Juan Rulfo perteneció a aquella raza de escritores que, en medio del boom latinoamericano y antes o después de la revelación de estrellas como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, optaron por el silencio y por el perfil bajo. Rulfo, como Juan Carlos Onetti y José María Arguedas, temía la profesionalización del escritor. En esa lucha, cada uno se amparó de la fama como pudo, y su modo de ser y de enfrentar el mundo los convirtió en leyendas vivientes. Así, Rulfo no se suicidó como Arguedas ni se refugió en la cama por años como Onetti, pero mantuvo un gran misterio sobre sí mismo. A un año de publicarse Pedro Páramo (1955), el mexicano se sumó a un particular proyecto fotográfico: la zona de los ferrocarriles al norte de la ciudad de México. El director de cine Roberto Gavaldón filmaba ahí el cortometraje documental Terminal del Valle de México y la película La escondida, protagonizada por la popular actriz mexicana María Félix, e invitó a Rulfo a sumarse como fotógrafo. Más allá de su valor documental, las fotografías de Rulfo retratan el conflicto entre la ciudad de México y el medio de transporte que había mutado su funcionamiento: calles repletas de autos cortadas por el paso del ferrocarril, cruces de vías, peatones, casas precarias que conviven al paso de las máquinas, humos, mujeres con agua caliente para lavar la ropa. Pareciera que Rulfo, por medio de sus imágenes, retratara el tiempo entre 1940 y 1950. Al verlas (en la página de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM- se encuentra una selección), uno se da cuenta de que se trata de la misma poesía que recorre el mundo de Pedro Páramo y El llano en llamas, esta vez concentrada en una serie de fotos desoladoras.

La Fundación Juan Rulfo, la UNAM y la editorial RM editaron un libro titulado En los ferrocarriles, que recopila 62 fotografías del escritor y su pasión por este medio de transporte. Su entusiasmo por los trenes generó que el narrador los incluyera en la versión del cuento “Paso del Norte”, publicado en 1953, así como en la escena del descarrilamiento del tren en El llano en llamas. A partir de una investigación realizada para este volumen, Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, arquitecto e investigador, dijo haber descubierto la motivación para que el mexicano concibiera estas imágenes: “No teníamos una referencia exacta de por qué Rulfo había hecho estas fotografías. Y lo primero que me llamaba la atención era que había un montón de éstas sobre el tema ferrocarrilero, vinculadas a la película La escondida, de Roberto Gavaldón, que data de principios de 1956. Entonces me dije: “Quizá por ahí se sensibilizó”. Después de confirmarlo en los archivos, el director comentó que, en todo caso, le pareció “que quedaba clarísimo que existía una vinculación muy cercana entre Rulfo y Gavaldón, que tuvo un capítulo más, cuando el director de cine asumió la dirección de la cinta El gallo de oro, que contó con la adaptación cinematográfica hecha por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y el propio Gavaldón”. De este modo, también se podrá navegar por las imágenes del mexicano, además de seguir accediendo al maravilloso y desértico universo de Pedro Páramo y El llano en llamas, a donde siempre se vuelve.