Hace unos días, en Nueva York se dio un paso fundamental para el establecimiento de un nuevo límite exterior en la plataforma continental, que ampliaría el territorio uruguayo. Si todo sigue bien, el acuerdo técnico alcanzado consagrará la última gran frontera del país.

A inicios de 2004 recibí una invitación para unirme a los trabajos, que me extendió el embajador Julio Lupinacci, entonces presidente de la Comisión para el Establecimiento del Límite Exterior de la Plataforma Continental (Coalep). Me incorporé al Grupo Técnico del que ya formaban parte varios profesionales de la Armada Nacional, la Administración Nacional de Combustible, Alcohol y Portland y los ministerios de Industria, Energía y Minería, Ganadería, Agricultura y Pesca, y Relaciones Exteriores. La geología me había dado muchas alegrías, pero ahora sumaba la posibilidad de investigar nuevamente sobre la evolución del margen atlántico y de contribuir con esos conocimientos a la conquista de un nuevo espacio de soberanía. Esto marcó mi actividad docente en extensión universitaria durante los últimos diez años.

Y es que, desde hace 130 millones de años hasta hoy, los principales aspectos de la evolución física de nuestro territorio estuvieron controlados por los procesos geológicos que fragmentaron un antiguo gran continente para dar lugar al nacimiento y la evolución del océano Atlántico. Conocer los detalles de ese importante evento resulta esencial a la hora de sustentar técnicamente, ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la aspiración de extender el límite exterior de la plataforma continental del país. En ese proceso, la adquisición, el procesamiento y la interpretación de líneas batimétricas y geofísicas del fondo marino fueron labor común de todo el equipo, en especial de los geólogos y geofísicos, que interpretamos basamentos, paquetes volcánicos y sedimentarios y calculamos sus espesores.

Durante el desarrollo de la investigación, los mayores esfuerzos se centraron en una amplia región casi desconocida en su naturaleza física: el futuro territorio marítimo uruguayo se extendería más allá de las 200 millas. El entusiasmo ciudadano de todos los integrantes del equipo no era menor: intentábamos construir un mapa de Uruguay en el que el celeste mar fuese el color predominante. En aquella primera reunión con el presidente de la Coalep me señaló algo que, según supe después, todos ya habían escuchado: “Tenemos asegurado un límite exterior en las 270 millas, pero creo que estamos en condiciones de aspirar a unas cuantas millas más”. Hoy sabemos que el límite exterior de Uruguay estará formado por cinco o seis puntos fijos que se ubicarán muy próximos a las 350 millas, en algunos casos, o directamente sobre esa distancia, en otros; algo así como sumar 82.000 kilómetros cuadrados de lecho y subsuelo marino a nuestro territorio, con la riqueza y nuevos recursos que esto implica para el país.

Sucede que, a diferencia de los límites en tierra que nos podrían remontar al papa Alejandro VI, al Tratado de Tordesillas o a las luchas independentistas, la posibilidad de que un Estado ribereño pueda extender su límite en el mar es reciente. La III Conferencia de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1973) sentó las bases para la redacción de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (Convemar). Uruguay la ratificó por ley en 1992 y, años más tarde, creó la Coalep. En marzo de 2009 se presentó la aspiración ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, órgano técnico de la Convemar integrado por 21 miembros, que a su vez designó una subcomisión para estudiar nuestra aspiración. Cómo se define el límite exterior está pautado en varios artículos de la Convemar y otras directrices técnicas. Allí se establece que “la plataforma continental de un Estado ribereño comprende el lecho y subsuelo de las áreas submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a lo largo de la prolongación natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental”.

El primer paso, entonces, consistió en ubicar los “pies del talud continental” y luego fijar los puntos fijos del límite exterior. Para esto último hay dos criterios: uno consiste en definir los puntos fijos más alejados cuyo espesor de sedimento sea por lo menos 1% de la distancia más corta entre ese punto y el pie del talud; el otro resulta de establecer puntos fijos situados a no más de 60 millas del pie del talud. Algunas cláusulas de la Convención restringen estos criterios, como, por ejemplo, que los puntos fijos no superen las 350 millas o que los puntos fijos queden determinados por una línea de una profundidad de 2.500 metros, más de 100 millas.

El criterio más conveniente para el país es la regla del 1%, aunque no fue el que se presentó inicialmente. En los últimos tres años hicimos esfuerzos adicionales que incluyeron relevamientos sísmicos específicos que nos permitieron encontrar los máximos espesores sedimentarios próximos a las 350 millas, para aplicar el criterio del 1%. Los últimos resultados dieron un mejor soporte a la aspiración.

Eso sí: el trazado del límite exterior en el futuro mapa de Uruguay será raro, caprichoso, escalonado y aserrado. En todo momento contamos con el apoyo del sistema político, en especial cuando necesitamos de nuevos relevamientos sísmicos para intentar alcanzar las 350 millas en algunos sectores.

Además, se sumaron otros logros. Hubo un significativo avance en el conocimiento geomorfológico, geológico y geofísico más allá de las 200 millas, así como valiosos datos e información que serán punto de partida para futuros trabajos científicos y esfuerzos exploratorios. También reconocimos provincias geomorfológicas, accidentes geológicos que adelgazaron la corteza continental a punto de casi romperla, precisamos la extensión de nuestra corteza continental, identificamos un conjunto de paquetes volcánicos y sedimentarios que inclinan hacia el mar y nos permitieron delimitar la corteza de transición, así como mostrar la existencia de múltiples eventos volcánicos asociados al nacimiento del océano Atlántico. Descubrimos extensos derrames de basaltos planos que preceden el inicio de la corteza oceánica y que fueron motivo de discusiones con los técnicos de la subcomisión. Como si esto fuera poco, los levantamientos sísmicos nos revelaron un conjunto de situaciones exploratorias promisorias para la generación y acumulación de hidrocarburos más allá de las 200 millas. De todas maneras, somos conscientes de que es mucho más lo que aún desconocemos.

Para los que creemos que en algún momento el ser humano tomará en cuenta la real dimensión que tienen los océanos y fondos marinos en el futuro de la humanidad, todo esfuerzo por extender nuestro margen continental resulta estimulante. Uruguay debe darse vuelta y mirar al mar, explorar, conocer y cuidar esa nueva parte de soberanía nacional sobre el lecho y el subsuelo. La Facultad de Ciencias tiene otros 25 años para formar más y mejores biólogos y geólogos marinos, oceanógrafos, físicos y geofísicos que aporten en esa dirección. El desafío no termina: recién empieza.

Gerardo Veroslavsky

Profesor adjunto y director del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias. Es licenciado en Geología (Universidad de la República) y realizó su formación de maestría y doctorado en la Universidad Estadual Paulista (Brasil). Es investigador del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas y del Sistema Nacional de Investigadores. Se especializa en el estudio de las cuencas sedimentarias. Integra el Grupo Técnico de la Comisión para el Establecimiento del Límite Exterior, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, como parte de sus actividades de extensión universitaria.