“Una fe que no hace solidaridad es una fe muerta. Es una fe sin Cristo, una fe sin Dios, una fe sin hermanos. Una fe mentirosa”, dijo Jorge Bergoglio ayer en el último día de su gira latinoamericana, en Paraguay, después de visitar el Bañado Norte, una zona inundable y de las más carenciadas de Asunción.

Luego celebró una misa multitudinaria en las afueras de Asunción, desde un estrado-altar gigantesco decorado con mazorcas de maíz y semillas locales. Lo escuchaban los presidentes de Paraguay, Horacio Cartes, y de Argentina, Cristina Fernández, que allí saludó al papa y le regaló recortes de prensa referidos a Evita Perón y a su vínculo con la iglesia católica enmarcados. La Dirección de Migraciones de Argentina estimó el sábado que unas 160.000 personas de ese país cruzaron la frontera para ver al papa.

La misa, en la explanada de la base militar Ñu Guazu, culminó con un “Ave María” en referencia a la importante devoción de los paraguayos por la virgen. En esa instancia, Bergoglio pidió “hospitalidad con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido”. Según fuentes oficiales paraguayas citadas por el diario La Nación, más de un millón de personas se reunieron allí a escucharlo.

En la tardecita, el papa culminó su gira de siete días que lo llevó a Ecuador, Bolivia y Paraguay, y emprendió viaje de regreso al Vaticano.

El sábado había mantenido el tono político que marcó su visita. Dijo que “no sirve una mirada ideológica” que termina “utilizando” a los pobres “al servicio de otros intereses políticos o personales”. Agregó: “Para buscar efectivamente su bien [el de los pobres], lo primero es tener una verdadera preocupación por su persona, valorarlos en su bondad propia. Pero una valoración real exige estar dispuestos a aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en bondad, en sacrificio”.

En un discurso que en buena medida fue improvisado ante representantes de la sociedad civil paraguaya, el papa continuó: “Piensan por el pueblo, pero no dejan pensar al pueblo. Hacen por el pueblo, pero no con el pueblo”. Agregó: “Las ideologías [...] no asumen el pueblo, por eso, fíjense en el siglo pasado en qué terminaron las ideologías: en dictaduras, siempre”.

También volvió a condenar la corrupción, a la que llamó “la gangrena del pueblo”. Ante Cartes, uno de los empresarios más ricos de Paraguay, abucheado por una parte del público al llegar al encuentro, continuó: “Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política, lo primero es la persona y el hábitat en donde vive”.

El sábado de mañana, Bergoglio dio otra misa, ante unas 800.000 personas, en el santuario mariano de Caacupé, considerada la capital religiosa y espiritual del país. En esa celebración el papa celebró la “memoria” del pueblo paraguayo y destacó a “la mujer paraguaya, la más gloriosa de América”, en un país donde la desigualdad de género es grande.

A primera hora, ese día, se reunió con dos mujeres argentinas, Ana María y Mabel Careaga, para compartir “recuerdos familiares y anécdotas” de la madre de ellas, Ester Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. En la década de 1950, Bergoglio fue empleado de ella en un laboratorio. “Nos dijo que nuestra madre le había enseñado a pensar”, dijo Mabel. “Que una persona que está recorriendo Latinoamérica diga que Esther le enseñó a pensar realmente nos impactó. Nosotros queríamos escuchar de su boca lo que había vivido con nuestra madre, y que un jefe de Estado diga que una mujer en esa época le enseñó a pensar es muy fuerte”, dijo Ana María. El encuentro fue concertado por el cónsul de Paraguay en Uruguay, Alcides Albariño, y Leila Rachid, ex canciller de Paraguay. Ester Ballestrino de Careaga nació en Uruguay y fue criada en Paraguay antes de refugiarse en Argentina donde fue asesinada por la dictadura.