Llegó a Roma el miércoles de noche, después de haber parado en Livorno, ciudad históricamente de izquierda y ahora administrada por el partido ecologista Movimiento 5 Estrellas. En la ciudad toscana el ex presidente uruguayo José Mujica recibió una acogida muy calurosa; su intervención en el Concejo Municipal fue interrumpida varias veces por las ovaciones y los coros. Gran cantidad de gente se le acercó para abrazarlo. Mujica parecía cansado y viajó en coche hacia Roma cuando ya empezaba la oscuridad.

Despedida

Daniel Ramada Piendibene fue nombrado embajador ante el Vaticano en febrero de 2012. Es la persona que en estos días organizó la gira italiana de Mujica y que el 31 de mayo dejará la sede diplomática. Estaba previsto que su mandato terminara en febrero de 2016, pero cuando en marzo asumió el gobierno encabezado por Tabaré Vázquez, Ramada puso su cargo a disposición. El gobierno aceptó la renuncia: “Es natural que las cosas pasen así: cada gobierno quiere nombrar diplomáticos de su confianza”, dijo Ramada a la diaria.

El camino Livorno-Roma lo llevó a la última etapa de su viaje en Italia, que él mismo definió un viaje de descubrimiento de sus orígenes. Curiosamente, el viaje terminó en la cuna del catolicismo, con una cita con la espiritualidad, simbolizada por la Iglesia de Roma en la persona de Jorge Bergoglio. Una audiencia privada con el papa Francisco, con quien Mujica ya se había reunido en Italia en 2013 y quiso volver a encontrarse. “Tenía previsto hacer este viaje cuando todavía era presidente”, señaló el ex mandatario. Las gestiones para la concreción del encuentro empezaron hace mucho tiempo y estuvieron a cargo de Daniel Ramada Piendibene, embajador de Uruguay ante el Vaticano. El de ayer fue un encuentro privado a las 12.00, cordial y cariñoso, durante el cual los dos hombres hablaron de la integración latinoamericana y de la importancia que tiene para el continente; Mujica pidió al papa trabajar juntos sobre ese tema. Siguió un almuerzo organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que se prolongó hasta las 16.00 y tuvo como tema central de conversación la agricultura y la alimentación. Mujica habló del hambre en el mundo y de las técnicas agrícolas que podrían ser útiles para alimentar a 7.000 millones de personas, así como de la centralidad de la agricultura y de su actual pasión, la escuela agraria que fue instalada en un predio que él mismo donó.

La potencia del marketing que gira en torno de Mujica reveló su magnitud de tarde, cuando el ex mandatario uruguayo presentó un libro que contiene una recopilación de sus discursos traducidos al italiano. A ese evento concurrió una multitud de romanos, acostumbrados a los malos hábitos de los políticos italianos y ansiosos de escuchar las palabras del “presidente más pobre del mundo”, pero que se toparon también con muchos cardenales, curas y monjas, numerosos periodistas y representantes institucionales. Se quiso dar a la iniciativa un carácter antisistema, y Mujica fue acompañado por Milena Gabanelli -una periodista que se volvió muy conocida en la televisión publica italiana (RAI) por sus informes sobre la corrupción- y Roberto Saviano, escritor universalmente conocido por su libro Gomorra, por el que fue condenado a muerte por la Camorra (mafia), por lo que vive con escolta permanente. Pero el lugar donde se llevó a cabo la presentación, un lujoso hotel cerca del Vaticano, sumado a la decisión de dividir el público en dos salas, una con autoridades -con asientos reservados-, donde estaba Mujica, y otra con gente “normal”, que veía al ex presidente uruguayo en una pantalla gigante, dejó un poco de amargura. Muchos decían que ése no era el estilo del presidente que destinó gran parte de su sueldo a los pobres.

En cambio, cuando empezó a hablar, Mujica no decepcionó con su conjunto de anatemas contra el consumismo y a favor de la cultura, con su condena de las multinacionales y la reivindicación del rol del Estado. Habló de los derechos humanos en Uruguay ante un público en su mayoría ignorante de la discusión vigente: “Me acusan de no haber luchado para los derechos humanos. Pero yo sé, ahora que ya soy viejo, que quien me torturó tiene hijos y nietos, y no puedo cerrarle la puerta a esa gente, cortando el diálogo”.