Acabamos de estar en República Dominicana. Seguimos de cerca la zozobra por el Huracán Matthew. En todo el Caribe es época de huracanes y la alerta cunde, porque al azote del viento se le suman la pobreza y la impotencia más absoluta. Barrios sin agua o sin luz. Pero no por el huracán. Siempre. Casas, cables, calles, alcantarillas; se caen, se inundan. Los aludes arrasan con el rancherío, y las enfermedades hacen estragos.

Si hay un infierno cerca, se llama Haití. Pero toda la región se estremece. Todos los años, desde hace siglos. Salvo Cuba y las costas de Florida, porque ahí hay prevención en serio y las condiciones son muy diferentes. Se salvan muchas vidas.

Hay otros azotes en toda la región: corrupción y violencia. Hay seres humanos que, por unos pesos, se hacen cargo de un asesinato que no cometieron. Todo tiene su precio; mantener a la familia, también. En zona de huracanes, ni siquiera conocieron el viento de cola del que tanto hablan por estos lares.

Son tormentas cíclicas. Hay otras que son creación humana. El colonialismo y el imperio hicieron lo suyo. Ahora, en esta fase del capitalismo, el huracán mercado condena inexorablemente y en su irracionalidad a mayor marginalidad, pobreza y desigualdad.

La izquierda latinoamericana, azotada por varios huracanes, necesita colocar en su agenda, sin tapujos, varios temas, aunque duelan. Se pueden prevenir gestionando riesgos y reduciendo daños. El antihuracán de la autocrítica es impostergable. Reubicando a la política (esa tan desprestigiada y vapuleada) en los centros de mando. Ahorra vidas. No es una metáfora. Veamos lo que sucede en la región y los huracanes antisociales que se están desplegando, con el costo humano que sobrellevarán. Veamos también los graves errores que hemos cometido luego de gobernar por varios años, las insuficiencias. Cambiemos, por qué no. Echarle la culpa a la derecha es como culpar al servicio meteorológico. Vayamos por el pensamiento crítico. La desigualdad sigue siendo un reto. La forma en que nos relacionamos con un mundo complejo es otra.

No voy en tren, voy en avión... ¿Vientos ciclónicos de libre comercio?

El reportaje que le hizo Natalia Uval a Gerardo Caetano en la diaria es ilustrativo y provocador. Excelente base para debatir el sesgo de nuestra política exterior. Sin buzones en la cabeza, sin fundamentalismos de ningún tipo. Ahora, yo soy muy pragmático y no creo que la discusión sea Tratado de Libre Comercio (TLC) sí o no. En realidad, se trata de desplegar. Tratados (varios) para el Desarrollo (TPD). Caso a caso. Sin romper lo que ya se construyó. Propongo una nueva metáfora que sustituya aquella del tren al que había que subirse, sí o sí, y que no tomamos.

Desde que el huracán Sanguinetti hizo trizas la red ferroviaria, hablar de trenes en Uruguay es complicado. Quiero, ahora, ser bien pragmático para salir a pelear en un mundo complejo. Usar todo tipo de locomoción, lancha, bicicleta, cuatrimotor, tren bala, avión, incluso todos a la vez… Importa ver su itinerario, el destino y el criterio con que nos subimos a cada uno. Tener la agilidad comercial de usar todos, siempre que sirva a nuestros planes de desarrollo y no porque no hay otro remedio.

Por otra parte, lo ya dicho. Uruguay logra posicionarse en el escenario internacional promoviendo una agenda de derechos, desplegando la bandera de los derechos humanos, siendo garantía y articulador de la solución pacífica de los conflictos. Bienes intangibles que abren otras puertas. Pero son eso: bienes. Tienen valor.

Las cámaras empresariales se manejan con pensamiento mágico. Ese al que recurren los niños, los timberos y los delirantes. Creen en las ilusiones, muy cargadas -esas sí- de ideología, acerca del maná que bajará del cielo con nuevas membresías y con libertad de comercio. Escuché al presidente de la Unión de Exportadores del Uruguay, Álvaro Queijo, decir que con Michel Temer íbamos a andar muchísimo mejor. Búsqueda afirmó que así pensaban varios empresarios. ¿De dónde sacaron la temeraria idea de que Temer nos favorecerá? Nuestros empresarios son ramplones. Y chambones. Compran toda la merca que venden los mercachifles.

El huracán Desigualdad

Es más que un motivo de indignación. Es un desafío político. Porque, además, desigualdad y violencia están vinculadas. También en Uruguay, donde comienzan a surgir los informes sobre la riqueza y la desigualdad estructural que sigue siendo un ciclón que genera pobreza. Recordemos que los índices de pobreza en la niñez nos siguen ofendiendo. Enojarse con eso es una estupidez. No interpela todo lo que hemos hecho, sino que revela que algunas cosas tenemos que cambiarlas para mejorar.

“La pobreza y la desigualdad son aun más inaceptables en un continente que no es pobre, pero sí profundamente injusto. Si bien en la última década la cantidad de pobres ha disminuido sustantivamente, muchos de los que han conseguido este importante paso aún enfrentan, junto a otros que estaban allí antes, condiciones de extraordinaria precariedad. Un estudio reciente pone en un tercio de la población total de América Latina el número de personas que vive en hogares con un ingreso de entre cuatro y diez dólares diarios. Estos ya han salido de la pobreza que aún aqueja a más de 167 millones de latinoamericanos; pero llamarlos ‘sectores medios’ tampoco tiene sentido. [...] El tema de la desigualdad ya no es latinoamericano sino hemisférico, por cuanto los países más desarrollados de la región también se enfrentan a condiciones crecientes de desigualdad y acumulación de la riqueza en manos de pocos hogares, al tiempo que excluyen a importantes sectores de su sociedad”.(1)

Las desigualdades no se expresan sólo por la injusta distribución del ingreso. Múltiples discriminaciones se añaden: de clase, raza, género, orientación sexual y origen étnico. La exclusión es una máquina multidimensional que funciona como gran dispositivo de control y poder al servicio de la sumisión.

Joan Manuel Serrat ha denunciado una de las mayores crisis humanitarias: el Mediterráneo convertido en fosa mortífera. La xenofobia y la discriminación que se extienden desde el muro de Texas, donde La Bestia (tren que va desde Guatemala hasta la frontera, cargado de migrantes) sigue arrojando hombres, mujeres y niños desesperados por salir del hambre, la violencia y la desesperanza. Al finalizar mi destino como embajador ante la Organización de Estados Americanos, recibimos a los mandatarios de Guatemala, El Salvador y Honduras para tratar el tema de la crisis humanitaria de los 57.000 niños sin acompañantes abandonados en la frontera mexicano-estadounidense. No hay muros (pague quien los pague) ni alambrados de púa que detengan a la gente que huye de la pobreza y de la violencia buscando (paradoja) el festín que promocionan desde el norte.

Sin lugar a dudas, las enfermedades no transmisibles son un reto para la humanidad, como afirmó Tabaré Vázquez en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Pero la desigualdad persistente, que es obra de los seres humanos que definen políticas, crece en forma exponencial. Es intolerable. Tanto como todo tipo de pensamiento dogmático, religioso de todo tipo o laico que promueva el odio y la guerra. Sea en nombre de cualquier dios o causa.

“Los economistas son buenos para analizar las debacles pasadas. Pero son pésimos para predecir las crisis futuras”(2)

Una joven periodista me alumbró sobre el autor de esta cita. Autores interesantes como Joseph Stiglitz y Paul Krugman aportan enfoques que brindan un recurso político para defender otro tipo de recetas. Intervenir de otra manera y no repetir como loros los manuales viejos de los organismos internacionales o de las pretendidamente inefables calificadoras de riesgo.

Robert Shiller analiza los aspectos psicológicos, narrativos, y las secuencias interactivas que generaron las últimas crisis. Afirma que no tiene nada que ver con las supuestas reglas infalibles de las ciencias económicas.

Como psicólogo me complace leer de un economista lo útil de mi disciplina y los límites que todas tienen. Epistemológicamente, todo análisis debe partir de esa limitación. Fueron las ciencias duras las que enunciaron el principio de indeterminación: no se puede calcular el trayecto de las partículas, porque cuando las medimos u observamos incidimos en su trayectoria. Si esto es así para la física cuántica, ¿cómo no lo será para las ciencias sociales y políticas? Aceptarlo sería un acto de humildad política y de verdadero realismo. La grandilocuencia de los vaticinios económicos para negar las opciones que son política pura es una matriz soberbia que nos inmoviliza.

Distribuir para crecer

Un prestigioso autor como Manfred Max Neef afirmaba que “la obsesión por el crecimiento es un disparate”(3); de esta forma ponía en cuestión no sólo qué tipo de desarrollo es deseable para nuestros pueblos, sino los límites del supuesto axioma del crecimiento. Cogito ergo sum. Crecer, luego distribuir.

Stiglitz es demoledor al analizar el modelo de acumulación del actual sistema de mercado: un 1% supermillonario y concentrado, y el 99% restante. Esto implica que no es posible seguir creciendo. Hay que distribuir para crecer. Es cierto que quizá sea una de las mejores propuestas de reformulación del capitalismo. Sí. Regularlo, reformarlo, asegurar una nueva fase que impida o postergue las próximas crisis. Pero la izquierda no puede estar ausente de este debate. Hay que tomarlo. Es salirse de la letanía de los centros financieros internacionales y de las dudosas calificadoras de riesgo. ¿Es una solución mágica? No. Pero genera otro relato.

Un relato que genera grietas, que rompe y permite articular a la izquierda con propuestas de justicia social y justicia política. Radicalizarla e ir por todos los derechos. No es una brújula del pensamiento revolucionario, pero sí una apertura para otro tipo de narración que no nos deje atados al discurso de los centros de poder y nos clave fijamente a un tren con destino fijo, que no podemos controlar. Hasta una patineta puede ser mejor. Se los dice un psicólogo.

(1). JM Insulza, Prólogo de Desigualdad e inclusión social en las Américas. 14 ensayos. (2). El premio Nobel en Economía Robert Shiller. (3). http://www.eldesconcierto.cl/pais-desconcertado/2015/12/26/max-neef-la-obsesion-por-el-crecimiento-es-un-disparate/