Tras largas cumbres y reuniones durante más de una década, los 189 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reunieron a comienzos del año 2000 en la ciudad de Nueva York y acordaron reducir a la mitad los grandes problemas de la humanidad en los siguientes 15 años. Este año se cumplen las 15 primaveras de aquel pacto y, si bien “se ha generado el movimiento contra la pobreza más exitoso de la historia -en palabras de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU-”, el reto era ambicioso y los esfuerzos no alcanzaron.

El pacto del año 2000 se materializó en ocho objetivos: erradicar el hambre y la pobreza; lograr la educación primaria universal; promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer; reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años; mejorar la salud materna; combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medioambiente; fomentar una alianza mundial para el desarrollo por medio del aumento de la cooperación internacional.

Agenda local

Estos ocho objetivos, pactados en Nueva York, fueron el punto de partida para iniciar el trabajo. Luego del acuerdo, cada uno de los países involucrados los sometió a revisión y creó sus propias metas. Uruguay resolvió en aquel entonces ir por más y elevó el nivel de algunas de ellas.

“En términos generales, el cumplimiento de Uruguay fue altamente positivo”, afirmó el representante residente adjunto del PNUD, Aldo García, a la diaria. “En algunos casos se han superado las metas globales y se han alcanzado las metas nacionales, mientras que en otros hay déficits a los que tampoco hay que quitarles importancia”, consideró.

Los debes uruguayos refieren a la educación y la equidad de género. En el primer caso, el objetivo global apunta a lograr la enseñanza primaria universal; como Uruguay lo tenía cumplido desde un inicio, elevó el reto a la universalización de la educación inicial, la de la educación media obligatoria y la expansión de la educación media superior. “En cuanto a la educación inicial, el país ha hecho avances importantes en los niveles de cuatro y cinco años”, afirmó García, quien consideró que la implementación de los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF) “han jugado un rol importante”. “Ahora la cuestión principal sigue estando en la educación media superior, nivel en el que hay una tasa de abandono superior a 40%”, agregó, y evaluó que “si bien era una meta autoimpuesta, es claro que éste es uno de los problemas más serios que tiene el país”.

Respecto del otro objetivo, que globalmente apuntaba a promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer, “hay un déficit importante en la participación de la mujer, sobre todo a nivel legislativo”, evaluó García. En el Parlamento, si bien se implementó en esta legislatura la ley de cuotas, ésta no condujo a resultados suficientes. “Hoy en día, hay 29% de mujeres en el Senado y alrededor de 20% en la Cámara de Representantes, lo que conduce a un promedio de 21,5%”, cifra que consideró “un avance” respecto de la del período anterior (de 14%) pero que se encuentra “claramente por debajo de la media latinoamericana, de 24%, y en un nivel muy bajo incluso a escala mundial”. García observó además que en el caso de las cámaras empresariales “prácticamente no hay presidentes o vicepresidentes mujeres”, y “lo mismo sucede en el Secretariado del PIT-CNT”.

Por otro lado, el representante del PNUD hizo hincapié en el tiempo que ambos géneros dedican a cuidados y a tareas no remuneradas. “En el caso de las mujeres representan dos tercios del tiempo de trabajo, mientras que los hombres apenas alcanzan a un tercio”, sostuvo.

A medida

Pasando raya, un informe de la ONU concluye que la desigualdad de género todavía persiste; que existen grandes brechas entre los hogares más pobres y los más ricos, y entre zonas rurales y urbanas; que el cambio climático y la degradación ambiental socavan el progreso logrado y que son las personas pobres quienes más lo sufren; que millones de personas todavía viven en la pobreza, con hambre y sin acceso a los servicios básicos; y, sobre todo, que los conflictos siguen siendo la mayor amenaza al desarrollo humano, por lo que propone para el centro de la nueva agenda el desarrollo sostenible.

En diálogo con la diaria, el experto en la medición multidimensional de la pobreza del PNUD, Jimmy Vásquez, profundizó sobre la nueva agenda. Explicó que “fue el fruto de un proceso de consultas nacionales a casi 100 países, bajo la consigna ‘The world we want’ [El mundo que queremos]”, y a partir de esto se identificaron prioridades “altamente divergentes” y se concretaron los 17 objetivos más coincidentes.

La emergente agenda para el desarrollo después de 2015 presenta otras diferencias con respecto a la que la antecede. “Los ODM estaban concebidos como compromisos para los países en desarrollo que condicionaban la ayuda de los desarrollados, mientras que los ODS son compromisos que van a ser universales”, afirmó, por su parte, García. También se diferencia que la vieja agenda apuntaba a objetivos “muy específicos, centrados sobre todo en temas sociales”, mientras que los ODS “cubren espectros mucho más amplios, desde la gobernabilidad democrática hasta metas de carácter científico y tecnológico”.

“Se trata de una agenda mucho más ambiciosa, con una visión más integral del desarrollo, que cubre prácticamente todos los aspectos de la vida humana, pero, paralelamente, es mucho más compleja de llevar adelante”, agregó, considerando las “grandes discusiones” que se están dando sobre la medición de su cumplimiento y sobre su financiación.

Con fuerte hincapié en la sostenibilidad del medioambiente y la inclusión en todas sus formas, algunos de los 17 objetivos son: lograr la seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible; promover el bienestar; garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad; garantizar la disponibilidad de agua y su ordenación sostenible; garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna; promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente; lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles; garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles; adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; conservar y utilizar en forma sostenible los recursos marinos; proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica; promover sociedades pacíficas y facilitar el acceso a la justicia.

“La idea de esta agenda es que cada país la haga a su medida, que escoja de esa agenda global las cosas que son realmente importantes para cada país”, complementó Vásquez, en el entendido de que la nueva metodología pretende un cambio de enfoque de manera de “reconocer todas las necesidades de la humanidad” y darle la libertad a cada país para elegir su camino. “Lo que se espera es que ahora sí se erradique la pobreza, porque es necesario que así sea”, concluyó.