La Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) tiene entre sus metas llegar “a todos” con su oferta educativa; para ello, la virtualidad comienza a tener un papel cada vez más importante, explicó a la diaria Gabriela Castro, coordinadora del campus virtual del organismo. Por medio de modalidades semipresenciales de formación, se apunta principalmente a gente “que de otra forma no podría terminar una carrera” o acreditar determinados saberes, explicó Castro, que agregó que las principales causas por las que una persona no puede cursar presencialmente una carrera son la distancia, el trabajo y dificultades de desplazamiento.

La semana pasada, la UTU les entregó el título a los 11 primeros egresados de la carrera Técnico Prevencionista, que se ofreció en modalidad semipresencial y culminó en diciembre del año pasado. En esta primera generación, participaron estudiantes de Artigas, Rivera y Salto. Si bien la mayor parte de los docentes vive en Montevideo, también hubo profesores residentes en Carmelo, Cardona, Paysandú, Artigas y Canelones. Según Castro, este tipo de propuestas parten de la necesidad de garantizar la calidad educativa, y los mejores docentes no necesariamente están en Montevideo. También señaló que sin la posibilidad de trabajar virtualmente, la UTU habría perdido a muchos de los docentes que trabajaron desde el interior.

“Eso ha permitido tener equipos docentes fuertes. Un docente que trabaja como profesional puede tener que viajar al exterior y, de esta forma, puede seguir manteniendo su clase. La persona cumple; eso nos ha llevado también a pensar un reglamento nuevo, porque los docentes trabajan todo el tiempo y hay quienes lo hacen en horarios no habituales. Nos ponemos como meta que ante una consulta de un estudiante no puedan pasar más de 24 horas sin que sea respondida: o responde uno o el otro. El estudiante nunca está solo”, agregó.

En números

Castro señaló que, pese a que ya existía en forma presencial, la carrera de Técnico Prevencionista es la primera de carácter terciario que se ofrece en forma semipresencial. Además, dijo que hay dos carreras en esta modalidad que también se están implementando, una en Turismo y otra en Logística, que han sido pedidas por ministerios con los que la UTU mantiene convenios. Actualmente, en la carrera de Técnico Prevencionista hay 200 estudiantes inscriptos en primer año, y, sumando los de segundo y tercero, llegan a los 300 en todo el país. Agregó que para la última generación se va a implementar un cuarto año de carrera, cuya salida se llamará Ingeniero Tecnológico en Prevención.

Entre las dos generaciones de la carrera Turismo son actualmente cerca de 40 estudiantes, mientras que en la primera y única generación de Logística son 30. “Inscriptos hubo un montón; la inscripción tuvo que ser por sorteo por localidad. Fijamos los cupos antes y tuvimos 790 inscriptos cuando teníamos cupo para 180”, explicó Castro. La docente indicó que ese número de inscriptos se logró “sin propaganda”, porque, si bien las carreras están en la oferta educativa, “no se ha hecho gran difusión”. “Queremos ser prudentes, evaluar y crecer con moderación, aunque creo que vamos a tener que crecer un poco más rápido”, analizó.

En cuanto a la carrera de Técnico Prevencionista, Castro dijo que originalmente se implementó semipresencialmente, porque, debido a la falta de docentes, no se podía armar equipos para dictar las asignaturas. “Además, hay lugares donde podés llegar a atender a un solo estudiante. Virtualmente uno cubre todo el país y forma equipos docentes que uno capacitó previamente”, agregó. Para formar el primer equipo docente, hubo llamados abiertos en áreas como ergonomía y salud ocupacional. Según Castro, “no es tan sencillo conseguir profesionales dispuestos a dar clase y que les guste, o hay docentes que eligieron esta profesión pero que nunca habían trabajado en un entorno virtual de aprendizaje, entonces UTU invirtió en capacitar equipos docentes para trabajar en esta modalidad”.

Tomando forma

La capacitación a docentes cuenta con cuatro módulos, uno de introducción a los entornos virtuales de aprendizaje y otro sobre tutorías en estos espacios, que, según Castro, básicamente trata sobre “cómo ser docente y tutor en esta modalidad”. “La enseñanza es uno a uno. Al estudiante no lo tenés al lado; es una relación bastante particular y tenés que construir. Si no establecés un vínculo, la plataforma se transforma en un repositorio, y no en un aula. Tenés que diseñar el aula. La dinámica es distinta a la que estamos acostumbrados y hay que establecer otro tipo de vínculo”, indicó. Quien no tiene esos dos módulos aprobados no puede trabajar semipresencialmente; el resto de los módulos tratan sobre diseño de materiales educativos, y hay un taller opcional de evaluación en plataformas educativas moodle, que es la que utiliza la UTU por ser con software libre.

“Es una forma bien distinta de trabajo, que exige mucha disciplina por parte del docente, que se establece sus horarios de trabajo, y también mucha disciplina por parte del estudiante. Por eso, también incluimos unos talleres para los estudiantes, porque es distinto su rol en esta modalidad”, contó Castro. Consultada acerca de si la virtualidad requiere más trabajo que los cursos presenciales, la docente consideró que sí, porque presencialmente el profesor puede llevar su clase planificada y “con oficio la va llevando”, pero “acá tenés que planificar hasta el último detalle”. “Todo tiene que estar antes de que el curso empiece, y tenés que tener un plan B y, si es posible, un plan C. En una clase se ve cuando los estudiantes están entendiendo algo mal; te enterás porque los cuestionarios virtuales no dan lo que tienen que dar o porque las intervenciones en los foros no están siguiendo lo que tienen que seguir. Entonces, ahí decís: el sábado pongo un chat de consulta para hacer la puesta a punto o ya tengo que poner otro material y levantarlo. Eso exige al docente un tiempo importante. Y al estudiante, una disciplina brutal, porque no puede improvisar”, señaló.

De todas formas, Castro consideró que no se trata de oponer lo no presencial a lo presencial, sino que, cuando hay personas que no pueden estudiar bajo determinada modalidad, se pueda pensar en alternativas. “No puede pasar que el que no cumple con algunas condiciones no pueda estudiar”, señaló. Además, en la semipresencialidad también hay instancias presenciales, que desde el campus tratan de que sean “las mínimas posibles”, pero hay asignaturas en las que emular la realidad “es muy difícil o muy caro”. “En la parte de laboratorios virtuales, por ejemplo, física y química, antes teníamos tres instancias presenciales, pero nos dimos cuenta de que podemos tener dos, porque pudimos desarrollar muchos más materiales y laboratorios virtuales y desarrollar mucha más simulación. También hay instancias prácticas en las que queremos ver si adquirieron la destreza de utilizar determinada herramienta”, contó. Otra de las típicas actividades presenciales son visitas a centros públicos o empresas vinculadas a la carrera.

Castro señaló que, desde el momento en el que los estudiantes se inscriben, se les plantea un cronograma de cuántas actividades presenciales habrá y cuándo, ya que son solamente los sábados. Los seminarios presenciales tienen altas cargas horarias: pueden comenzar a las 8.30 y terminar a las 16.00. En esas instancias, los equipos docentes se trasladan a los institutos técnicos de distintas partes del país.

Otros recursos

Si bien se abordan los mismos contenidos que en un curso presencial, Castro señaló que los entornos virtuales de aprendizaje brindan herramientas como foros, videoconferencias y web conferences; también se graban videos que se embeben a la plataforma, con cuestionarios, algunos de corrección automática y otros que tienen retroalimentación. “Es bien variado dependiendo de la asignatura. Se pueden hacer muchas cosas; hay que imaginar. Los docentes van innovando año a año. Confiamos mucho en el equipo docente, tratamos de que el propio docente diseñe e implemente su propio material, porque él es el experto en eso, nosotros le damos todo el apoyo. Hay otros modelos de enseñanza en los que un experto desarrolla y el docente es el experto que toma ese material, pero vemos que no se apropia”, explicó la docente.

Castro consideró que el vínculo estudiante-docente se va construyendo en cada caso, principalmente porque no se trata de un estudiante que tiene clase en determinado lugar a una determinada hora, sino que tiene que organizar su calendario semanal, más allá de que cada asignatura tiene un calendario semanal con un recordatorio de las actividades. “Él tiene que estudiar. No le decimos a qué hora, pero sí la carga horaria de la que tiene que disponer. Es muy exigente. Una de las muchachas que se recibieron tenía como tiempo de estudio de 5.00 a 8.00, tenía hijos, los mandaba a la escuela, sabía que tenía una hora y media más, y luego entraba a su trabajo. Ella había agarrado esa rutina. Otros tenían horarios rotativos. El docente también tiene que estar en permanente contacto, porque si no se le muere el curso, por eso también trabajan en equipos. Los fines de semana es cuando trabajamos más todos, porque también es cuando los estudiantes entran más y hay que garantizar que los servidores den respuesta. A veces cuesta que eso se entienda institucionalmente”, concluyó.