Allá por 2005, en el extinto concurso de bandas Pepsi Band Plugged, los acordes duros de Doberman se hicieron notar. En el mismo año editaron su homónimo disco debut, con el corte de difusión “La piel del lobo”, que hablaba de un “demonio de ojos azules”. El grupo siempre tocó hard rock con aires de AC/DC, pero algunas canciones desprenden una ventolera que directamente hace recordar temas particulares de la banda australiana. En una década pasaron más discos, El último en pie (2007) y Tren calavera (2011), y también pasó el cantante, Ignacio Obes, que dejó la banda en 2013. A fines de 2014 editaron Insoportable, su cuarto y último disco, que presentan mañana a las 21.30 en La Trastienda. Así las cosas, la diaria conversó con el baterista Matías Kramer.

-Éste es el primer disco de Doberman con la formación nueva. ¿Cómo se produjo el cambio?

-Se dio a mediados de 2013. Fue un momento raro, medio particular, porque hubo varios cambios a la vez. Yo me estaba yendo para Buenos Aires por laburo, y Fede Delfino, que era el bajista en aquella época, decidió irse a vivir a Los Ángeles: se casó y cambió de vida completamente. Esos momentos son definitorios, porque cuando se dan todos estos cambios y dejás que el tiempo pase, seguramente te empezás a hundir. Fede conocía a Llambo, Alejandro Llambías, y nos pusimos en contacto súper rápido. Él estaba en un proyecto que se llamaba Muromets, y el Llambo trajo al Rengo, Fernando López, que era el bajista de Muromets.

-Pero no me dijiste por qué se fue el cantante, Nacho Obes...

-Ah... Mirá, nosotros ya teníamos 11 o 12 años como banda, y las relaciones dentro de una banda son casi como una relación de pareja: tenés subidas y bajadas, buenos y malos momentos. Son muchos años juntos. Yo empecé cuando tenía 17 y ahora tengo 30. Uno va creciendo y las relaciones se van desgastando, porque aparecen intereses diferentes. De repente hay cosas que ya no compartís. Nos miramos y dijimos: “Che, esto está como medio raro, ¿no?”. Entonces decidimos ir cada uno por su lado.

-Cuando Obes se fue de la banda escribió en su Facebook: “Soy el primero en lamentar esta decisión. Pero así es la vida, soy cantante, es mi trabajo y grabaré 1.000 discos más, y seguiré cantando ‘La piel del lobo’, ‘Un vaso en alto’, ‘Animal’, etcétera. Sobre el futuro de Doberman, no me incumbe ni me interesa”.

-Sí... viste que esas cosas... Cuando se dan estas situaciones siempre alguno queda medio caliente por una cosa que uno dice, por algún detalle, pero nada. Incluso ahora está haciendo tributos a AC/DC y nos invitó a tocar.

-A diferencia de los anteriores, el último disco, Insoportable, está disponible en la web para descargarlo de forma gratuita.

-Estamos hace tantos años dando vuelta que tenemos gente que nos sigue en Paysandú, en Salto, en Durazno, y desde que sacás el disco físico hasta que les llega, pasa un tiempo, entonces, con el disco virtual, el tipo lo escucha y automáticamente te tira un comentario. Ésa es otra cosa que también estábamos buscando: el contacto con la gente, que digan rápido qué les parece. Porque cambiar el cantante no es fácil. Cuando AC/DC cambió a Bon Scott por Brian Johnson fue todo un tema. Todavía hay debates sobre quién es mejor. Yo tengo mi elección hecha, pero, claro, había uno al que no podías traer de vuelta.

-¿Cuál es tu elección?

-A mí me gusta más Bon Scott. Ojo, Brian Johnson me encanta. Pero escuchás los discos de Bon Scott y tienen otro feeling, el flaco lo sentía... No sé a vos qué te parece...

-Soy de Brian, pero, más allá de eso, hay pocos casos en la historia del rock de una banda a la que se le muere el cantante y luego resurge con un discazo como Back in Black (1980). Creo que AC/DC pudo resurgir porque la cabeza del grupo son los hermanos Young.

-Claro. A nosotros nos pasa algo parecido: la música de Doberman siempre la hicieron Andrés [Mozzo] y Germán [Seoane]; no el 100%, pero la esencia de Doberman siempre la tuvieron ellos dos.

-Yendo al nuevo disco: noté algunas melodías vocales más trabajadas, incluso más pop, como la de “Santos inocentes”.

-Cuando arrancamos, en aquel momento, éramos todos muy jóvenes, y la idea era guitarra fuerte, melodía poderosa y batería que hiciera “tum pa, tum pa”; cuanto más fuerte sonara, mejor. Eso, a medida que vas escuchando los discos de Doberman, va cambiando, y evolucionó a lo que es hoy, que si bien tiene influencia de AC/DC, también la tiene de Guns N’ Roses y de alguna banda un poco más nueva, que viene más que nada del Llambo. Es un disco que marca una diferencia más fuerte con lo anterior. Lo de las melodías fue buscado, que tuviesen mayores variaciones. Tiene esos juegos entre música muy pesada y melodías no tan fuertes pero melódicas. Es un disco dinámico. Eso también tiene que ver con el laburo que le pusimos al disco. Para hacer la baterías me aislé en mi casa una semana a tocar arriba de las maquetas que teníamos. Todos los piques son diferentes. Cada tema tiene su particularidad.

-La influencia de AC/DC es más que clara, por ejemplo, en la guitarra rítmica entrecortada. Pero el último tema, “No va más”, tiene un riff pornográficamente similar al de “Big Gun”.

-Hecho en otra dimensión, pero sí, por supuesto. Igual, “Big Gun” tiene versiones de bandas uruguayas que escuchás y decís: “Pero esto es ‘Big Gun’ tocado a otro tiempo”. Lo que pasa es que esas cosas se van repitiendo. A Doberman siempre le gustó que cuando vos pienses en hard rock pienses en Doberman.

-Cuando ustedes arrancaron también estaban Vinilo y Gasoil, que tocaban ese palo.

-Exactamente. Incluso Hereford en un momento fue hard rock. Estaban La Trampa y un montón de bandas que ahora no están.

-Pero La Trampa tenía algunos ribetes más metaleros, e incluso bastante de folclore.

-Sí, tenía su vuelta. Bueno, Coné [Mauricio Vecino], de Vinilo, va a estar de invitado en el show. Para este toque dijimos: “Vamos a traer a todas aquellas personas que fueron musicalmente relevantes para nosotros, amigos, que representen un poco eso: el rock”. Entonces, de invitados tenemos a Frankie Lampariello, que ahora canta en Hermanos Brother; Coné, que está con Amigos Inflables; Bruno Andreu, de Once Tiros; y Christian Cary, de La Triple Nelson.

-Después de una década, ¿qué diferencias notás en la movida rockera actual?

-Hay una gran diferencia. Cuando empezamos, en 2002, la música nacional estaba levantando. Uruguay estaba con el tema de la crisis, el dólar se había ido a la mierda, era mucho mas difícil comprar un CD, e internet no era lo que es ahora. Era muy difícil estar en contacto con bandas del exterior, y por eso, creo yo, se empezó a mirar más hacia adentro que hacia afuera, y de repente la gente empezó a seguir la música nacional. Había 700 bandas. Me acuerdo de que entrabas en la página de Banda Joven y estaban ordenadas por nombre: por cada letra tenías 20, 30 bandas; había bandas hasta con Z. Era una cosa de locos en aquel momento. Y todas tenían un demo. Porque fue muy rápida la evolución, de grabar en un garaje sonando horrible a hacer una buena grabación en un buen estudio. Había un montón de lugares donde tocar. Los boliches contrataban bandas para que fueras a tocar al interior, como pasa hoy con una banda de cumbia. O sea, estaban pasando la música con la gente bailando, cortaban y arrancaba el rock, el ska, lo que fuera.

-¿Por qué le pusieron Doberman a la banda?

-Era un nombre que tenían los guitarristas. Andrés y Germán se conocen desde hace muchos años y ya tenían la idea de formar una banda que se llamara así. Simboliza un poco el estilo de la música.

-Una banda de hard rock que se llame “Chihuahua” quedaría mal.

-No, claro. Eso no va.