con millones y millones de dólares que fueron robados, y los responsables son principalmente directores vinculados al Partido de los Trabajadores [PT]. Eso ha provocado una gran indignación en la población. Además, como Dilma fue presidenta de Petrobras, muchos suponen que ella estaba al tanto de cómo funcionaba la empresa, pero hasta ahora no hay indicios de que haya tenido responsabilidad en esto. Es algo complejo, y en este contexto los grandes medios de comunicación, que responden a la derecha, han provocado rabia y odio hacia el PT. Pero si uno lo analiza mejor, no es odio hacia el PT, sino hacia un proyecto político que ha apostado a la inclusión de millones de personas que estaban excluidas. Las clases dominantes consideran que estas personas son una amenaza. Como una señora rica de Río de Janeiro decía: “Yo no voy más a París, porque el portero del lugar donde vivo también va”. Otra decía: “Esos pobres ganan la Bolsa-família y aparte pretenden tener derechos... y se van de shopping en avión”. Esta oposición no odia al partido político, sino a sus proyectos sociales. Estos grupos son una amenaza porque impulsan un impeachment [o juicio político] contra la presidenta.

En los orígenes

Leonardo Boff nació en Brasil en 1938. Es teólogo de la liberación, escritor, profesor y conferencista, además de asesor de movimientos sociales como el Movimiento de los Sin Tierra y las Comunidades Eclesiales de Base, entre otros. Es autor de más de 60 libros en las áreas de teología, espiritualidad, filosofía, antropología y mística.

-En los últimos años se consolidó en Brasil una “bancada evangélica”. ¿Cómo se desarrolla ese vínculo entre lo religioso y lo político?

-Es un vínculo un poco incestuoso, porque ellos utilizan la religión, que por su naturaleza no es un partido político. Los pastores utilizan a la religión para imponerles un candidato a sus fieles. Termina siendo algo totalmente antidemocrático, porque intervienen en el campo político de una manera autoritaria. En su mayoría son religiones que utilizan las lógicas del mercado. Por ejemplo, todas tienen sus canales de televisión, que cubren todo el país, e inducen a las personas a votar tal candidato e intentan desmoralizar e incluso difamar a otros. Es un riesgo para la democracia. Muchos de ellos conformaron un espacio parlamentario muy conservador, que está allí para defender los intereses de las iglesias. Tienen una moral muy rígida, están contra los homoafectivos, contra el divorcio, y no aceptan trabajar en los temas de discriminación. De todas maneras, no pesan tanto como quisieran en el ámbito legislativo, aunque es cierto que tenemos el Parlamento más conservador de los últimos 50 años.

-¿Cuál es el vínculo actual entre movimientos sociales, Teología de la Liberación (TL) y el PT?

-Las comunidades de base que defienden la TL formaron parte del proceso de fundación del PT. Esas comunidades -que son unas 100.000- han creado núcleos del PT como una forma de avanzar con sus demandas sociales, por la justicia, la participación, la reforma agraria y la mejora de la salud. Hay una connaturalidad, pero no mezclamos las cosas. Incluso hacemos críticas fuertes al PT, pero desde una adhesión de base. Porque el PT representa los intereses de las clases subalternas, y eso nosotros lo preservamos. No vamos a entregar el PT a Lula, a Dilma o a la derecha. Entonces hay un apoyo muy grande de las comunidades de base y de la Iglesia de la liberación. En definitiva, el apoyo de la TL y de los movimientos sociales sostiene muchas de las políticas sociales del PT.

-¿Cuáles son los desafíos ambientales que plantean hoy los movimientos sociales de Brasil?

-Hay que decir, y lamentar, que el gobierno del PT prácticamente no tiene sensibilidad con la ecología. Como muchos de sus dirigentes vienen de la lucha sindical -de la lucha por el salario-, prestan muy poca atención a lo que pasa en la Amazonia, a la deforestación y al avance de la soja en los territorios y las reservas indígenas. También hay una polémica con el Movimiento Sin Tierra (MST), porque ellos han incorporado la ética del cuidado. Cuando ocupan una tierra, lo primero a salvar allí es la vida, no usan productos agrotóxicos y proponen una agricultura orgánica. Por otra parte, el propio gobierno insistió para que la soja respete la selva amazónica, pero eso no se está respetando y por eso estamos viviendo en Brasil una terrible sequía, con graves problemas de abastecimiento de agua en las ciudades del sur, como Belo Horizonte, Río de Janeiro y San Pablo, entre otras. Los científicos que se especializan en la Amazonia han dejado claro que esta sequía se debe a dos factores: a que han deforestado la selva amazónica a niveles muy altos y a que cada árbol emite cada día 1.000 litros de humedad que ya no viene a los ríos. El único legado positivo de esta crisis es que se está creando una cultura del agua. Brasil es una potencia del agua: 13% del agua dulce del mundo está en su territorio. Pero está muy mal administrada. Es importante aprovechar cada gota de lluvia, utilizando techos y captadores de agua. Los ciudadanos se han dado cuenta de esto, y se ha llegado a un punto en el que muchos ciudadanos -por ejemplo, en San Pablo- han emigrado por la falta absoluta de agua. Otro tema es que en Brasil nunca se hizo una reforma agraria, y por eso las personas ya no se han establecido en el campo. Hoy 83% de la población vive en ciudades, pero en las periferias, en las favelas: en Río de Janeiro hay 400 favelas y en San Pablo hay 500, con falta de servicios básicos como salud, educación y transporte. Este fenómeno ha crecido, y con esto la violencia ha aumentado mucho, relacionada con la necesidad de sobrevivir. En la calle uno puede ver a 30 o 40 niños asaltando o robando, y eso es consecuencia de la miseria. Cuando hay bandas articuladas, llamadas milicias, que asaltan o roban de forma sistemática, es consecuencia de un problema social no resuelto.

-¿Cómo se lee el nombramiento de Kátia Abreu como ministra de Agricultura?

-Es un escándalo, una bofetada a los movimientos sociales, porque ella coordina la política de la soja. Es la mayor impulsora de cultivos de soja en Brasil, vive en Mato Grosso, en la parte amazónica que deforesta. Acusó a los indígenas de esa zona porque supuestamente están invadiendo tierras, cuando es exactamente al revés. Yo tengo dificultades -a pesar de ser amigo de Dilma- para perdonarle esto, por respeto a millares de movimientos sociales, intelectuales y grupos religiosos que están en desacuerdo. Tuvo que ceder, porque ella es la presidenta pero también tiene sus aliados.

-¿Cuáles son hoy los desafíos de los movimientos sociales en América Latina?

-El primer desafío es consolidar las democracias, que tienen como base social la vieja oligarquía y la burguesía. Para eso, se necesita una fuerte articulación entre los movimientos sociales. Hoy tenemos democracias con gobiernos de centroizquierda o de izquierda que impulsan fuertes políticas sociales, y los grupos conservadores no aceptan esto. En Brasil se ha hecho una revolución pacífica, en el sentido de que el sujeto del Estado ya no es la clase dominante, sino que es alguien que ha sobrevivido a la tribulación. Pero las democracias no están consolidadas; por detrás, Estados Unidos maneja una especie de intervención, con presiones a los gobiernos que intentan tener un proyecto propio de soberanía nacional. Sigue queriendo que todos los países estén alineados detrás de la macroeconomía neoliberal y que sean socios dependientes. La semana pasada, Noam Chomsky denunció una estrategia que el Pentágono está aplicando en el norte de África, en Oriente Medio, y que también pretende incluir a América Latina. Quiere debilitar las democracias de cuño popular y forzar la adhesión a su proyecto neoliberal, pero siempre como el patio trasero de la política estadounidense. Gran parte de la lucha en Brasil se debe a la intervención estadounidense. Está lleno de espías que financian campañas de oposición y que apoyan masivamente a los medios de comunicación, al punto de que se han transformado en partidos de oposición. Atacan directamente a la presidenta y al PT de una forma extremadamente dura, generalmente distorsionando algunos hechos y ocultando otros.

-¿Qué opina del papa Francisco?

-El papa enseña más por su forma de ser que por sus doctrinas. Quiere anunciar un Evangelio de encuentro con Cristo, pero no con dogmas y tradiciones. Su figura y su forma de ser han cambiado la Iglesia. Él dice que los sacerdotes tienen que cambiar todo su lujo y toda su opulencia. Dice algo que es inaudito, pero obvio a la vez. En términos estructurales, ha hecho dos cosas importantes. Una es dar centralidad a la categoría “pueblo de Dios”, una categoría que sus antecesores combatían, aunque pertenece al Antiguo Testamento. Esta categoría pone a la comunidad en el centro, y no a la jerarquía. La otra ha sido despaganizar al papado: los símbolos propios del imperio, los títulos y aquello de vivir en palacios. Vive en una casa de huéspedes, hace fila para comer como todo el resto y dice, en tono de broma, que así es más difícil que lo envenenen. Pero ese desplazamiento de lugar no es solamente algo físico. En tercer lugar, él dice: “Yo no soy papa, soy obispo de Roma” y con eso recupera una vieja tradición -que llegó hasta el siglo III- en la que el obispo de Roma es uno entre los demás. Dijo también: “No quiero un gobierno monárquico sino colegial”. En ese lugar quiere poner mujeres y darles incluso el título de cardenal, que es un título honorífico que puede conferir a una mujer y que no requiere una ordenación sacerdotal.

-¿Qué opina sobre sus posiciones en temas de diversidad sexual?

-Hasta ahora sus intervenciones han sido de apertura, ha dicho: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Todos estos temas -homosexualidad, familia, aborto- siguen siendo un tabú en la Iglesia, pero él permitió la discusión. Antes estaba prohibido discutir y ahora está permitido. Antes, un teólogo que discutiera sobre esto era depuesto de la cátedra. Lo mismo pasaba con los sacerdotes que pretendían ser obispos; si planteaban estas cuestiones seguramente perdían. Él planteó la discusión en el sínodo; incluso pidió hacer un encuentro en toda la Iglesia, acerca de cómo el gobierno trata a los homoafectivos. Se ve que él quiere escuchar la realidad.

-Silvano Tomassi, observador permanente del Vaticano en la Organización de las Naciones Unidas, en Ginebra, dijo que el papa y el Vaticano apoyaban la batalla armada contra Estado Islámico. ¿Cómo se puede comprender esto?

-El papa lo ha dicho antes. Si la cosa es tan grave que se sacrifican niños y no quieren conversar, hay que intervenir para rescatar la vida humana. El papa dijo eso porque no vemos alternativas. Yo creo que en situaciones límite uno no tiene otra alternativa que buscar el mal menor. Toda guerra es mala, no hay ninguna guerra justa o santa, porque implica matar. Pero hay situaciones límite en las que los inocentes gritan: “¿Por qué no nos han salvado?”. Entonces tenemos que intervenir.