-Tu película fue comparada bastante con Relatos salvajes, como una visión española sobre la fragmentación social de la que se habla en la argentina.

-No la vi aún. No la vi porque como sé que fue hecha con mucho mayor presupuesto, me da miedo verla y quedarme frustrado. Así que no la voy a ver por unos años, hasta que se me pase. Me han dicho que es muy buena. Es curioso, porque en San Sebastián nos tocó hacer una entrevista juntos con [Damián] Szifrón y [Leonardo] Sbaraglia, porque la estrenaban el mismo día, y hubo muy buena onda con ellos. Lo que contábamos y pensábamos era lo mismo. Me temo que la nuestra no va a ser nominada al Oscar. Tengo esa intuición.

-Algo muy interesante de tu estilo es que las películas se retoman y comentan entre sí.

-Pues eso sí que es bastante deliberado y consciente. Supongo que cuando empiezo a hacer una película entro a pensar que debería tener que hacer cuatro o cinco películas para mirar el tema, o las ideas, o meterme en la cabeza de los personajes desde distintos puntos de vista. La idea de Las variaciones Marker es bastante cercana a mi forma de pensar, porque creo que las cosas no tienen una sola solución y no puedo dejar de preguntarme si no puedo mirarlo de otro lado. Y luego, al final, como no hay otra forma de hacer las películas, lo que termino haciendo son películas más poliédricas, con divisiones internas, con más forma de puzle. Todo ese tipo de películas que parecen incoherentes, que no parecen homogéneas y no tienen un estilo. A mí la unidad de estilo me parece muy arbitraria y muy aburrida. Y al final me doy cuenta de que me gusta más ese otro tipo de película, en la que no se sabe qué sucederá en la siguiente secuencia. Me gusta pensar que cada secuencia pueda ser la entrada a una película distinta.

-Me acuerdo del final de Las variaciones Marker, en el que hablabas de un programa que podía hacer películas de Chris Marker poniendo escenas random de sus películas almacenadas en una base de datos. Es interesante lo caleidoscópico de tu noción de autor.

-Es que hay un concepto de autor del que me siento muy alejado, porque a mí, desde mi temperamento, me gusta rodar cosas distintas y cosas nuevas. Entonces tengo la sensación de que a veces se habla del autor como algo coherente y con unidad de estilo, que filma siempre de la misma forma, y se considera que por alguna razón eso es un logro. El otro día abrí una revista de cine y había diez críticas de las que nueve elogiaban a la película porque era coherente con lo que el director había hecho antes. Me parecía muy raro. La décima era una ópera prima y la analizaban con relación a si era previsible en su país o no lo era. Yo creo más en esa idea de [Fernando] Pessoa, de intentar descubrir qué personas distintas han de entrar en nosotros. Y creo que al final hay algo en el cine de autor, de repetir esquemas propios, que tiene ya algo de tendero. Con “de tendero” quiero decir aquel que tiene una tienda en donde sólo se vende carne, o sólo se vende pescado. A mí, en cambio, me gustaría tener una tienda en donde nunca se sabe qué vas a vender y, por sorpresa, te encontrarás con platos completamente distintos. Por supuesto, desde un punto de vista capitalista, a una tienda en la que nadie sabe qué vas a vender probablemente no llegue a ir nadie. Me temo que soy un mal vendedor.

-¿Cómo es el comienzo de Murieron…, cómo se fue gestando la idea?

-Salió mucho de conversaciones en los bares y de leer los periódicos y los informativos y no saber si reír o llorar. Sobre todo surgió mucho de una conversación en concreto, cuando me encontré con un amigo que era un inmobiliario arruinado y me contó que quería torturar a un banquero. Al principio pensé que lo decía como una especie de frase hecha, pero luego empezó a desarrollarla y me di cuenta de que era un plan extremadamente exhaustivo. Había estado pensándolo por semanas, meses, y sabía cómo ejecutarlo. Ése no había sido un caso aislado. Había un montón de arruinados, toda una clase social española que soñaba con torturar a banqueros y políticos, y creo que es un sentimiento que en todos estos años que vienen, en vez de ir disminuyendo, van a ir aumentando. No sé si has visto ahora que Rodrigo Rato acaba de ser encarcelado. Luego el presidente del Fondo Monetario Internacional. Cuando ves que todos éstos terminan en la cárcel parece casi normal que haya gente que tenga esas fantasías. Entonces la película trata de dar respuesta a esa fantasía y plasmarla, mostrando también cómo somos un país con fantasías y cómo nos quejamos de todo, pero somos incapaces de imaginar y llevar una forma de vivir distinta.

-Algo interesante, justamente, es que el movimiento revolucionario de la película intenta hacer una revolución, pero para volver al statu quo.

-Sí, claro. Un poco lo que saqué a partir de esas conversaciones es que lo que todo el mundo quería era volver a estar como estaba hace cuatro años, o hace cinco. Cosa extraña, porque la verdad es que hace cinco años, cuando se suponía que había un boom económico, lo que recuerdo en mi entorno era que la pasábamos putas, viviendo de a muchos para pagar habitación. De ahí viene un poco la broma del título, porque está esa frase hecha que han utilizado los políticos españoles para justificar la crisis, de que los españoles “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, y yo me pregunto “cuándo, dónde y cómo”. Yo, a mi alrededor, no lo había visto. Yo lo que vi en mi entorno fue una precariedad laboral tremenda. Sobre todo en esos años, en los que el boom económico lo único que significaba era que nos cobraran como 1.000 o 1.200 euros por un piso normalito, que nadie podía pagar.

-Hay algo muy presente en tu obra, la noción de leyenda y de que es algo pasible de ser reescrito. ¿Hay en Murieron… un intento de construir una especie de leyenda del futuro?

-Pues no estaría mal. Ojalá que en el futuro hubiera la leyenda de cinco tipos vestidos de panda que salvaran a España. Ahora justo que esta semana que estrenamos están encarcelando a todos, pues igual al final va a ser verdad. La verdad es que lo creo.

-¿Cómo ves la situación actual de España? Te pregunto porque hay nuevas organizaciones sociales, pero al mismo tiempo siguen apareciendo estos casos de corrupción.

-Pues mira, ahora haciendo la promoción de Murieron…, con varios actores, algunos conocidos, otros no, la verdad es que hacemos la entrevista y cuando se termina estamos todos muy deprimidos. Como que fingimos que estamos contentos para salir en los medios, pero luego todo el mundo está un poco fatal, la verdad. Quizá es porque estamos igual que antes, pero ahora ni siquiera ganamos al fútbol.

-¿Esta película podría generar algo bueno? ¿Indignación o un alivio temporal entre toda esta locura?

-Pues no lo sé, la verdad. A mí me gustaría que en algunas secuencias la gente se ría y que en otras el cine gore sirva para recordar que los recortes son de verdad. Ya sé que es un poco paradójico pedir que el kétchup consiga hacer recordar que los recortes son reales, pero me doy cuenta de que los periódicos que utilizan cifras, números y estadísticas acaban enmascarando a las personas. Creo que cuando lo hacía pensaba que el gore podía servir para recordar que en los recortes hay personas, pero creo que me he equivocado. Otra cosa que me gustaría también, además de señalar ese vocabulario, es que en unos años podamos verla y recordar cómo éramos. Y que dentro de 15 años, cuando queramos idealizar este momento, no nos digamos a nosotros mismos que fuimos heroicos en contra de la clase política y que la sociedad se rebeló e hizo grandes cosas, como luego se contó, o como se cuenta ahora la transición. La película sirve entonces para que en unos años nos muestre que seguíamos siendo ovejas domesticadas, incapaces de ninguna solución a nada, y que nos conformábamos con cualquier cosa, y que nos seguiremos bajando los pantalones tanto como haga falta. Es como el espejito de Blancanieves. Si miramos de frente y con lo que nos encontramos es una bruja, vamos a tener que pensarnos un poco a nosotros.