No hace falta conocer con exactitud dónde queda la planta industrial de Fripur. Hay que dejarse llevar por el olor a pescado que inunda la zona y se va haciendo cada vez más repugnante, a medida que uno se acerca. Un comerciante que se instaló hace seis meses frente a la fábrica dijo que el olor es lo de menos, que uno se acostumbra y que, dadas las circunstancias, “ojalá se pueda seguir oliendo por mucho tiempo”. Son dos manzanas y media de enormes construcciones, unidas por un puente que cruza por encima de la calle Cuareim. Las oficinas dan a la avenida Rondeau, pero el personal de procesamiento entra y sale por dos puertas que dan a la calle Francisco Tajes. A las 15.00 suena un timbre y comienzan a entrar los trabajadores del turno de la tarde y a salir los que arrancaron a las 7.00. “Es nuestro penúltimo día de trabajo”, dijo ayer Fernando, que contó que hoy terminarán de procesar la merluza que queda.

Hoy, desde las 14.00 hasta las 17.00, los trabajadores detendrán sus actividades para reunirse a las 15.00 en asamblea en la calle y recibir el informe de la delegación sindical.

“Nuestro nerviosismo mayor es saber quién se va a hacer cargo de esto y qué tipo de seguro nos va a tocar”, dijo Patricia, que viene desde Progreso, a veces en ómnibus, a veces en tren, dada la cercanía de la terminal ferroviaria. Leonardo, uno de los más jóvenes del turno matutino, viene desde Playa Pascual. “Veo preocupación en la gente mayor que hace muchos años que trabaja acá. Yo estoy hace un año y medio, y desde que empezó esta situación estoy buscando otro trabajo, pero no encuentro. Soy maquinista. No estoy en el sindicato, pero ahora se está moviendo bastante bien”, manifestó.

Con 20 años en Fripur, Silvia trabajó ayer preparando postas de pescado. Dijo que la mayoría de los trabajadores son mujeres jefas de hogar que hacen por mes 26 o 27 jornales. Con la remuneración actual, los gastos “se van llevando”, pero en el seguro de paro se va “a cobrar mucho menos”, se quejó.

El trabajo es todo

En la puerta de salida, Nelly, una jubilada de Fripur que trabajó 32 años en la pesquera, espera a varias trabajadoras. “Ahora vendo productos de Nuvó y, como es en cuotas, vine a anotarme los teléfonos de las clientas, porque capaz que acá no las veo más. Tengo como 40.000 pesos ahí adentro”, contó señalando la planta. Nelly recuerda una época dorada de la industria pesquera de Uruguay y las pupilas se le tornan brillantes. “Éramos como 3.000 trabajadores y había tres turnos. Yo trabajaba de siete de la mañana a siete de la tarde, porque siempre había horas extras. ¡Si hacía buena plata acá!”, agregó.

Ramona tiene 39 años y es una de las tantas dominicanas que trabajan en Fripur. Migró a Uruguay hace un año por la situación de desempleo en su país y desde entonces se desempeña en la pesquera. Ahora se encuentra “bien” y el trabajo le permite “mandar plata a la familia” que quedó en su país.

Cecilia viene desde Piedras Blancas, tiene 30 años y quiere cambiar de trabajo. “El seguro de paro es conveniente. Nos hacen un favor, porque trabajar acá es insalubre, es un asco. Nunca nos corresponden los derechos. La fábrica está en malas condiciones”, comentó mientras se alisaba el cerquillo y se acomodaba el piercing que lleva en la nariz. Trabaja en Fripur desde “la época en que había represalias”. “Como estábamos anotadas en el sindicato y hacíamos paro, nos cambiaban de sección, y había gritos, maltratos, suspensiones”, mencionó. También de Piedras Blancas, Valeria tiene cuatro hijos y vive sola con ellos. Manifiesta su “incertidumbre” porque se va “a quedar sin trabajo” y para ella “el trabajo es todo”.

Fátima y Cristina entraron en Fripur a los 18 años y una cumplió 30 y la otra 19 años de trabajo en la empresa. Dicen que hay dos compañeras que no podrán acceder al seguro de paro porque son viudas y “reciben miserias de pensión, una por la Caja Militar y otra por la Caja Policial, y por eso no les corresponde el beneficio”. Fátima opinó que el dinero que recibió Fripur de los bancos “no se invirtió en la planta”. “Se compraron cuatro cerámicas y dos bolsas de pórtland, y eso salió 70 millones de dólares”, ironizó. “Se hizo un vaciamiento de la empresa y malversación de fondos. Pero ¿quién los toca? Un padre de familia llega a robar una gallina y le dan más palo que a una milanesa y todavía va preso”, expresó Fátima. La trabajadora piensa que los dueños de Fripur no son “unos pobrecitos que los mató la caída de las exportaciones”, sino que “ellos perdieron mercados por chanchos”. “Es una tomadura de pelo terminar así, después de haber trabajado toda una vida. Y el gobierno no hace nada. Ningún gobierno hizo nada”, concluyó.

Al otro lado del río

José Umpiérrez, dirigente del comité de base del Sindicato Único de Trabajadores del Mar y Afines de Fripur, dijo que en la reunión de ayer en el MTSS los representantes de la empresa, abogados y contadores, confirmaron que cuentan con la plata para pagar los sueldos de la primera quincena de agosto, y que estos dos días de trabajo extra, por el 17 y el 18, se pagarán “en un par de semanas”, cuando se venda el resto de la mercadería. Señalaron que entre 30 y 40 funcionarios (algunos de las cámaras, administrativos y de vigilancia) seguirán trabajando hasta que efectivamente se comercialice la materia prima en stock. El resto de los trabajadores pasará a seguro de paro, pero hay algunos, explicó Umpiérrez, que no llegaron a cumplir 90 jornales en la empresa, por lo que serán cesados sin derecho a despido. En planilla hay 960 trabajadores, pero el sindicato todavía no tiene información sobre cuántos tienen derecho a seguro de paro. El dirigente agregó que la empresa se comprometió a presentar estos datos en la próxima reunión tripartita. Para más de 90% de los trabajadores su última licencia fue en 2012; desde entonces no se toman días libres porque no había efectivo para pagar los salarios vacacionales, por lo que las licencias y salarios vacacionales no gozados son la principal deuda laboral, que dudan que se pueda cobrar.

Si bien, a pedido del interventor (los representantes del estudio Rueda, Abadi & Pereira), los activos de la empresa pasarán a liquidación, los trabajadores estiman que lo que se pueda recuperar es “menos de lo que se debe”. Hablamos de 16 barcos, la planta industrial de la Aguada, la flota de camiones y una planta de harina en el Cerro. Según datos del Banco Central, las deudas financieras de Fripur ascienden a 43,5 millones de dólares, a lo que se suman deudas a UTE por medio millón de dólares, al Banco de Previsión Social, a otros organismos del Estado y a acreedores particulares. Los créditos laborales serían los segundos o terceros a pagar, explicó Umpiérrez: “Las hipotecas van primero, después los del concurso de 2014 y en tercer lugar las deudas con los trabajadores”.

De ahí que la principal apuesta de los empleados sea que un inversor se haga cargo de la empresa, para, al menos, poder mantener la fuente laboral. “Interesados en comprar la planta ha habido antes, ahora creemos que hay algunos que están esperando a la liquidación, porque se eliminarían las deudas”. Si eso ocurre, el primer planteo del sindicato al comprador será que los primeros en ingresar a trabajar sean quienes integraron la plantilla de Fripur.

Tal astilla

En agosto de 2012, Cotidiano Mujer denunció a una familia de Carrasco que mantenía a dos ciudadanas bolivianas en condiciones de esclavitud. Como el MTSS fue impedido de inspeccionar el domicilio, se solicitó apoyo judicial y de la Policía, tal como establece la Ley de Trabajo Doméstico. Se realizó la pesquisa y se halló a dos empleadas de origen boliviano carentes de registro en el Banco de Previsión Social. El dueño de casa era Javier Fernández, hijo de Alberto Fernández. ■