Creo que no es ningún disparate decir que Alfredo Ghierra es el artista que cuenta con más apariciones mediáticas concentradas en las últimas semanas. ¿La razón? Ghierra por segunda vez -la primera fue en 2010, pero parecería que en esta ocasión lo está haciendo con más contundencia- se postula (falsamente) a ser intendente de Montevideo en una especie de performance a largo plazo. Todo lo que, aún remotamente, tenga que ver con la campaña para el próximo administrador de la capital, la radio, televisión y prensa en general se lo devora glotón: Ghierra lo sabe y últimamente ha sido omnipresente en el campo audiovisual uruguayo (sin hablar de Facebook, Twitter y Cia.). Más allá de lo visto, oído y especulado en varias entrevistas, Ghierra se ha movido con el “aparato” que todo buen candidato necesita hoy en día. Imagen de sí limpia, tranquila y sonriente, logo y gadgets eficaces (virados al verde, color relajante según cualquier cromoterapeuta o designer de interiores), spot electoral con un mensaje sencillo y producción impecable (y menos fashionista que el de hace cinco años), un equipo de especialistas muy numeroso, redes sociales febrilmente activas, plataforma digital crowdfunding para juntar dinero en pos de la “obra”. Le ha agregado -como en precedencia, pero potenciado- un instrumento más, que los políticos generalmente no tienen: una gran muestra que ocupa tres pisos del Centro Cultural de España (CCE) y que alberga obras de integrantes de su equipo. Y desde el principio su cometido fue claro: la postulación es ficticia, lo que lo movió en este sentido fue revitalizar “el bajo nivel de la discusión política durante las elecciones de 2010” (y la actual), planteando que su team trabajara tópicos claves para la gestión ciudadana, resumidos en los rubros Patrimonio, Eco-Ciudad, Cultura Urbana, Mapeo, Tecnología y Diseño, Transporte y Turismo. Con la condición de que todas las propuestas surgidas por ahí, aportadas por colegas artistas, arquitectos, diseñadores, etcétera, están a disposición de los que realmente ganen (“para que le copien abiertamente” se lee en el sito del CCE) y de la ciudadanía entera (“no podés votarnos, pero sí imitarnos”, es uno de los eslóganes).

Para un refinado dibujante como Ghierra, con una evidente pasión por la arquitectura, que ha focalizado gran parte de su producción artística en la representación bidimensional de ciudades inexistentes, utópicas, ideales, la tentación de (re)pensar Montevideo liquidando varios de sus problemas urbanísticos debe haber sido muy fuerte (notoria, por ejemplo, su sacrosanta lucha contra la demolición de edificios de claro valor histórico). De hecho, en esta (im)posible gestión, Ghierra llama la atención sobre el peso de la edilicia: muchas de las contribuciones, entre artísticas y prácticas, de sus colaboradores expuestas en la muestra se centran en cuestiones arquitectónicas (pero no sólo, hay que aclararlo). Entonces, de la reevaluación de zonas semiolvidadas al rescate de numerosísimos edificios que están en estado lamentable; de la reconfiguración alegre de los tanques de agua de muchas azoteas capitalinas al qué poner en el lugar de la desaparecida antena del Salvo; de los consejos sobre cómo evitar la más burda contaminación a la ideación de monumentos para héroes imaginarios, la exposición es, sobre todo, una profusa lista (imposible, por razones de espacio, intentar aquí un análisis de las piezas) de buenos y buenísimos, a menudo detalladísimos, propósitos. Hay algunos débiles también, pero por cierto una minoría, mientras la sensatez, la (aparente) eficiencia, el rigor ético y estético de los proyectos son tan intensos y concluyentes que pueden llegar, incluso, todos juntos, a agobiar un poco, por algo así como un exceso de corrección política.

En última instancia, es muy difícil no pensar qué pasaría si Ghierra no se hubiera negado a priori la posibilidad de concretar lo que tanto se ha proyectado y publicitado, eliminando la chance de ser realmente intendente. Vale decir, de hacer el salto, si se quiere, de lo virtual y simbólico (pese a que lo expuesto está firmemente anclado a la cotidianidad) a lo real (que interrumpiría aquel “franco intento de soñar y mostrar una Montevideo como la queremos”, usado en la campaña). Es evidente que Ghierra aplica una estrategia comunicacional para estimular, criticándolos de paso, a los gobernantes, y es cierto que, en algunas declaraciones, el artista ha subrayado que se trata de una parodia de la praxis política, aunque “hecha en serio”: empero, parecería que al lado sarcástico se le dificulta mucho aflorar, mientras la seriedad de sus planes predomina y convence (tanto así que algunos de los verdaderos candidatos se le han acercado con interés).

Ojalá quien gane en mayo aproveche parte del ingente trabajo estimulado y juntado por Ghierra: pero lo que los anales registrarán como “proyecto artístico” podría ser fácilmente algo diferente, no una simple “mojada de oreja” a la política, como se ha escrito, sino un acto político tout court. Rememoremos lo que pasó a principios de la década en Islandia, cuando Jón Gnarr, un ex músico punk, actor y cómico, luego de fundar un partido burlón que simplemente proponía más felicidad para su pueblo, llegó a ganar las elecciones, convirtiéndose en intendente de Reikiavik de 2010 a 2014.