Puntual, el enjambre de vecinos aparece en la esquina de Arocena y Schroeder, entre La Pasiva y Tienda Inglesa, a las 20.00, la hora de la convocatoria. Ollas, ralladores y moldes de flan empiezan a recibir los golpes de las más de 1.000 personas que se reunieron y que, además, sumaron bocinas, campanas y vuvuzelas. La causa ya es conocida: el sábado pasado, Heriberto Rafael Prati, de 56 años, murió. Llevaba a una amiga hasta su casa en Carrasco, y cuando ella salió del vehículo se le acercó un hombre en una moto roja, quien le pidió a la mujer su cartera. Prati bajó del auto a defenderla y recibió un disparo en la frente, según informó la Jefatura de Policía de Montevideo. La bala no salió de su cráneo. La mujer, María Laura Methol, contó todo en su Facebook. El País recogió algunas frases: “El cambio está en el pueblo, en ayudar a las ONG que trabajan con los niños y jóvenes que son el futuro, que les dan los valores y el apoyo que no brindan las familias”, escribió. Después dedicó reclamos a las autoridades: “Cambien las leyes porque nos están matando a los buenos que trabajamos y pagamos impuestos en Uruguay”.

Con los días, se supo más sobre las dos víctimas. La mujer es hija de Javier Methol, un sobreviviente del avión que cayó en Los Andes en 1972, y de Liliana Navarro, quien falleció en el accidente. Prati era un oficial retirado de Fusileros Navales, y -según informó Subrayado- había bajado del auto con un cuchillo. La Policía está buscando al culpable en el asentamiento de Acosta y Lara, instalado al borde del arroyo Carrasco, a una cuadra del puente que lleva el mismo nombre y que separa Montevideo y Canelones.

En el otro Carrasco, el del sur, se elevan dos pancartas. “Hago ruido por el Negro Prati. Hago ruido por los uruguayos”, dice una. Muy similar, otra: “Hago ruido por el Negro Prati para unirnos entre todos los uruguayos”. Su portador, Fernando, era muy amigo de la víctima. “Es una gran pérdida para el país. Un gran tipo, con grandes valores. No guardó la mano. No se escondió”, dice con los ojos rojos por las lágrimas. “La persona cuya vida alguien decidió terminar en la madrugada del viernes era como mi hermano”, dice Liliana, visiblemente afectada. Y sigue: “Lo que más duele es la insensibilidad del gobierno. Ni un gesto, ni un acercamiento a esa familia. A veces esto derrama el vaso”. ¿Qué le reclama Liliana a las autoridades? “A lo irrecuperable hay que tratarlo como irrecuperable, y el gobierno lo sabe bien, porque hay psiquiatras y psicólogos trabajando con los presos y ya saben que son irrecuperables. No podemos vivir nosotros encerrados y esclavos, pensando todo el día que te va a pasar algo”. Tania, una señora que luce los ojos más mojados de la marcha, se presenta como “la señora del capitán de navío retirado Jorge Elizondo, que fue compañero durante 36 años” de Prati. “Hoy dijeron en el informativo que el 911 acudió apenas recibieron el llamado. Yo te puedo decir que es mentira”, aclaró con la voz rota. “No es el país que queremos dejarles a nuestros nietos. Porque para nuestros hijos ya está podrido”. ¿Qué piensa Tania que habría que hacer? “No lo sé. Ojalá lo supiera. Estamos invirtiendo millones de dólares en mantener asesinos en las cárceles”.

Pero no todos son personas cercanas a Prati. Laetitia d’Arenberg, además de princesa, es vecina; explica que a todos sus amigos les robaron. En el centro de una ronda, bajo flashes de cámaras y celulares, chocando dos tapas de olla, dice que es la primera vez que sale a la calle a manifestarse y que, más que hacer reclamos a la Policía, hay que ir al Parlamento. Alicia recuerda, como muchos de los presentes, que todos pagamos impuestos: “No puede ser que no tengamos derechos. Sólo hay derechos humanos para los delincuentes. Vamos a tener un estallido social por culpa del gobierno”.

Suena el Himno Nacional, adornado por gritos que reclaman la renuncia del ministro del Interior, Eduardo Bonomi. La manifestación, que cubre varias cuadras, rumbea entre restaurantes y tiendas de ropa hacia la rambla helada. Al frente, Fernando encabeza la marcha con su pancarta en alto. Un señor que enarbola la bandera de Uruguay dice que el reclamo atraviesa todos los partidos. “Nos están matando a todos. A los que votaron al Frente Amplio y a los que no”. Entre las filas, fuera del centro de la atención, está la senadora del Partido Nacional Verónica Alonso.

A unas cuadras, donde empezó la marcha, los pocos que quedan se van disipando. Mientras, en Tienda Inglesa, una empleada reconoce, entre risas, que se vendieron más ollas que cualquier otro día. “Había gente que compraba cacerolas de 2.000 pesos. Les preguntábamos: ‘¿Se las envolvemos?’, y nos contestaban: ‘No, las vamos a usar ahora’”.

Reacciones

Ayer, en una entrevista en el programa En perspectiva, Bonomi habló sobre el caso sin nombrarlo: “Me llaman la atención robos chicos en que terminan pegándole un tiro en la cabeza a alguien. ¿En qué cabeza pasa eso? En esa situación me parece que no conviene la resistencia”. “Yo no me animo a decirle a nadie que se desarme si sabe tirar, pero si no sabe, es mejor que no se enfrenten”, agregó después. Pasado el mediodía, Roberto Canessa, vecino y sobreviviente de la tragedia de los Andes, propuso en una entrevista en Subrayado que la Policía fiche a las familias del asentamiento de Acosta y Lara. En la noche, el senador del Partido Colorado Pedro Bordaberry anunció en diálogo con Telemundo que hoy propondrá interpelar a Bonomi por “los hechos de violencia ocurridos en los últimos tiempos”.