La ausencia de lluvias significativas en los últimos meses ha llevado al gobierno a declarar un “estado de emergencia agropecuaria” para los departamentos del este del país, los más afectados por la sequía. No se trata de un hecho aislado; es consecuencia de la gran variabilidad climática de nuestro país, donde los desastres naturales están siempre relacionados con el clima. ¿Es posible predecir estos eventos e informar a tiempo para tomar las medidas adecuadas y mitigar sus efectos?

¿Por ejemplo, cuál es la probabilidad de que la próxima primavera sea más seca que lo normal? Responder este tipo de preguntas es el objetivo de la predicción climática estacional, o sea la determinación de cambios en la estadística trimestral de determinada variable meteorológica. Se diferencia del pronóstico del tiempo en que éste apunta a predecir el estado de la atmósfera en los días inmediatos, por ejemplo la temperatura máxima para las próximas 48 horas.

El ejemplo anterior muestra que la información climática resulta estratégica y debe ser precisa, honesta y comunicada a tiempo para la toma de decisiones. Algunas estimaciones establecen que cerca de 70% de la economía de nuestro país depende en forma directa o indirecta del clima. Sectores como el agropecuario y la producción energética son muy sensibles, mientras que otros como la salud y la actividad turística también son afectados, pero en menor medida, por los vaivenes del clima.

La clave para la predicción climática está en la influencia de los océanos sobre la circulación atmosférica. Mientras que la atmósfera está caracterizada por una evolución muy rápida, los cambios en un océano son mucho más lentos. Dado que en algunos casos la evolución oceánica puede predecirse con una antelación de seis a nueve meses, es posible realizar predicciones climáticas de lluvias y temperatura en forma anticipada. El fenómeno llamado El Niño, un calentamiento inusual del océano Pacífico ecuatorial, tiene una duración aproximada de un año y es la base sobre la cual se construyen las predicciones climáticas trimestrales actuales, debido a su capacidad de alterar la circulación atmosférica a miles de kilómetros de distancia. De hecho, fue la ocurrencia de un fenómeno El Niño muy intenso en 1982-1983, lo que generó anomalías climáticas a nivel global con costos enormes en las economías, y aceleró el desarrollo de los estudios climáticos. De igual forma, perturbaciones en los océanos Índico y Atlántico también pueden inducir anomalías atmosféricas en regiones muy distantes de ellas.

Debido a esta posibilidad, la comunidad internacional ha comenzado a sentar las bases para los servicios climáticos, que incluyen la producción, traducción, transferencia y uso de conocimiento del clima en el proceso de toma de decisiones y desarrollo de políticas. Para eso se necesita investigación básica y aplicada en clima, así como estudios sobre vulnerabilidad social y comunicación de la información. Estos temas forman una red de conocimientos, un entramado que debe ser hilado muy cuidadosamente para mejorar la información climática a brindar.

Nuestro país está fuertemente influenciado por El Niño, y si bien eso muchas veces es considerado una amenaza o un riesgo, también implica una oportunidad para planificar actividades en los diferentes sectores en función de las anomalías climáticas previstas. El territorio uruguayo es una de las regiones donde es posible proveer información climática útil para la toma de decisiones.

La meteorología en Uruguay es una ciencia incipiente con un rezago internacional evidente, pero que en los últimos años ha mostrado un crecimiento importante debido a la formación de universitarios en la disciplina. Con el retorno de la democracia, de 1987 a 1996 estuvo abierta la Licenciatura en Ciencias Meteorológicas en la Facultad de Ciencias, de la que egresaron las dos primeras licenciadas del país. Posteriormente, en 2005, el famoso temporal del 23 de agosto actuó como disparador a nivel político y ayudó a catalizar iniciativas universitarias que se venían desarrollando para abrir una nueva carrera. Es así que en 2007 se estrenó la Licenciatura en Ciencias de la Atmósfera, que llevan adelante las facultades de Ciencias e Ingeniería y que ya cuenta con sus primeros egresados.

Junto a la actividad de enseñanza, en los últimos años ha despegado la de investigación, vital para un buen desarrollo de la disciplina. En ese sentido, el Departamento de Ciencias de la Atmósfera apunta a colaborar en el desarrollo de los servicios climáticos mediante líneas de investigación relevantes para el país y una sólida base científica. Esas líneas de investigación del grupo, actualmente formado por una decena de personas, incluyen la comprensión de los procesos físicos que aumentan la predictibilidad del clima de Uruguay, en escalas que van desde la trimestral a varias décadas, así como la descripción y clasificación climática de los eventos extremos de temperatura y precipitación. El Departamento ha llevado adelante y participado en numerosos proyectos de investigación nacionales e internacionales, ha actuado como asesor en convenios con el sector productivo y colabora con el Instituto Uruguayo de Meteorología en el Grupo de Trabajo de Tendencias Climáticas, que provee mensualmente predicciones trimestrales de temperatura y precipitaciones. Más información sobre el Departamento se puede encontrar en meteo.fisica.edu.uy.

La demanda de servicios climáticos en Uruguay es cada vez más acentuada y existen iniciativas a nivel gubernamental que intentan darle respuesta, como por ejemplo la creación de un Sistema Nacional de Información Agropecuaria. No obstante, aún queda un largo camino por recorrer para contar con servicios climáticos funcionales para el país. En ese camino es fundamental que las iniciativas incluyan vínculos con la Universidad de la República, ya que allí se lleva a cabo la investigación en ciencias de la atmósfera. Además, es crucial continuar con los esfuerzos para la formación de recursos humanos de alto nivel, así como la inversión en infraestructura. Uruguay tiene la necesidad y la posibilidad de proveer información climática útil para la toma de decisiones y está en nuestras manos desarrollar y utilizar esta potencialidad de la mejor manera.

Con nombres

Los autores integran el Departamento de Ciencias de la Atmósfera del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias. Renom es profesora adjunta, investigadora Grado 3 del Pedeciba y Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Es licenciada en Ciencias Meteorológicas (Udelar) y realizó su doctorado en Ciencias de la Atmósfera en la Universidad de Buenos Aires. Investiga sobre eventos climáticos extremos y cambio climático. Barreiro es profesor titular, investigador Grado 5 del Pedeciba y Nivel II del SNI. Es licenciado en Física (Udelar) con un doctorado en Oceanografía (Universidad Texas A&M, Estados Unidos). Su línea de investigación es el estudio de la variabilidad y predictibilidad climática.