-¿Cómo empezaste a usar títeres? ¿Cómo encontraste ese lenguaje?

-Como decís, los encontré. No es algo que busqué o que me haya interesado de antemano. Quise conocer América Latina, hacer un viaje largo que me permitiera entender realmente qué es América Latina. Ese viaje duró 12 años. A los dos años descubrí -aunque lo sabía desde el principio- que tenía que ofrecer algo, y eso tenía que ser lo que me permitiera vivir; de esa forma me haría conocer y me contactaría con la gente del lugar. Ese “algo” fueron los títeres. Yo había construido un muñeco antes de salir. Soy profesor de educación física, y cuando llovía y en la escuela no podía dar clase llevaba un muñeco con el que jugaba con los chicos para pasar la hora. Tenía construido un personaje que se llama Boby, que es el protagonista de El camino. A partir de la construcción de ese personaje terminé construyendo otros, y otros espectáculos, y me puse el nombre El Titiritero de Banfield. Entonces, la razón es que por ser viajero soy titiritero.

-El viaje es protagonista en tus espectáculos...

-Nunca me planteo cosas extras que contar. Siempre estoy en mi historia, en mis preguntas. Al convertirme en una persona que viaja, las preguntas que me hago todo el tiempo tienen que ver con una persona que está viajando, que está contando cosas del origen, viendo cosas que le hacen repensar su vida. Que hable del viaje es la consecuencia lógica. Y la única cosa de la que empiezo a tener certeza es de dónde vine. Eso, al final, se termina transformando en un juego, en un recurso inagotable.

-En su origen, el arte del titiritero es un arte viajero.

-Yo creo que era un arte viajero, pero hace muchísimo tiempo que ya no lo es. Suelo tener debates con artistas que dicen “me voy de viaje”, pero yo no creo que se vayan de viaje. Por ejemplo, yo no vine de viaje acá, vine de gira: sabía quién me recibía, dónde me presentaba, la hora, sabía que me iban a hacer entrevistas. Cuando vos te vas de viaje no sabés nada: lo esencial del viaje es no saber y la posibilidad de aprender. Retomando lo que decías, originalmente los titiriteros son parte de aquellos artistas trashumantes que iban contando historias. Por lo menos eso es lo que se dice. Habría que ver si realmente era así, pero es lo que nos contaron que sucedía, como cuenta la canción de [Joan Manuel] Serrat: “de aldea en aldea”. Cuando empecé a ser titiritero fui detrás de ese sueño, pero rápidamente me encontré con que la mayoría no lo hacía.

-¿De qué tratan las obras que vas a presentar en Montevideo?

-Viejos de mi… es mi última obra y la última de la trilogía sobre la vejez. La escribí, la dirijo y también actúo en ella. Es la que me ha costado más tiempo hacer, porque enfrenté problemas técnicos que no sabía cómo resolver: la escribí en 2003 y recién la pude estrenar en 2013. Quería hacer una obra de una sola historia con un solo títere, y que la obra se bancara. Me propuse ir más lejos en mis búsquedas profesionales en el arte de la manipulación: siempre había manipulado a la vista, siempre había manipulado dos personajes a gran velocidad, de tal manera que se viera a los dos, por lo tanto eso no me parecía un problema; el desafío era construir y actuar un personaje mientras estaba haciendo actuar a un títere. Además, quería indagar en otros lenguajes. Como me encanta dibujar, fui en ese sentido. Me sedujo la animación en vivo, y empecé a pensar en la yerba como medio. Es una obra sobre la amistad, y el mate es el símbolo de la amistad en Argentina y en Uruguay, entonces me propuse animar con yerba mate, de la misma manera que se hace con arena. Fue una dificultad muy grande por la textura de la yerba, pero fue un viaje que estoy muy contento de haber transitado.

-¿Por qué elegiste el tema de los viejos?

-Porque yo fui un niño que tuvo abuelos. Mi niñez fue marcada por el amor de mis abuelos. Tengo un gran cariño y una tendencia a llevarme bien con los viejos. Un viejo, no importa quién sea, me parece alguien extraordinario. Hay un momento de tu vida en que te das cuenta de que estar no es fácil; que te pasen los años, eso sólo, no es fácil. Entonces me pregunto: “¿Cómo hizo este tipo para aguantarse, nada más que a él mismo?”. Siempre me dio curiosidad. Además, como era un tema poco transitado, me parecía que tenía más posibilidades de aprovechar los recuerdos que tenía para construir cosas nuevas.

-Y el sábado presentás En camino.

-Es la obra del medio de la trilogía del viaje. Es una de las que hice viajando, y gran parte de ella fue creada en Montevideo: fue estrenada en noviembre de 1997 y todo ese año estuve acá -de hecho, sólo fui a Buenos Aires para estrenarla en Banfield-. Fue la forma de responder a esas certezas que tenía con respecto al viaje, de tratar de hacerle al público preguntas sobre lo que es viajar, lo que se puede vivir viajando; que en realidad el viaje no tiene que ver con salir de viaje, sino que las personas pueden viajar sin salir de su lugar. Quería jugar con todo eso de forma poética y con humor: la característica que marca mi primera trilogía es la presencia constante del humor.