Mi villano favorito y Mi villano favorito 2 pusieron a Illumination Entertainment -la división de animación por computadora de Universal- como una importante nueva voz en el ámbito de la animación destinada a “toda la familia”. Había muchas cosas buenísimas en ambas películas, y entre ellas estaban los Minions, esos seres amarillos con forma de cápsula de remedio que rendían culto a Gru y lo ayudaban a hacer sus maldades. En ningún momento se explicaba exactamente qué eran (si un invento tecnológico, si seres extraterrestres o qué) y la gente en las calles no reaccionaba ante ellos con especial extrañeza. Eso, más el aspecto caricaturesco de los personajes (más caricaturesco que lo que es común en Pixar), más las escenografías y objetos medio expresionistas -que violaban la perspectiva-, acercaban (sin llegar a igualar) esas películas a la libertad de los Looney Tunes o La pantera rosa. Como tantos personajes de estas series, además, los Minions son medio preverbales, o mejor, se expresan en forma limitada en un idioma absurdo hecho de fonemas no verbales y fragmentos de frases en los más diversos idiomas -tanto es así que, en todos los idiomas para los que se dobla la película, y tal como pasaba con el Pato Donald, las voces de todos y cada uno de los Minions está hecha por el mismo doblador, quien es uno de los directores de la franquicia, el francés Pierre Coffin-. Los Minions tienen una saña anárquicamente destructiva (a la manera de los Gremlins, o de Harpo Marx, o de Los Tres Chiflados), pero al mismo tiempo parecen seguir ciertos rituales en forma obsesiva compulsiva, combinando torpeza con ingenio, en lo que tienen muchos componentes de cachorros de bichos -sobre todo perros-. Quizá por la distancia segura establecida entre nuestro asiento en el cine y el mundo que transcurre en la pantalla, tendemos a sentir cierta ternura por los Minions mientras disfrutamos virtualmente, con ellos, del placer liberador del acto de destruir o deconstruir.

En Mi villano favorito 2 la participación de los Minions era aun más destacada: viabilizaban y motivaban esta nueva película que es simultáneamente una precuela y un spin off. En un prólogo vemos la historia de los Minions, explicados como criaturas naturales que sólo se realizan cuando tienen un amo villano. Perdidos desde hace un par de siglos en un paisaje nevado, se sienten desconsolados por ya no tener un villano al que seguir. Tres voluntarios deciden hacer una incursión a regiones habitadas para conseguir a alguien que rescate a su tribu de ese estancamiento. Luego de unas pocas peripecias, van a terminar en Londres en 1968-1969, con el cometido de robarle la corona a la reina.

Siempre es una delicia ver a los Minions, tan bien caracterizados aquí como siempre. Verlos y escucharlos (ya antes de que “empiece” realmente la película, tenemos una versión de la solemne viñeta de Universal cantada por un coro de Minions). Si usted no sabe qué hacer con sus hijos en vacaciones y ya vio Intensa-mente, ésta es una opción bastante buena. Ahora sí, no se espere algo tan bueno como Mi villano favorito. En cuanto eran un agregado de color a la historia de Gru y sus tres hijitas, los Minions eran una genialidad, pero otra cosa es sostener con ellos un largometraje entero.

Además, a mi juicio, se explica demasiado, lo que tiende a “normalizar” el universo de la película, cuando había mucho más gracia en su absurda incongruencia (sería como si alguien hiciera una precuela de Las tortugas ninja que mostrara que fueron criadas por un historiador de arte renacentista y por eso tienen los nombres que tienen). Esa normalización alcanza incluso algo del estilo visual: aunque los seres vivos siguen siendo, como en toda la serie, bien caricaturescos, los paisajes (campestres y urbanos) ahora tienen una calidad casi fotográfica (campos de trigo en los que se distingue cada ramita, un mar que se comporta con toda su complejidad de fluido en contacto con objetos flotantes). Las dos Mi villano favorito (sobre todo la primera) tenían algunas partes de humor medio bobo y sumario, mezcladas con otras de humor finísimo; aquí la proporción es mayor, y demanda del espectador mayores dosis de voluntariosa complicidad en la pavada (la villana Scarlet Overkill es especialmente primaria). Ubicar la película en 1968 propicia abundantes oportunidades para referencias al arte popular que Illumination adoptó a partir del modelo DreamWorks, y eso incluye una banda musical sensacional de oldies rockeros. Pero, por otro lado, convierte en algo lineal y motivado otro elemento que en Mi villano favorito era gratuito: la música incidental tipo 007 tiene tanto que ver con ladrones en Inglaterra en los 60, que ni gracia tiene.