No puede decirse que sea sólo un tema de la sociología (área de estudios en la que trabajo), una cuestión de la Facultad de Ciencias Sociales específicamente (cuyo 25º aniversario lleva a escribir estas líneas) o un problema de la Universidad en sus diferentes espacios. Pero es posible fundamentar que el análisis crítico, es decir, colocarse en posición crítica frente a la realidad social examinada, problematizarla, pensar e integrar conceptos como herramientas de investigación en esa perspectiva, se ha debilitado enormemente en esta área del conocimiento. De hecho, estamos dando sepultura a una etapa. Quizá los actuales estudiantes puedan hacer emerger algo nuevo en el futuro. Se verá.

Naturalmente, no se trata aquí de erigirse en juez y señalar culpables, sino de plantear -en el límite de 800 palabras- mínimamente el problema que parte con la propia construcción de los temas de investigación de la sociedad. Es decir, no se trata de un “adorno” posterior a una investigación. Por ejemplo, puede existir una guerra de cifras sobre la baja de la pobreza. Es perfectamente admisible, pues hay intereses políticos en juego. Pero, ¿por qué se ha vuelto tan difícil pensar que habría que estudiar la pobreza en relación con las clases sociales y con la acumulación y concentración de la riqueza? En principio, porque nadie con capacidad de tomar decisiones está pensando en tal cosa.

Un argumento que subyace para descartar el planteo es que se trataría de un problema ideológico y no técnico, es decir, otro eficaz recurso simbólico no sólo de actores políticos sino de la propia academia conservadora, que permite no entrar en determinadas discusiones y circunscribir un tema a determinados límites de lo posible. De hecho, muchas veces, interesadamente, se confunde lo técnico con el empleo de técnicas estadísticas de investigación (un reduccionismo patético). Pero, en suma, en la construcción de problemas de investigación de la sociedad opera una amputación de mediaciones analíticas y de enfoques, que se disfraza de ciencia y no ayuda a visualizar problemas de fondo y, por tanto, otros futuros posibles.

En el problema del abordaje o las perspectivas de aproximación está operando un “sentido común” académico local que se expresa en diversidad de temas.

En el área de estudio de las organizaciones y movimientos sociales (una de las temáticas que trabajo), abrirse al análisis crítico significa no sólo considerar sus propias problemáticas (formato de organización, por ejemplo), sino entender cómo operan las lógicas de dominación que se imprimen desde otros actores (gobierno, empresas, ONG) sobre ese espacio social para tratar de contener su potencialidad de transformación o alinearlo a otros intereses.

Otro caso es la incapacidad para examinar cómo se viene operando en Uruguay un ajuste pasivo a los requerimientos globales. Por ejemplo (y para colocar otro tema en el que trabajo), existe una dificultad notoria de considerar críticamente que una parte de lo que ocurre territorialmente en Uruguay con la expansión del capital y sus transformaciones sociales obedece a formatos de enclave (es decir, fuerte conexión económica global, escasa conexión nacional y un Estado que crea las condiciones para su propia “desnacionalización”). Un formato que puede expresarse en la expansión de zonas francas que han diversificado enormemente sus actividades.

Ahora bien, ¿por qué se ha vuelto tan difícil abrirse a planos de análisis crítico? Seguramente hay elementos vinculados a vastas transformaciones globales de la mano de la revolución informacional -un proceso comparable al de la novedad que representó la revolución industrial-, y que, por tanto, despistan sobre lo nuevo. Como supone cada vez más requerimientos de conocimientos instrumentales muy específicos, y sumado a históricos elementos geopolíticos de financiamiento, el peso sobre qué y cómo investigar es muy fuerte.

Pero también hay elementos locales a considerar. No sólo el intelectual crítico parece haberse convertido en una especie en extinción: también la capacidad de pensar críticamente la sociedad en general se ha vuelto bastante incomprendida, en un proceso que va más allá de la academia y atraviesa espacios sociales (y se expresa también, por ejemplo, en la recepción de productos del periodismo crítico sobreviviente).

El onomástico encuentra a las Ciencias Sociales locales en un proceso estructural de “chilenización”, es decir, la instrumentalización y mercantilización del conocimiento que se expande más allá de posturas críticas puntuales, y con efectos devastadores más allá de lo visible. Por ejemplo, se habla en forma recurrente de innovación, pero, ¿es posible pensar innovadoramente sin herramientas cognitivas que amplíen la mirada y habiliten a criticar lo dado como lo único posible? ¿Es posible navegar en aguas turbulentas regionales y globales sin buenas dosis de imaginación y apertura crítica? Un primer paso sería identificar que las exequias del título constituyen un verdadero problema a considerar.

Alfredo Falero

Sobre el autor

Falero es doctor en Sociología, docente e investigador del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, Udelar.