En un mapamundi con países que estaban coloreados en una gama de colores que oscilaba entre el amarillo y el rojo, Jacoby mostró la prevalencia de la obesidad entre los adultos mayores de 18 años. “Dentro de poco se va agregar un lila, porque ya hay países con 28% de obesos”, dijo, tras explicar que el escarlata -que teñía a la mayoría de los países del continente, Uruguay incluido- indicaba 25% de prevalencia.

La relación entre obesidad y consumo de alimentos ultraprocesados es directa: estos últimos son “casi adictivos”, lo que conduce a un aumento en el sobrepeso y la obesidad, en la medida en que, además, “sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”, explicó el asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS.

Estamos hablando de productos como las bebidas carbonatadas, los refrigerios dulces y salados, las golosinas, los helados, y otros no tan previsibles, como cereales de desayuno y barras, bebidas deportivas y energéticas, jugos de frutas y vegetales, té y café instantáneos, pastas para untar, salsas y comidas preparadas.

Consultado sobre cómo distinguir un producto ultraprocesado, el peruano respondió fijándose en la cantidad de ingredientes. “La hamburguesa de Mc Donald’s por ejemplo, tiene 15 ingredientes, y en las papas -que yo no sé ni por qué les llaman ‘papas’- es aun peor: 21 ingredientes”, dijo. Advirtió que “más allá de que hemos procesado desde siempre”, en estos casos “hablamos de diseños de laboratorio, donde el producto original ha sido completamente desfigurado”.Jacoby explicó que estos productos “no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas”, sino para que “se conserven durante mucho tiempo en los estantes y generen deseos incontrolados de consumo”, que incluso llegan a inhibir los mecanismos innatos de control del apetito. En volumen, las ventas de alimentos y bebidas ultraprocesados aumentaron 48% entre 2000 y 2013 en América Latina, en comparación con 2,3% en América del Norte, según un informe publicado hace una semana por la OPS. Uruguay lidera este crecimiento en la región, con ventas per cápita que crecieron 146% en igual período; los uruguayos consumen hoy 150 kilos de productos ultraprocesados por año, mientras que en 1999 consumían 60. Las bebidas gaseosas representaron gran parte de este aumento: las ventas en América Latina se duplicaron entre 2000 y 2013, llegando a 81.000 millones de dólares y superando las ventas de refrescos en Canadá y Estados Unidos, países líderes en consumo individual de productos ultraprocesados.

El “aumento exponencial” del consumo de estos productos es, para Jacoby, consecuencia exclusiva de una “desregulación del mercado” y una tendencia “invasiva” de la globalización. “Para empezar, hay una formidable publicidad que los está legitimando”, afirmó el asesor de la OPS. Se preguntó sobre la ausencia de regulación, ya que el “principal” público objetivo de ésta -y por ende, los “más perjudicados”- son los niños, incapaces de discernir sobre lo que es bueno para ellos. “Los niños aprecian los productos por el juego, por la simpatía que les generan”, afirmó.

Hay que tener en cuenta que en América Latina dos empresas multinacionales captan dos tercios de todas las ventas de bebidas gaseosas y aperitivos dulces y salados. A su vez, la industria de los productos ultraprocesados invierte por año 50.000 millones de dólares en publicidad, “mientras que lo que invierten juntos todos los ministerios de Salud del mundo no alcanza siquiera a 1% de esa cifra”, comparó Jacoby, quien mostró que además de “implementar campañas de información y educación”, es fundamental la aprobación de una normativa específica.

A modo de ejemplo, contó que países como México han logrado reducir entre 6% y 10% las ventas de alimentos ultraprocesados a raíz de un impuesto de 10% al costo del producto, mientras que Ecuador cuenta desde 2014 con un sistema de etiquetado.