Ya se habían hecho despedidas oficiales, pero ésta de ayer, que convocaba a “amigos y amigas de Ana Olivera” para “agradecerle por su gestión como intendenta de Montevideo”, tuvo un tinte especial. En La Huella de Seregni, el local del Frente Amplio (FA), los allegados saludaban a la homenajeada y entre excusas por contratiempos le decían con entusiasmo: “No podía faltar”. Lo que se olfateaba era un reconocimiento afectuoso y llano.

Después de un par de canciones de Carmen Pi se invitó a los presentes a hablar. Rompió el hielo Nicolás Falcón, periodista deportivo que con espontaneidad tomó el micrófono para agradecerle “como persona, no como panfleto de gobierno”, todo lo que hizo por las personas con discapacidad, como él. Aclamada y sin resistencia, Olivera recibió el micrófono. Afirmó que asumió “una responsabilidad que no estaba en mi cuenta” y de la que dijo no arrepentirse. Le agradeció a Belela Herrera, facilitadora de la reunión, “por esta caricia”. Junto a ellas pasaron al frente las integrantes de la Asociación de Amigas y Amigos del Museo de la Memoria, que impulsaron la convocatoria, y le agradecieron la sensibilidad en la lucha por la justicia y la reconstrucción de la memoria, plasmada en el museo y en las 29 marcas de la memoria desplegadas por la ciudad.

En diálogo con la diaria, Herrera valoró que Olivera “se mató, es una trabajadora incansable”. Lamentó que haya “mucha gente que no reconoce lo que hizo”, pero afirmó que su gestión “fue brillante, contra viento y marea”.

No había diputados del FA, pero sí dos senadoras. Constanza Moreira (Casa Grande, FA) y Lucía Topolansky (Movimiento de Participación Popular, FA) también definieron a Olivera, en diálogo con la diaria, como una “trabajadora incansable” y valoraron su honestidad. Moreira dijo que la intendenta “empezó con un déficit de legitimidad, pero contó con la experiencia y la sabiduría de una mujer que conocía la intendencia de adentro”. Expresó que por medio “de su cosa llana con la gente enfrentó muchos problemas” y que su gestión “debería ser reconocida por sus obras”; enumeró el Mercado Agrícola, el corredor Garzón -más allá de los desaciertos, precisó- y la inversión en maquinaria para la basura. Moreira opinó que el bajo índice de aceptación expresado en las encuestas de opinión pública era “porque le estaba faltando apoyo del FA”.

Topolansky no dudó al afirmar que “ha habido una injusticia grande con Ana”. Dijo que la primera de las “tormentas” con las que tuvo que lidiar fue en el momento de su candidatura, porque el FA se aferró al esquema del candidato único y hubo quienes interpretaron que se estaba ante “una maniobra, y los platos rotos los pagó Ana”. De su gestión valoró los programas de plazas de convivencia, el alto número de realojos, las negociaciones con Adeom -“después de las medidas de esencialidad no hubo ni un problema con Adeom y fue un buen convenio”, dijo-.

Olivera dijo a la prensa que aquel viento en contra “al final se fue revirtiendo” el 26 de octubre, cuando en la elección nacional se mostró el apoyo de Montevideo al FA. Entre las cuestiones más duras que atravesó nombró la caída del techo del cilindro a los tres meses de haber asumido y sobre fines de 2010 el conflicto con Adeom, que la llevó a declarar la esencialidad. Respecto del corredor Garzón dijo que “es lo que más dolor” le produce, porque estaba convencida de que la gente ganaría tiempo, pero que fue al revés. Los errores sirven de aprendizaje, piensa.