-Hace dos años tocaste en La Trastienda y el sábado te vas a presentar en un lugar bastante más grande. Supongo que después de aquel último show con Los Piojos en un estadio Monumental repleto, sentiste miedo por lo que podría pasar con tu carrera solista a nivel de convocatoria.

-Hicimos dos shows en La Trastienda y, por lo visto, era necesario ir a un lugar más grande. Esas cosas las define el mánager con la gente que produce la fecha. Lógicamente, en una nueva etapa uno siempre tiene temores. Cuando se terminó aquella historia yo quería tocar, ése era mi impulso. Sí, tenía temores, pero quería tocar cuanto antes.

-Como solista seguís interpretando temas de Los Piojos, no es una etapa que quieras superar.

-Es una etapa superada pero a la vez es una etapa real de mi vida, que duró 20 años. De cada canción de Los Piojos hice la mitad o el 100%; es algo que llevo adentro, que me representa y que disfruto hacer.

-¿Por qué se separaron Los Piojos?

-Tuvo que ver con el tiempo de convivencia: a lo largo de 20 años todo grupo humano se va resintiendo y diferenciando; a uno le gusta más hacer una cosa, y al otro, otra. Yo siempre tiré y aposté para que el grupo continuara, a veces quizá en forma equivocada. Siempre tuve un poco como paradigma a The Rolling Stones, seguir a través del tiempo, pero lamentablemente hay cosas contra las que no se puede luchar: voluntades ajenas o diferencias de personalidades y de maneras de ver las cosas. A veces ocurre eso y todo tiene que terminar, no queda otra.

-Hablando de The Rolling Stones: en el nuevo DVD en vivo que grabaste con Los Persas interpretan una versión de “Loving Cup”, del disco Exile on Main St, una canción bastante compleja de cantar.

-Una vez me llamaron del programa de [Mario] Pergolini de la Rock & Pop para elegir el tema que más me gustaba de los Stones, y si bien hay muchísimos, “Loving Cup” es uno de los que prefiero. El tecladista tocó la introducción en un ensayo, le dije “vamos a sacar este tema”, y nos pusimos a laburar. Leo la letra porque la aprendí más o menos. Pero me parece que la versión quedó bastante bien.

-Los Stones son una influencia en tu música, pero no producís un sonido que trate de imitarlos.

-Uno siempre toma elementos de otros artistas que lo conmueven y que son los que lo llevan a dedicarse a la música. Como el tipo que es corredor: le gustan los fierros y la velocidad, pero siempre se identifica con alguien más grande; un maestro siempre hay. Y para mí, en muchos sentidos, los Stones fueron eso. Pero no quiere decir que busque ser un clon. Uno trata de desarrollar una personalidad propia. Porque, además, si uno no dice lo que siente, es una cáscara. El sentimiento privado y personal es único, no lo pueden tener Lou Reed ni Mick Jagger ni David Bowie.

-Por ejemplo, la canción que escribiste como homenaje a los soldados argentinos caídos en la guerra de Malvinas no la iba a componer Mick Jagger.

-Exactamente. Hay vivencias que son propias, y es una pena si uno imita a otro. Puede pasar en los comienzos, y le ha pasado a grandes artistas, absolutamente obnubilados por determinado modelo. A veces es hasta frustrante, porque uno ve el tamaño de su ídolo y piensa: “Yo nunca lo voy a poder hacer. ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo?”. Pero después, si uno hace algo que valga la pena y obtiene satisfacciones, va ganando confianza en su propia voz y discurso; entonces, termina teniendo una identidad propia.

-Tu música también tiene influencias del candombe y la murga, tiene ribetes uruguayos.

-A mí siempre me gustó [Ruben] Rada. Mi abuelo Martínez era uruguayo. Hay una chica que tiene un programa de televisión -creo que de gimnasia- que estuvo casada con Cacho de la Cruz, Laura Martínez, ella es mi prima. Y parece que había alguna raíz negra en la sangre de mi abuelo, porque tenía motas y facciones que tienen mis primos también. Será por eso que escucho los tambores y me emociono.

-Hace dos años dijiste que el auge de la cumbia y el reggaeton complicaba al rock. ¿Cómo ves la actualidad del género?

-Hubo un momento en el que parecía así. De repente me decía Pocho, mi mánager: “Están jodidos los recitales de rock, están llevando poca gente”. Yo no estoy muy atento a esas cosas. Hoy hay festivales y shows de rock. Creo que son momentos distintos: el de la fiesta familiar, de la cumbia para bailar, que es como un momento obligado; y el del rock, que tiene más relación con ir a ver recitales, es música más para escuchar que para estar bailando en una fiesta divertida.

-En “Larga vida al rock” cantás que no ha sido vencido y nunca morirá.

-Me parece que el rock es de las formas de música popular más serias que hay, que tiene un montón de cosas pasajeras pero también otras que perduran, mucho más que la mayoría de la cumbia. La cumbia en general es mucho más pasajera: se propone hacer un éxito para hoy, para el boliche. El rock se propone hacer una buena canción, decir algo; eso hace que el producto que es bueno perdure. Hay artistas de rock a los que les interesa leer poesía, o la pintura, y que están relacionados con el arte de otra manera. Tienen una preparación distinta; les preocupa su instrumento sin convertirse en una cosa sinfónica, que fue en lo que en un momento cayó el rock: tanto esfuerzo de perfeccionamiento terminó en algo así, y habrá gente a la que eso le gusta, pero para mí es un embole, no es rock. Hay muchos géneros que son moda, que la pegan y parece que se terminó todo, que ahora son todos Wachiturros y eso es la única verdad, pero de repente no duran dos temporadas.

-En algunos conciertos seguís tocando el himno nacional argentino con la armónica. ¿Cómo surgió esa peculiar interpretación?

-Fue lo primero que aprendí a tocar cuando mi viejo me regaló una armónica, a los 12 años. Una noche con Los Piojos estábamos por empezar un toque en un boliche; era un festival con muchas bandas, nadie nos conocía, y dije: “Voy a tocar el himno”. Era 1989 y estaba toda la onda muy amariconada del look con sobretodos, ojos pintados y el pelito levantado -todo The Cure a full, y muy Soda Stereo también, con guitarras limpitas-. Fue como una reacción a eso, sin querer hacerme el nada. Fue la reacción de un pibe desconocido de 21 años. Arranqué con el himno y todo el mundo se calló, porque era algo muy extraño. Además, veníamos del gobierno militar, cuando los símbolos patrios -como el himno y la bandera argentina- eran potestad de los milicos y estaban mal vistos; si te asociabas con ellos eras un facho, un milico. Pero eso me chupó un huevo y me puse a tocar. Y aplaudieron.

-¿Es verdad que “Mírenla”, tu hit solista, fue inspirado por la muerte de la modelo Jazmín de Grazia?

-Hubo una primera inspiración a partir de la noticia; me había cruzado con ella varias veces. Fue una primera frase, un par de versos, pero después, por otro lado, hacía tiempo que venía pensando en las modelos que muchas veces viven en un mundo ficticio y después están re solas, con la familia lejos, duermen en cuchetas y se pelean por un yogur.

-Ya que estamos con los hits: ¿hay alguien que todavía no sepa que “Verano del 92”, de Los Piojos, habla del faso?

-No sé, tendrías que preguntar...

-Pero es seguro que habla del faso.

-Y... así me dijeron.