La historia de la beba recién nacida que fue abandonada en un contenedor de basura recorrió el país de punta a punta, conmocionando a todos tanto por lo terrible del abandono como por lo grandioso del hallazgo. Los medios de comunicación le dieron amplio espacio mediante tapas de periódicos, portales web y extensas notas en radio y televisión. La cobertura incluyó los detalles de cómo y dónde fue encontrada, las palabras emocionadas de los héroes (albañil, policías) y también la imagen de la niña en el hospital, luego de que alguien compartió su foto en las redes sociales.

¿A qué viene el título de esta nota? A que incluso esta información de relevante interés público, que despertó bronca y tristeza pero también esperanza y alegría por el rescate, debe ser considerada con especial atención por los periodistas y medios de comunicación que la difunden, en tanto “el sujeto” de la noticia es una persona con derechos.

El Código de la Niñez y la Adolescencia votado en 2004 por todos los partidos políticos reconoció, en sintonía con estándares internacionales ratificados por Uruguay, que los niños y niñas tienen derecho a la “privacidad de su vida” (artículo 11). Esto es, que tienen derecho a que “no se utilice su imagen en forma lesiva, ni se publique ninguna información que los perjudique y pueda dar lugar a la individualización de su persona”. El mismo texto se encuentra en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (artículo 31), que agrega que también se debe proteger este derecho “en circunstancias donde se discutan su tutela, guarda, patria potestad o filiación” -como en este caso-, por lo cual “los servicios de comunicación audiovisual se abstendrán de difundir nombre o seudónimo, imagen, domicilio, la identidad de sus padres o el centro educativo al que pertenece u otros datos que puedan dar lugar a su individualización”.

Lo maravilloso de este caso -e inspiración y objetivo de este artículo- es que tales derechos fueron respetados por los medios y periodistas que cubrieron la noticia. Algunos, como Canal 10 y TNU, hicieron pública desde el primer momento una foto con la cara de la beba oculta o pixelada para proteger su identidad, seguramente siguiendo sus códigos de ética o guías para el tratamiento periodístico de estos temas. Otros medios, como Teledoce, Canal 4 y El Observador (en su página web) no tomaron inicialmente esa medida pero corrigieron de inmediato el error, porque ellos mismos se dieron cuenta o porque la presidenta del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), Marisa Lindner, recordó la normativa vigente en una conferencia de prensa. Algunos medios incluso hicieron notas cubriendo este aspecto del tema y todos apoyaron la difusión de las recomendaciones del INAU, tal como reconocen sus funcionarios.

A propósito de esto, hay que destacar la actuación del INAU: activa y firme, pero respetuosa. Este organismo está obligado a proteger a la infancia, por las normas citadas y por sus propios cometidos institucionales. Pero además le toca la responsabilidad directa en este caso, por tener la tutela de la niña. Lo primero que hizo el INAU fue hablar, explicar y sensibilizar, no sancionar. Y logró, gracias a las orejas receptivas de los medios de comunicación, obtener un resultado exitoso para todos.

Éste es un caso de periodismo de calidad. O de periodismo, simplemente. Demuestra que hay formas de respetar el derecho de las personas frente a los medios sin violentar el derecho a expresarse e informar de esos medios.

Hay que mostrar y destacar estas actitudes profesionales, de responsabilidad social y de autorregulación, una palabra que se ha desgastado mucho últimamente. No es el único ejemplo, pero por estos días hemos visto otras formas de tratar la información -como en la cobertura del secuestro de la médica Milvana Salomone-, y es más importante que nunca señalar las buenas prácticas.

La cobertura periodística del rescate de nuestra pequeña beba uruguaya ilustra bien aquello que afirmaba mi amigo Alberto Breccia, ex secretario de Presidencia, cuando fundamentaba el alcance de la llamada “ley de medios”: “Nuestra apuesta es a que haya tanta autorregulación como sea posible, y sólo tener la regulación que sea estrictamente necesaria”. De eso se trata.