Hace casi una década que Mateo Moreno dejó de deslizar sus manos por los bajos de No Te Va Gustar -Todo es tan inflamable, de 2006, fue el último disco en el que participó-, banda que lo tuvo como parte del trío fundador (junto con Emiliano Brancciari y Pablo Chamaco Abdala) y también como compositor de algunas canciones (“Te quiero más” y “Ya entendí”, entre otras). Por lo tanto, seguir hablando de “el ex bajista de No Te Va Gustar” o buscar en su trabajo huellas sonoras de su antigua banda sería anacrónico e injusto para un músico que hace rato que arrancó una carrera solista. Luego de editar Auto (2008) y Calma (2010), y de cinco años de silencio (“yo rápido no voy, / no quiero ser un reloj”, cantaba en “El reloj”, de su primer disco), Moreno acaba de lanzar lo que parece un verdadero tour de forcé en su carrera: Meridiano.

Se trata de un disco de una hora de duración (es largo para los tiempos que corren -ni hablar para los que vuelan- y requiere más horas aun asimilarlo adecuadamente), grabado en vivo en el estudio; es decir, básicamente todos los músicos tocaron al unísono y sin overdubs. Como resultado, el álbum transmite una sensación de frescura y desinhibición que no se percibe en ninguno de los dos discos anteriores de Moreno. Meridiano desparrama una onda expansiva que no se sabe en dónde va a terminar; eso tan difícil de describir con palabras y que algunos gustan de llamar groove. El segundo verso de un tema puede tener algún detalle distinto del primero, o de repente aparece un solo de guitarra -o una voz rapeando- en donde no lo esperamos. Pero, a su vez, mientras nos da cierta idea de zapada, de improvisación, la música suena compacta -no hay nada que parezca desubicado- y rítmicamente sólida. Por ejemplo, “Todo pasó”, que probablemente sea la mejor canción del disco -no en vano es la primera-, tiene un despreocupado e irresistible ritmo funky -sobre todo, en los versos-, llevado con autoridad por las guitarras eléctricas -a cargo de Pedro Alemany y Alejandro Luzardo- y el bajo, que se pelean por el protagonismo y hacen fluir el tema con soltura.

Así como no sabemos para dónde va una canción particular, menos sabemos qué destinos sonoros deparará el disco. Es ecléctico: al siguiente tema ya estamos inmersos en otro ritmo o estilo completamente distinto. Por ejemplo, “Maya” tiene unos cimientos candomberos a los que se suma una melodía de vientos que podría estar en cualquier álbum ochentero de Ruben Rada -la influencia es tan clara que canta como invitado el mismísimo Rada-. “1.000 velas” es un pegadizo reggae -también tiene su buena melodía de vientos- que homenajea a Marcel Curuchet, tecladista de No Te Va Gustar fallecido hace tres años. La canción fue compuesta por Curuchet (música) y Moreno (letra), y cuenta con varios invitados, entre ellos, Emiliano Brancciari. También hay caricias al pop, como “Coraje” y “Enardece”.

La mayoría de las canciones fueron compuestas por Moreno (hay algunas excepciones, por ejemplo, “Tus ojos”, que fue escrita entre Chamaco Abdala y Moreno), por lo que toparse con un cover en Meridiano es una verdadera sorpresa: “Hipocresía”, de Rubén Blades (original del álbum Tiempos, de 1999), que Moreno canta como si fuera suya (a su estilo, monótono), en una versión un poco más rápida que la original y más contundente, gracias, en parte, al pulso de Martín Ibarburu -quien se encarga de la batería de casi todas las canciones del álbum- y sus espasmódicos golpes en los versos, que son como dardos sonoros, acordes a la letra: “Ya no hay izquierdas ni derechas, / sólo hay excusas y pretextos. / Una retórica maltrecha / para un planeta de ambidiestros”.

Al meternos de lleno en las letras, descubrimos que en Meridiano hay, justamente, una línea conceptual que enlaza varias canciones. La portada del álbum ya nos da un avance de la idea central: una línea divide la cabeza de Moreno en dos mitades iguales: en la primera se lo ve cabizbajo, transmitiendo una inequívoca señal de tristeza; en la otra mitad -que está al revés-, en cambio, Moreno aparece erguido y sonriente, lo más parecido a feliz. El meridiano del disco divide la tristeza de la felicidad.

El disco cuenta con muchos invitados, entre los que se destacan -además de los ya mencionados-: Diego Rossberg, cantante de Cuatro Pesos de Propina; Alfredo Chole Gianotti, de La Abuela Coca (por supuesto, aporta su voz en el reggae “1.000 velas”); Carmen Pi y Camila Sapin (hacen coros en varios temas); Edú Pitufo Lombardo (voces y arreglos en “Para qué tanto dinero”) y Matías Rada, que la descose haciendo de las suyas con el talkbox en “Todo pasó”.

Además del CD, la cajita de Meridiano trae un DVD con videos de las grabaciones de varias canciones del álbum y temas en vivo de discos anteriores. También incluye varios extras, como las letras y los acordes de cada canción. Pasó un lustro desde su anterior disco, pero con este regreso quedó más que claro que Mateo solo bien se lame.