El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hizo saber la semana pasada a un diario de su país que llamó al presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, para agradecerle su apoyo en distintas instancias internacionales, entre otras cosas por haber votado, en el Comité de Organizaciones No Gubernamentales del Consejo Económico y Social de la ONU (Ecosoc), en contra de recomendar que se conceda la condición de consultora a la ONG británica Palestinian Return Centre (PRC).

Dos cosas llamaron la atención: que la noticia haya tenido escasa repercusión en los medios uruguayos y que efectivamente fuera cierta, ya que estaría confirmando -en los hechos- un giro en la relación de Uruguay con Israel.

The Jerusalem Post tituló la semana pasada: “Netanyahu calls Uruguay’s Vázquez to thank him for support” Netanyahu llama a Vázquez para agradecerle su apoyo, y añadió expresamente que la llamada se debió a que el primer ministro considera a Vázquez “un amigo”.

Según la fuente citada de la oficina de Netanyahu, el gobierno uruguayo “se ha desatado del grupo de países que votan automáticamente en contra de Israel”. El nuevo acercamiento entre ambos estados se funda en que, como señala la nota, el 2 de junio Uruguay, junto con Estados Unidos e Israel, votó en contra del PRC, acusado por el gobierno israelí de defender los intereses de Hamas. La recomendación al plenario del Ecosoc fue aprobada con 12 votos a favor y tres abstenciones.

Otro punto de contacto se registró en diciembre del año pasado, cuando Vázquez anunció que Bernardo Greiver (en ese momento embajador en Tel Aviv) se transformaría en director general de Relaciones Exteriores de la cancillería. Esa designación puede entenderse como “una señal” (positiva) hacia Israel, expresó el entonces futuro ministro Rodolfo Nin Novoa.

En la nota de Jerusalem Post se afirma que “cuando se trata de apoyar a Israel, Uruguay se está convirtiendo en el Canadá de América del Sur”, debido al cambio de rumbo del país. Eso va en desmedro de las señales emitidas durante la presidencia de José Mujica respecto a estos temas.

En las dos instancias más importantes ante la ONU, el anterior gobierno se comportó de igual modo: en la primera de ellas, cuando se decidió si Palestina debía convertirse en miembro pleno de la UNESCO (107 votos a favor y 14 en contra) y en la segunda al definirse el ingreso de Palestina como Estado observador en la propia ONU (138 votos a favor y nueve en contra). En ambas ocasiones Uruguay alzó la mano a favor de Palestina.

Con la misma orientación se manejó ante las recientes incursiones de Israel en la Franja de Gaza: en 2012, por medio de un comunicado del Mercosur que condenó la desproporción de fuerzas; el año pasado, cuando la operación Margen Protector, que dejó un saldo aproximado de 2.000 palestinos muertos (500 eran menores) y 70 israelíes muertos (casi todos militares), el presidente Mujica, sin ir tan lejos como otros países de la región al retirar sus embajadores de Israel, dijo sin miramientos que la ofensiva israelí le parecía “un genocidio” y que el territorio gazatí era comparable a un “campo de concentración”.

Si bien se sabe que cada gobierno tiene su impronta, los recientes hechos han tomado un cariz más agudo de lo imaginado, enviando señales opuestas a las emitidas por Uruguay y la región en los últimos años.

No obstante, la noticia pasó casi inadvertida en los medios de comunicación uruguayos, cuando merecía otra atención por el viraje del nuevo gobierno y por el país involucrado. No sólo es el llamado amistoso de Netanyahu, de por sí polémico por los antecedentes del primer ministro, sino también la votación de Uruguay en el marco del Ecosoc, que lo alineó con Estados Unidos e Israel, dejando entrever un apoyo al statu quo en Medio Oriente.

PRC negó estar vinculada con Hamas y amenazó con adoptar medidas legales por esa acusación. A Israel le incomodan las organizaciones de este tipo porque son testigos directos de la situación en Palestina, donde desde la ocupación de 1967 ha ganado territorios cual pac-man, por medio de la extensión de asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este, avasallando los derechos del pueblo palestino en violación de las leyes internacionales.

Este giro del gobierno uruguayo evidencia los problemas que siguen existiendo en el Frente Amplio para sostener una política común, en este caso respecto del conflicto palestino-israelí; en teoría no tendría que oponerse a una ONG que trabaja con los refugiados de un pueblo oprimido desde hace tanto tiempo.

En todo caso, lo que parece primar en esta administración son los vínculos comerciales y la voluntad de “abrir mercados”, olvidando los gestos políticos que se puedan realizar hacia un Estado que hace caso omiso a los llamados de la ONU para que detenga los asentamientos y se retire de los territorios ocupados, y compromete así la solución de los dos estados.