La voz humana (1958) es la obra del francés Francis Poulenc (1899-1963) que dará inicio a la temporada de ópera 2015 del teatro Solís, hoy a las 20.00. Se trata de un monólogo -basado en la obra de teatro homónima del también francés Jean Cocteau- en el que una mujer mantiene una última conversación telefónica con su amante, que la abandonó. En la misma noche se presentarán las dos versiones (teatral y operística). La versión teatral estará dirigida por Margarita Musto y contará con tres actrices de la Comedia Nacional en el rol protagónico para las tres noches de presentación. La soprano que encarnará a la sufrida protagonista en la versión operística -dirigida por Martin Lebel- es la española María Bayo, de vasta trayectoria en el género: interpretó alrededor de 80 personajes de ópera y zarzuela a lo largo de su carrera y obtuvo el Premio Nacional de Música que otorga el gobierno de España en 2009. Entre ensayos y descansos, la soprano conversó con la diaria.

-Va a interpretar La voz humana, una ópera por demás compleja, ya que es un monólogo de 40 minutos, que implica el esfuerzo de cantar todo el tiempo.

-Es una obra, como bien dices, complicada y compleja. Porque no solamente se necesita la voz, sino la parte actoral muy marcada. Y, por supuesto, sentir que hay otro interlocutor. Todo eso implica estar 40 minutos tú sola encima del escenario, con una orquesta, y con unas tonalidades que tampoco son fáciles. Implica que hay que trabajar mucho la obra, pero hay momentos en tu carrera en los que puedes abordar ciertas obras, porque tienes esa madurez, o esa altura para poder abordarlas.

-Al ser un monólogo y a su vez una conversación telefónica, el espectador tiene que imaginar lo que sucede del otro lado de la línea.

-Ésa es la maravilla de esta obra, que el espectador puede imaginar todo lo que quiera, porque puede ser el interlocutor, la persona que está ahí respondiendo a toda esa evolución de sentimientos, a toda esa carga de sentimientos humanos. Cuando hay una ruptura, todo el mundo se puede sentir muy implicado y completamente reflejado.

-La obra es contemporánea, y su temática también.

-La temática sigue siendo actual, ésa es la maravilla de Cocteau y Poulenc. Fíjate, se estrenó en 1958, han pasado 57 años, y todavía es algo que se vive. Porque el sentimiento humano de la ruptura no ha cambiado tanto. Quizá en esta obra se ve más a la mujer sumisa, que ahora podría no serlo tanto; pero, de todas formas, hay una modernidad muy fuerte allí, y sobre todo en el final, que queda abierto. Quiero decir, Ella [el personaje de la mujer] rompe, pero no rompe con su vida, porque hay finales que son muy trágicos, y se piensa que se va a matar. Pero el autor no lo pone en ningún sitio, ni en el monólogo escrito ni en la ópera; se deja abierto.

-La obra tiene unas inflexiones modales y progresiones armónicas bastante alternativas, por llamarlas de alguna manera...

-Costó mucho trabajar a Poulenc. Es un mundo armónico diferente. Lo más difícil de esta obra es, como dices, mantener esa tensión durante todo ese largo tiempo, aparte de que tonalmente no sea fácil. Yo la veo muy bipolar a Ella. La obra tiene una estética que, en ese tiempo, en 1958, es de [Alfred] Hitchcock. Esa tensión; hay momentos en los que te suenan los films: “Qué va a venir, qué va a venir”. Eso no pasa con [Claude] Debussy, por ejemplo, que es otra cosa.

-En efecto, Poulenc formaba parte del grupo llamado Les Six (los seis), que estaba en contra del estilo de Debussy.

-Sí, es otra estética completamente diferente: el impresionismo.

-La ópera contemporánea, es decir, la del siglo XX, parece que se deja bastante al margen en el repertorio habitual: hay omnipresencia de Mozart, Verdi, Rossini, etcétera; o sea, siglo XVIII y XIX.

-Ésta es una ópera en la que hay momentos muy cantados y momentos efectivamente muy teatrales a la hora de decir el texto, pero hay una armonía, una armadura. Lo que no puedo concebir en las óperas del siglo XX es que sean solamente sonidos para aquí y para allá, que no tengan ningún sentir. Ahora se escuchan cosas que para mí no tienen sentido.

-¿El espectáculo que se presenta hoy en el teatro Solís es el mismo que se realizaba en España?

-No, es un mix, porque no se podía traer toda la producción. Una característica especial es que la orquesta está arriba, no abajo; eso ayuda a que musicalmente atraiga más, porque envuelve mucho más. Se hizo un mix porque no se podía cambiar todo. La escenografía es diferente; parece ser que era muy costoso traerla desde allá. Como siempre, pasar este charco grande es costoso. Aquí va a ser otra cosa, porque la voz va a ser en uruguayo. Y el texto de Cocteau, que lo interpreta una actriz, se va a intercambiar en ciertos momentos con la orquesta, y yo también salgo en algunos momentos de esa actuación.

-Usted, como cantante de ópera, obviamente maneja sobremanera la técnica vocal; ¿no le parece que en la música popular a veces se confunde cantar con hablar entonando?

-Hay una confusión enorme, hay gente que habla, que no canta. Cuando oyes todo este tipo de programas de canto, desafinan. La gente que canta verdaderamente bien tiene una técnica de canto, quizá no de la forma tan clásica como la nuestra, pero sí tiene una técnica de canto, de emisión de voz, de aire, de respiración; luego la adapta a su género.

-¿Por qué cree que la juventud no se acerca a la ópera?

-No se acerca por prejuicios, porque piensan que se van a aburrir, y porque los medios de comunicación tampoco ayudan demasiado a acercarse a la ópera. Tú oyes la radio y no oyes música clásica en ningún lado; tienes que irte a una emisora muy específica para escuchar música clásica, mientras que la música popular está ahí, perenne, todo el día. Hay que ayudar al nuevo espectador, que está habituado a ver cosas modernas -con pantallas, porque hoy en día todo el arte es muy visual-, y adaptarlo a la ópera también, para que pueda haber un acercamiento de todo ese público. Cuando se ha hecho una cosa bien y cuando hay una música maravillosa como la de Poulenc, no te puedes aburrir, es imposible.

-¿No cree que en la educación formal falta formación musical?

-Falta la base de la escuela, de educar a la gente a escuchar eso. Por eso, también luego se forma ese elitismo, porque las artes se tienen que formar desde la escuela, desde abajo, para que todo el mundo tenga acceso a ello. Debería ser parte de la educación. Aparte de que la música, o el arte en general -ya sea las artes plásticas, teatrales, etcétera-, aporta luego a tu crecimiento individual. Deberíamos tenerlo más en cuenta, pero los políticos a veces no lo tienen en cuenta, porque les parece que somos saltimbanquis, que esto no sirve para nada. Pero sí sirve, para formar al individuo de otra forma, con unas ciertas sensibilidades. Creo que si educáramos en las artes tendríamos individuos mucho más sensibles a otras cosas, y si la gente tuviese otra sensibilidad, pasarían menos cosas de las que están pasando hoy en día.

-¿Cómo está en España el apoyo del Estado a la cultura?

-Oh, está fatal. En estos momentos es terrible. Nos subieron el IVA al veinte y tanto por ciento, y parece que no lo quieren bajar, y estos espectáculos se han resentido muchísimo. La gente está muy poco motivada para ir, porque cuesta muchísimo. Se quiere hacer la ley de mecenazgo y no aparece. Si el Estado no te sostiene, por lo menos hay que dar facilidad para que haya unos mecenazgos que te puedan sostener, como en Estados Unidos. Realmente es una pena, porque hemos tenido un resurgimiento importante de las artes: se ha formado gente en los conservatorios, en la música, se han formado orquestas durante casi 25 años, y, de pronto, en estos cinco años que llevamos de crisis cayó muchísimo aquello que se formó.

-Es que en toda crisis lo primero que recortan es...

-La cultura.