Plantu quisiera ser como el ratoncito que suele aparecer en sus dibujos, para poder meterse por todos lados. Desde que la diaria llegó a la cita para entrevistarlo, en la Embajada de Francia, el dibujante demostró una fuerte curiosidad por Uruguay, por la diaria, por la periodista que le preguntaba, por el fotógrafo que lo fotografiaba, y comentó con admiración el trabajo de sus colegas uruguayos. Mientras hablaba, en ningún momento soltó una tablet que usó en varias oportunidades para dar ejemplos y documentar sus dichos.

Su curiosidad volvió a mostrarse más tarde, durante un almuerzo con periodistas uruguayos que organizó el embajador francés, Sylvain Itté, amigo de Plantu desde hace 30 años, una especie de regalo de cumpleaños para este dibujante que nació el 23 de marzo de 1951. Plantu se define como “periodista subjetivo y dibujante de prensa”, y en uno de los raros momentos del almuerzo en los que no fue él quien hizo preguntas a los demás, explicó que en su trabajo cotidiano juega con el hecho de que trabaja desde 1991 en el semanario de derecha L'Express y en Le Monde, y entre las dos líneas editoriales, para tener más libertad.

-Su primer dibujo publicado hacía referencia a la guerra de Vietnam. ¿De qué se trataba?

-Hacía referencia a los llamados acuerdos de París, entre el entonces [secretario de Estado estadounidense Henry] Kissinger y [el líder vietnamita] Le Duc Tho, en 1972, tres años antes de que cayera Saigón. Había muchas manifestaciones contra los estadounidenses en Vietnam y, a su vez, a mí me encantaba opinar mediante la imagen. Trabajaba en las galerías Lafayette, vendía muebles, y todas las noches hacía dibujos y escuchaba la radio. Dejaba mis dibujos durante meses y meses y meses, y nunca los publicaban. Durante el descanso para almorzar llamaba por teléfono para saber sobre ellos y siempre había un jefe de redacción que me decía: “Bueno, esta vez no lo publicamos, pero siga en esa línea”.

-Ese día llamó al mediodía y le dijeron que sí.

-Fue todo un evento para mí. El dibujo medía 4,5 centímetros. No fue el hecho periodístico de la semana, pero para mí sí. No sabía que iba a ser el primer dibujo de los más de 20.000 publicados, que Maïté, mi asistente -no se si la vieron, estaba acá hace un rato-, enumera. Es el inicio de una carrera. Como el Señor Jourdain [en la obra de Molière El burgués gentilhombre], que no sabía que escribía prosa, yo no sabía que iba a hacer mi carrera con el dibujo de prensa.

-Y cuando logró que el entonces líder palestino Yasser Arafat y el canciller israelí de esa época, Shimon Peres, dibujaran y firmaran un mismo dibujo antes de los acuerdos de Oslo, ¿cuál de los dos opuso más resistencia?

-Buena pregunta. Fue Arafat el que pidió para verme en 1991. ¿Vio las imágenes?

-No.

-Se las puedo mostrar. Es bastante divertido, porque en aquel entonces no era capaz de decir: “Reconozco el Estado de Israel”. Sin embargo, mientras estoy de visita me llama de noche al hotel y pide para verme. Ahí fue que me di cuenta de que capaz que había una apertura, una posibilidad. Así entendí que tenía verdaderas ganas de compartir una convicción. Por ejemplo, este dibujo [muestra un video en el que se ve a un joven Arafat dibujando en una hoja grande de papel] es el logo de la futura moneda de Medio Oriente pacificado, con el candelabro hebraico, la medialuna musulmana y la cruz cristiana. Éste [señala el dibujo de Arafat], al igual que tenemos la “E” con las dos rayas para el euro, va a ser el logo de la moneda, pero dentro de 30 años. Todo el mundo lo sabe. Cuando voy a Líbano, a Jordania, todo el mundo lo sabe. Pero todo el mundo hace de cuenta que no. Entonces él, que no era capaz de decir con palabras lo que pensaba, hizo este dibujo. Ahí me di cuenta de que el dibujo era un vector para decir cosas que no se pueden decir con la boca.

-¿De esa idea surgió Cartooning for Peace?

-Un poco, sin saberlo. Porque ahí era 1991 y Cartooning for Peace nació en 2006, después de las fatwas emitidas contra los dibujantes daneses [que hicieron las caricaturas de Mahoma, publicadas luego por Charlie Hebdo en Francia y por otros medios en todo el mundo]. Acá están las imágenes [del dibujo de Shimon Peres]. Entonces era Arafat el que quiso reunirse conmigo, pero a la vez Shimon Peres acompañó al movimiento. Después [el primer ministro] Isaac Rabin recriminó a Peres y casi renunció por la firma que su canciller agregó junto a la de Arafat. Acá se ve a Shimon Peres, en 1992, que escribe “solución”. Es el primer documento, antes de los acuerdos de Oslo, con las dos firmas del jefe de la diplomacia israelí y el líder de los palestinos.

-¿Cómo vivió el atentado contra Charlie Hebdo, el 7 de enero?

-Conozco a todos esos dibujantes, obviamente. Había uno, Tognous, que era un amigo particularmente... [se emociona] y que integraba Cartooning for Peace. Cuando vi los nombres de todos esos dibujantes que admiro por televisión, pensé en todo lo que mis amigos dibujantes daneses me habían dicho y advertido, y que yo había repetido. Hay que saber que Kurt Westergaard está bajo la vigilancia de seis policías desde hace años. Cuando fui a Copenhague nunca estuve solo con él, siempre hubo un agente a su lado. Así que les avisé a mis amigos que hay que tener en cuenta que hay un millar de musulmanes que no procesaron bien el asunto y que hay que ver cómo se puede evitar agregar leña al fuego. Mientras que nosotros tenemos leyes que nos protegen (los artistas tienen derecho a retratar a quien quieran), hay un poco más de 1.000 personas que no entienden eso. Mis amigos no estaban obligatoriamente conectados a internet y no se ponían a ver lo que pasaba en el mundo musulmán, en el mundo judío o cristiano. Hace poco estuve en Chipre con ortodoxos y musulmanes. Se aprenden muchas cosas con esa gente. Hay miradas, hay formas de vivir las cosas, de sentirse ofendidos por la blasfemia; si se las entiende, después se puede seguir dibujando. Porque yo defiendo a los dibujantes daneses y a los dibujantes de Charlie Hebdo desde antes de los atentados de enero, al decirle al mundo musulmán que [los dibujantes] no se levantan de mañana con el objetivo de humillar a los musulmanes. Pero es así que lo viven [los musulmanes].

-¿Oficia como un intérprete?

-Sí. Es mi trabajo. El dibujo también es una forma de pedagogía. Cuando uno dibuja hace pedagogía, sin saberlo.

-¿Cree que algunos de sus dibujos molestaron alguna vez?

-Sí. Es más, he terminado ante un juez: en un mes voy a estarlo y hace tres meses también estuve. No estoy por encima de las leyes.

-¿A veces se arrepiente, siente que pasó un límite que no debería haber pasado?

-Cuando veo, por ejemplo, que hay gente que me denuncia, me pregunto si hice algo mal.

-Dibujó a Cristo repartiéndoles preservativos a africanos. Eso molestó a los cristianos más conservadores. ¿Nunca pensó en hacer un paralelo con las caricaturas de Mahoma?

-Hablemos de molestar y humillar. Cuando la Iglesia se niega -gracias al papa Francisco esto está cambiando- a usar algunas palabras, a promocionar los preservativos, cosas así, nos podemos molestar. La Iglesia molesta, o, en todo caso, la jerarquía del Vaticano puede molestar.

-Los islamistas también molestan.

-Claro, y los judíos también. En cada religión hay gente que no se da cuenta. Por ejemplo, los ortodoxos que hacen manifestaciones contra el desfile del orgullo gay en Jerusalén pueden ofender. Son sus convicciones, tienen derecho. Hay gente que está en contra del aborto; yo estoy a favor. Entiendo que haya gente en contra, pero también hay que saber que hay leyes que no pueden existir debido a integristas minoritarios en cada una de las religiones.

-No hay que ceder a las presiones pero, al mismo tiempo, hay que ser cuidadoso.

-A mí no me afectan las presiones. [Nicolas] Sarkozy, cuando era presidente de la República, se ofendía por mis dibujos. Tiene derecho.

-¿Dónde pone su límite?

-Mi límite: la vida privada. Por ejemplo, si hay un ministro enfermo que probablemente vaya a renunciar, no lo toco. Es su vida privada, no me interesa. [Se interrumpe y muestra la tablet que no había dejado de manipular]. Éste es mi primer dibujo: 4,5 centímetros [una palomita de la paz que lleva un signo de interrogación en el pico; el logo de Cartooning for Peace es una paloma con una rama de olivo en el pico].

-Después de los atentados de enero, el dibujante Renald Luz Luzier dijo: “A diferencia de los anglosajones o de Plantu, Charlie lucha contra el simbolismo. Las palomas de la paz y otras metáforas del mundo en guerra no es lo nuestro”. ¿En qué consisten esas diferencias que tiene con la gente de Charlie?

-Yo siempre dije que hacen lo que quieren y yo hago lo que quiero. Cada uno tiene su lenguaje. Es como un estilo de escritura. En los años 60, un gran escritor decidió no poner la letra “e” en una novela [Georges Perec, en La Disparition]. Cada uno tiene su manera de tratar las cosas. Yo soy dibujante político y mi trabajo es hacer dibujos políticos. Cuando una mujer es lapidada en Sudán, no me importa saber si hay una religión: es una violación a los derechos de las mujeres. Cuando se le prohíbe ir a la escuela a una niña, como Malala [Yousafzai], en Pakistán, para mí no es un problema religioso, el problema es que se afectan los derechos de las niñas.

-¿Cómo es su vínculo con la gente de Charlie hoy en día?

-Yo soy un ex adolescente que se bañó en el humor y el trabajo de Charlie Hebdo. Además, hay muchísimos talentos en Charlie Hebdo a los que promociono cuando viajo al exterior, para decir que son dibujantes talentosos a los que conozco bien, y sé que no querían humillar a los creyentes. Es más, conseguí a alguien que les dio 140.000 euros al día siguiente de los atentados.

-¿Sigue defendiendo, como en 2006, la autocensura?

-Como usted. Cuando escribe sus notas se autocensura, en la vida de todos los días también. Mi madre, por ejemplo, no soporta que seamos 13 en la mesa. Yo pensaba, ¿por qué? Pero bueno, no quería causarle pena por gusto, así que nos arreglábamos para no ser 13 en la mesa. No importa.

-Se autocensura a veces.

-Igual que usted, como todos los periodistas y como los periodistas de Charlie Hebdo. Porque algunos de esos mismos periodistas, cuando trabajan para el diario L'Humanité [fundado por el Partido Comunista francés] -porque trabajan en los dos medios-, no atacan a la central sindical CGT [Confederación General del Trabajo]. Para ellos están las nubes, Moisés, Jesús, Yahvé, Mahoma, y por encima está la CGT, entonces no la tocan. Cada uno tiene su forma de autocensura.

-A veces da la impresión de que hace falta leer los textos de Charlie para que una persona que no conoce la cultura francesa de las caricaturas pueda entender que la publicación no tiene ánimo de ofender. Cabe preguntarse si a veces un dibujo no necesita explicaciones.

-Es un muy buen enfoque. Habría que hacer un estudio sobre lo que dicen los dibujos y lo que dicen los textos de Charlie.

-¿Cómo cree que el dibujo contribuye a la paz?

-Cuando vimos que había fatwas en contra de los dibujantes daneses, fui varias veces a Copenhague y hablé mucho con los dibujantes daneses. Los dibujos se hicieron en 2005, y las fatwas fueron en 2006. Internet había aparecido unos años antes. Entonces, los dibujantes europeos no pensaban que sus dibujos podían ser vistos, interpretados o malinterpretados en Medio Oriente o en otros lados. Por eso voy a todo el mundo, para intentar construir puentes entre las culturas, los dibujantes, las opiniones, las religiones. Hace tres semanas estuve en Jerusalén con dibujantes israelíes y palestinos, a pesar de que tengo presiones enormes. Hay gente que me dice: “No vayas a ver a los palestinos, son terroristas” o “No vayas a ver a los israelíes, son colonos”, y yo digo: “Esperen, mi trabajo es hablar con todos”. Cuando voy a Gaza, hay una dibujante que se llama Omayya, que es de Hamas, usa el velo islámico, sus dos maridos fueron sucesivamente asesinados por el Ejército israelí, y dice: “Quiero dibujar para que se hagan atentados”. Yo no estoy de acuerdo con ella. Es más, el Ejército israelí tiró un misil contra su oficina en el diario de Gaza en el que trabaja. Me mostró el agujero que hay en el edificio. No estoy de acuerdo con ella, al igual que no lo estoy con la ocupación israelí. También dialogo con dibujantes israelíes; uno de ellos, Shay Charka, está a favor de las colonias. Yo no, pero debato con él. Me gusta debatir con ellos. Además, se conoce gente. Nosotros no somos capaces de construir la paz, obviamente. Llamarse Cartooning for Peace era una idea de Kofi Annan cuando era secretario general de Naciones Unidas. Hacemos de cuenta de que es posible establecer un diálogo. Yo creo que cuanto más dialogamos, más logramos decir cosas que antes no decíamos.

-Da la impresión de que en Francia hay una sensibilidad exacerbada. El dibujante y realizador francés Joann Sfar, que hace ilustraciones para el Huffington Post francés, dijo hace poco: “Ya no podemos trabajar tranquilos”. ¿Usted cree eso?

-Yo no, porque conozco los códigos para intentar decir y no renunciar a nada esencial. No hay una opinión que no pueda compartir con los lectores. No hay nada de lo que se pueda decir “esto no lo pudiste decir porque sufriste tal presión”. Cuando echaron a Siné [el histórico dibujante de Charlie Hebdo Maurice Sinet, acusado de antisemitismo por un chiste sobre la esposa del hijo de Sarkozy], eso me impactó y me di cuenta de que tengo mucha más libertad en Le Monde o en L'Express para decir ciertas cosas. Yo veo que hay presiones que hacen que un dibujante pueda retratar al profeta, pero si hace algo similar con otra religión, lo echan como a un perro. Además, sigo pensando que mi trabajo es seguir molestando a las tres religiones. Por ejemplo, cuando veo que las mujeres ortodoxas van aparte en los ómnibus de Jerusalén, mi trabajo es dibujar sobre eso. También cuando mujeres son mutiladas sexualmente en Francia o en Egipto. Cuando obispos aprovechan sus funciones para violar niños, es mi trabajo dibujarlo. Pero es una muy pequeña minoría, no representa para nada a la religión, y, en todo caso, no quiero para nada humillar a los creyentes.

-Charlie Hebdo también hace eso.

-Pero Charlie echó a Siné. Y Siné hizo un juicio que ganó, porque fue una censura increíble.

-Hay una hipersensibilidad con lo políticamente correcto en Francia.

-Sí, y hay miedos que se instalan. Veo que mis amigos dibujantes tienen a veces jefes de redacción asustados: “Ah, no. Acá hay una sinagoga, un barbudo, intentá evitar eso”. Con esas actitudes, si no tenemos cuidado, pueden generar cada vez más dificultades, a pesar de estar en una democracia. Incluso mis amigos de Charlie, cuando vieron que Siné se iba, no se animaron a apoyarlo. Es increíble, en un diario que dice que se puede decir y hacer todo. No se animaron a apoyar a su padre fundador. En aquel momento, Siné fue considerado como [el nazi Joseph] Goebbels, en Francia. La fatwa contra los daneses, en 2006, fue una manipulación, pero hay otras manipulaciones. No sólo están los fundamentalistas del islam. Cuando dibujé a un obispo que tiene a un niño tomado de la mano al que le dice: “Las vías del Señor son impenetrables” y el niño le contesta: “Son las únicas”, recibí 30.000 emails en un solo día. Colapsó el servidor de Le Monde. En esos casos estoy solo.

-Recibe amenazas. ¿Tiene protección policial?

-Tengo policías que me acompañan, todo el tiempo.

-¿Desde cuando?

-Desde los atentados. Es increíble. Con Cartooning for Peace vamos a Medio Oriente, a Túnez, a Palestina, a Rusia, a China... En Venezuela hay una chica que se llama Rayma, que era opositora a Hugo Chávez, que me decía que a veces quería guardaespaldas porque Chávez mostraba sus dibujos, la interpelaba, daba su dirección y su orientación sexual por televisión, en una de las ciudades más violentas de América Latina. Nuestro trabajo es hacer conocer el trabajo de Rayma, su coraje. Como decía, conozco cada vez más dibujantes que piden tener protección. En este momento nos estamos ocupando del caso de un dibujante libio que es amenazado por jihadistas de su país.

-¿Cómo lee los atentados de Túnez? ¿Cómo ve la situación en ese país?

-Para ver lo positivo, es un país en el que los islamistas de Ennahda tuvieron que devolver las llaves del poder hace un año: se lo devolvieron a otros. Pero yo, que estoy en contacto con dibujantes en Túnez, veo que las cosas no son fáciles. Por ejemplo, al dibujante libio le conseguimos dinero con Cartooning for Peace para que vaya a Europa.

-Da la impresión de que hay muchísimos dibujantes en el norte de África y que dibujan con más libertad que algunos franceses.

-Yo hice un intercambio con el dibujante [Ali] Dilem, que es argelino. Él fue a dibujar a Le Monde y yo fui a dibujar a su periódico, Liberté. Me di cuenta de que me tenían mucha confianza cuando fui a mostrarle mi dibujo al jefe de redacción. No había nadie en el diario, así que fui a ver a una secretaria y le pregunté si mi dibujo estaba bien. Cuando le conté a Dilem me dijo: “¿Qué? ¡Le fuiste a mostrar tu dibujo a una secretaria! No hay que mostrárselo a nadie: lo mandás a imprimir”. Yo siempre le pido su opinión al jefe de redacción o al director.

-¿Es peligroso dibujar?

-Hoy es peligroso hacer imágenes que no son entendidas por gente que es un poco ignorante. Cuando hay tanta gente que no entiende las imágenes, eso significa que no hay que soltar el draipén, pero a la vez hay que saber que la Tierra es así, y ser más vivo que la gente que nos espera a la vuelta de la esquina.

-Volvemos a la necesidad de tener que dar explicaciones sobre los dibujos.

-Exactamente. Hay dibujos que todo el mundo puede entender, pero a veces eso implica adaptar las cosas. Por ejemplo, en Uruguay una cosa fácil es dibujar a [Edinson] Cavani. Todo el mundo entiende [muestra un dibujo con el futbolista], pero si lo muestro en Ucrania no van a entender nada. Lo mismo pasa con los países donde ni siquiera saben lo que es el fútbol.

-¿Se informa antes de dibujar en los países que visita?

-Sí, forma parte de las cosas que les pregunto a los dibujantes: cuáles son los tabúes. Cuando fui a Nueva Zelanda, hace poco, me dijeron: “¿Cómo? ¿En Europa no pueden dibujar a Mahoma o cosas duras sobre el papa?”. Yo dije, “Sí, hacemos lo que queramos, pero vos no podés burlarte de los All Blacks [la selección de rugby local]”. Por encima de Mahoma tienen a los All Blacks. En cada país hay particularidades.