La astronomía ha estado íntimamente vinculada con las actividades humanas desde las primeras civilizaciones. Su lugar privilegiado en la historia se explica por razones prácticas (orientarse en la navegación, establecer los momentos adecuados de siembras y cosechas, elaborar calendarios), supersticiosas y también por la mera curiosidad del ser humano. La astronomía contribuye a la dimensión humana de la ciencia al plantearse interrogantes sobre el universo, nuestro lugar en él y, en última instancia, sobre quiénes somos. No sorprende, entonces, que los países que han adquirido cierto nivel de desarrollo humano y económico cuenten con instituciones dedicadas a la astronomía, por motivos que trascienden las consideraciones utilitarias. El desarrollo de esta disciplina en Uruguay tuvo una evolución lenta, con marchas y contramarchas, como sucedió con otras ciencias. La astronomía fue incluida como disciplina en el currículo liceal en 1888, en un plan de estudios que buscaba una formación amplia en letras y ciencias para los estudiantes. En 1927 se inauguró el Observatorio de Montevideo, que fue pensado originalmente como observatorio universitario dedicado a la investigación, docencia y extensión. Sin embargo, la separación de la enseñanza secundaria de la Universidad en 1935 llevó a que quedara, erróneamente, en la órbita de la primera, que no contaba con los medios necesarios ni tenía entre sus cometidos mantener un observatorio de esa envergadura. En 1955 se inauguró el Planetario Municipal de Montevideo, el primero de Iberoamérica, un orgullo del “Uruguay del Maracaná”.

La enseñanza de la astronomía en la Universidad de la República comenzó oficialmente hacia mediados del siglo pasado, con las cátedras de Astrofísica y Astronomía Teórica, ocupadas por los profesores Félix Cernuschi y Carlos Etchecopar, de la entonces reciente Facultad de Humanidades y Ciencias. En 1955 se creó en dicha facultad el Departamento de Astronomía, responsable de la investigación y la formación de licenciados en astronomía. Pocos años después, en la década del 60, se instaló en el predio del Aeropuerto Nacional de Carrasco un pequeño radiotelescopio experimental para el monitoreo de radioexplosiones solares, un proyecto que incentivó el vínculo de varios jóvenes con el Departamento de Astronomía, entre ellos quien escribe esta nota. En 1968 se aprobó el primer plan de estudios de la Licenciatura en Astronomía. Lamentablemente, el impulso que había adquirido el Departamento de Astronomía en su desarrollo académico quedó trunco con el golpe de Estado, que llevó al alejamiento de varios de sus docentes, algunos en forma definitiva.

Cuando se creó la Facultad de Ciencias, en 1990, el Departamento de Astronomía se insertó en la nueva facultad, dentro del Instituto de Física. Actualmente el área de investigación se centra en las ciencias planetarias y, si bien el grupo de astronomía es pequeño, ha tenido una actuación destacada, lo que ha llevado a que sus miembros con cargos efectivos sean integrantes del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba) y del Sistema Nacional de Investigadores. Uno de los logros del departamento fue dotar al país de un pequeño observatorio astronómico moderno, capaz de llevar a cabo pequeños proyectos de investigación, docencia y extensión.

Luego de gestiones intensas, se creó en 1994 el Observatorio Astronómico Los Molinos (OALM), que quedó bajo la órbita del Ministerio de Educación y Cultura. El OALM ha servido de puente entre la academia y la Asociación de Aficionados a la Astronomía, cuyos integrantes han instalado sus propios telescopios en el predio del observatorio.

La labor del grupo de astronomía no se ha limitado al ámbito local sino que también ha cumplido una función académica y de gestión destacada en la Unión Astronómica Internacional. Los investigadores del Departamento de Astronomía han tenido en ese organismo una participación decisiva en el establecimiento de una nueva definición de planeta, que culminó con la eliminación de Plutón de esta categoría, dando lugar al nuevo paradigma de un sistema solar de ocho planetas. A su vez, la Unión Astronómica Internacional ha distinguido a varios egresados del departamento, designando a algunos asteroides con sus nombres.

Desde el Departamento de Astronomía se ha tenido siempre especial cuidado en mantener un contacto fluido con la sociedad por medio de charlas de divulgación, cursos de actualización, comunicados de prensa, notas, entrevistas y colaboración en las Olimpíadas de Astronomía para estudiantes liceales, entre otras iniciativas. La docencia y la extensión son dos pilares de la Universidad, pero su calidad debe estar basada en la investigación, de lo contrario se corre el riesgo de que terminen siendo comentarios acríticos sobre el trabajo de otros. El investigador que populariza el conocimiento lo hará en base a su propia experiencia, apoyado en los cimientos sólidos que da el análisis profundo y crítico de los temas que aborda. Un prejuicio muy común que muchos divulgadores no científicos suelen reforzar (en general, involuntariamente) es el de que la ciencia se hace exclusivamente en países desarrollados. Los científicos, al divulgar desde sus laboratorios o lugares de trabajo, mostrarán al público que la investigación desde el sur también es posible.

Desde una interpretación amplia, entendemos que la cultura es la información que tienen los ciudadanos sobre diversos temas y su capacidad de apreciarlos y discutirlos críticamente, un criterio que se aplica tanto al arte y a la literatura como a las ciencias sociales, naturales y exactas. Por lo tanto, la ciencia debe cumplir una misión más allá de su aplicación inmediata y no puede quedar reducida a una mera herramienta utilitaria para generar productos competitivos en el mercado. La ciencia debe ser una parte integrante de la cultura de una sociedad, que contribuya a una formación crítica y reflexiva de sus ciudadanos, capaces de abordar los nuevos desafíos de forma creativa. Dada su escasa población y recursos naturales, Uruguay sólo podrá competir en el concierto internacional si desarrolla al máximo el talento de su gente, para lograr de esa manera una sociedad más próspera y justa.

El autor

Fernández es profesor titular de Astronomía en la Facultad de Ciencias y fue decano entre 2005 y 2010. Es licenciado en Astronomía (Udelar) y realizó estadías de investigación en el Observatorio Astronómico de Madrid, España, en los Institutos Max-Plank für Aeronomie y für Kernphysik, de Alemania, y en el Observatório do Valongo, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, en Brasil. Su investigación se centra en el área de las ciencias planetarias, cuerpos menores del sistema solar -en particular los cometas- y su relevancia en los procesos de formación planetaria.