En Bastrop, una de las localidades de Texas, al sureste de Austin, donde los cuerpos de elite del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y los Marines van a ejercitarse entre julio y agosto, los ciudadanos organizaron una asamblea para expresar su temor de que el Jade Helm 15 sea una excusa del gobierno federal para decretar la ley marcial o confiscar sus armas de fuego. Algunos incluso llegan a pensar que podría tratarse de un intento de invasión y se vieron carteles que decían “No a la Gestapo en Bastrop”. Esa asamblea fue organizada para recibir a un representante del Pentágono, que había viajado hasta el lugar para intentar tranquilizar a los habitantes que le preguntaron cómo podían estar seguros de que les estaba diciendo la verdad.

Al día siguiente de este episodio, ocurrido en abril, el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, anunció su intención de mandar vigilar la actuación de las tropas de elite de las Fuerzas Armadas estadounidenses. Prometió garantizar las libertades y pidió a la Guardia Estatal, que depende de su gobierno, que vigile el entrenamiento de los militares.

La teoría de un supuesto complot del presidente Barack Obama, del Partido Demócrata, surgió a partir del mapa que se difundió en marzo al informar del ejercicio militar, que también se va a desarrollar en otros siete estados. En el documento, Texas, Utah y el sur de California aparecen como zonas “hostiles”, marcadas en rojo.

El actor texano Chuck Norris, un notorio conservador, se sumó a la polémica. “El gobierno dice que solamente son entrenamientos. Pero no estoy seguro de que el término ‘solamente’ se corresponda con la realidad cuando lo usa el gobierno”, escribió.

También adhirieron a la teoría conspiracionista el senador Ted Cruz, precandidato republicano a la presidencia, que hizo un llamado al Pentágono, y el diputado republicano por Texas Louie Gohmert, que estimó que el mapa del entrenamiento apunta en particular a aquellos estados “apegados a sus armas y su región”. A su entender eso explicaría que sean catalogados como “hostiles” por Obama.

También surgieron versiones más tranquilizadoras, que se sumaron a los intentos de la mayoría de los medios de desactivar la controversia. Así, el ex gobernador y potencial candidato republicano a la presidencia Rick Perry cuestionó la decisión de su sucesor y compañero de partido, Abbott. “Creo que se puede confiar en nuestros militares. Otra cosa es su liderazgo político, que siempre es cuestionable, pero no los hombres y mujeres en uniforme”, dijo Perry, que está retirado de la Fuerza Aérea.

El presidente del comité de Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes, el republicano Mac Thornberry, consideró, por su parte, que esa medida de Abbott es “ridícula” porque los militares “son patriotas estadounidenses, increíblemente capaces”, y que “el solo hecho de insinuar que serán una especie de ejército privado del presidente para llevarse todas las armas es simplemente ridículo”.

Incluso el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest, habló del tema y se preguntó “en qué estará pensando Abbott”, y el Pentágono emitió un comunicado para aclarar que ese entrenamiento “no supone amenaza alguna para las libertades civiles de los estadounidenses”.