El título pelado, tal como se usó en el mercado anglófono, refiere a los trucos que los carteristas usan para distraer a sus víctimas, basados en generar un foco de atención para distraer de la maniobra de sustracción. La realización de la película contó con el asesoramiento de Apollo Robbins, un famoso “carterista artístico” y prestidigitador, actualmente también un millonario consultor de seguridad. Sus lecciones están ejemplificadas en una de las mejores escenas de la película, cuando Nicky expone a Jess algunos de sus trucos y principios en un parque nevado de Nueva York.

Pero el título del estreno local explicita el alcance de la película: esos mismos principios se aplican, de forma más compleja, a la estafa. Ésta es una película de estafadores, de esas en las que sabemos que una persona está engañando a otra, hasta que, de pronto, descubrimos que el otro era consciente del intento y en realidad estaba engañando al estafador. Pero todos nos desconcertamos cuando vemos que eso estaba previsto por el primer estafador, que hace el papel de “estafador fallido que está siendo estafado” en función de una estafa aun más compleja y lucrativa de lo que habíamos imaginado. Así que uno nunca está pisando terreno demasiado firme. Ésta es, o al menos pretende ser, gran parte de la gracia. En buena medida lo es, porque realmente nos sorprendemos muchas veces. Pero a veces pretende ser y no lo es tanto, porque llega a un punto en que son tantos los engaños, y basados en un encadenamiento de cálculos tan inverosímil, que uno larga la toalla y ya no importa quién está engañando a quién.

Lo curioso aquí es que el género “película de estafas” está hibridado con la comedia romántica. Nicky es un estafador genial, Jess es una principiante torpe. Nicky enseña sus trucos a Jess, quien empieza a aprender y se vuelve una estafadora y carterista bastante hábil. Como en toda comedia romántica, al inicio hay varios problemas en la relación entre los dos, y cuando ésos parecen superarse sobrevienen problemas mayores aun antes de la unión definitiva. Ni que hablar que en este caso, buena parte de esos problemas tiene que ver con que Nicky y Jess empiezan a usar al otro como parte de sus jugarretas, a veces en forma benévola (la inocencia real -y no fingida- de Jess ayuda a dar credibilidad a algún truco), a veces no tanto.

En una película de estafas, el espectador siempre tiene que ser un poco víctima de las estafas de la narrativa. El juego consiste en que empatizamos con el estafador, pero ejemplificamos en nuestra inocencia su capacidad de engañar, o lo que pueda sentir una víctima suya. La diferencia para mejor, en nuestro caso, es que cuando es el héroe el que se sale con la suya, la sorpresa es positiva, y no desagradable. Una de las fallas de la película es que, al igual que Jess al principio, recurre a un truco gastado: nadie que haya visto El golpe (1973, quizá la más famosa y emblemática película del género) va a caer en la broma del showdown.

Quitando eso, la película es de lo más agradable. Will Smith es muy carismático, canchero, apuesto, hábil, sabe convencer también cuando se pone serio e intenso; Margot Robbie es una belleza y tiene su gracia; y se los ve a ambos en muchos escenarios glamurosos, con una banda musical saturada de buenas canciones pop. La fotografía es muy buena, y el montaje, ágil y creativo sin dejar de ser claro y efectivo. Vaya uno a saber por qué, una parte de la historia transcurre en Buenos Aires (la escena que introduce la ciudad es cuando suena la versión del tango “Chorra” por la murga de cámara uruguaya Los Mareados). Podía ser cualquier otro país, porque todo el mundo, salvo una pareja callejera en una escena, habla perfecto inglés, y no se maneja ningún elemento inherente a la identidad argentina o a su contexto sociopolítico. El principal personaje argentino está interpretado por el brasileño Rodrigo Santoro. Se ve que el equipo de filmación tenía ganas de viajar, y lo que ganamos son algunos detalles preciosos de arquitectura porteña vieja.

Y hay un par de aberraciones en la narración que terminan siendo bien interesantes. Una es un momento, hacia el inicio del acto final, en el que de pronto empezamos a acompañar un a personaje al que nunca vimos antes, no sabemos quién es ni qué está haciendo. Quedamos con la duda de si no nos habremos perdido algo, pero creo que no. Él emprende una serie de acciones un poco absurdas y de repente, en un incidente totalmente sorprendente y muy fuerte, lo empezamos a conectar con el tronco central de la historia. Lo otro es la propia estructura del segundo acto: consiste esencialmente en dos escenas. La primera es íntima y establece la provisoria felicidad de pareja de Nick y Jess. La segunda, en el estadio de fútbol americano, toma casi todo el acto, y es uno de los mejores ejemplos de “narrativa estafadora”: parece que va a desviar la película hacia un costado dramático, incluso quizá moralizante. Pero no, todo regresa sorpresivamente a su cauce ligero, sólo para que descubramos, casi en seguida, que había otro engaño muy cruel detrás de todo.

En fin, es eso.