Muchos recuerdan a Polonia por su edad de oro en el fútbol, otros por su régimen comunista y unos pocos por sus huelgas de los años 80. Pero para algunos, la dramática y compleja historia polaca viene de la mano del legendario cineasta Andrzej Wajda, quien retrató como nadie las idas y vueltas del comunismo y las luchas sindicales en una cuarentena de películas que se convirtieron en magistrales clases de historia y de cine. El domingo de noche, este nonagenario incansable falleció a causa de una insuficiencia respiratoria, cuando todavía se encontraba en plena actividad: su última película, Afterimage, basada en el pintor polaco de vanguardia Wladyslaw Strzeminski, que fue perseguido por no acatar las imposiciones del Partido Comunista, representará a su país en la próxima edición de los premios Oscar.

Se trató de uno de los cineastas polacos más importantes e influyentes, autor de una magnífica obra que captó a discípulos muy diversos como Krzysztof Kieslowski (Azul, Rojo, Blanco) y Roman Polanski, que llegó a actuar en sus películas Los brujos inocentes (1960) y Zemsta (2002). Sus tres primeros films integraron lo que luego se conoció como la trilogía de la guerra: a los 29 años dirigió Pokolenie (Generación, 1955), película sobre la resistencia a la ocupación nazi que lo convirtió en el líder del nuevo cine polaco -“resumía nuestra generación”, diría tiempo después-; Kanal (1957), un retrato de la insurrección de Varsovia en 1944, centrado en los miembros de la resistencia refugiados en los canales de la ciudad, que obtuvo el Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes, galardón que fue el comienzo de todo, porque le posibilitó filmar su siguiente película, la maravillosa Cenizas y diamantes (1958), un notable relato en blanco y negro sobre Polonia a pocos días de derrotar a los nazis, una sociedad marcada por el nihilismo, el nacionalismo y el quiebre de la conciencia política.

Este director, que recibió un Oscar honorario en reconocimiento a estos 50 años “de un trabajo extraordinario en la dirección cinematográfica”, nació en 1926 en Suwalki, al noreste de Polonia. Al comienzo, intentó continuar con la carrera de su padre como oficial del ejército, pero en 1939 fue rechazado por la academia militar. Por ese entonces se dedicó a estudiar pintura, luchó en la resistencia contra los nazis, estudió en la Academia de Artes de Varsovia, se recibió en la prestigiosa escuela de cine de Lodz, y se convirtió en un símbolo del país ocupado por los soviéticos cuando se dedicó a instalar un cine simbólico - “intentaba imitar a Buñuel”, reconocía- y revolucionario.

Con una decidida crítica al comunismo polaco que, por su ingenio, logró imponerse a la censura, y haciendo foco en asuntos como la ética, la responsabilidad e incluso la complicidad con gobiernos autoritarios, en 1977 estrenó El hombre de mármol, en la que exhibió el estalinismo en su país y la insatisfacción del trabajador durante la década de 1950. Cuatro años después, continuó con la ganadora de la Palma de Oro El hombre de hierro, centrada en las huelgas de los astilleros, y el ascenso del movimiento sindical Solidaridad, que, con el tiempo, condujo al fin del comunismo polaco y que fue el primer sindicato independiente del bloque comunista. Además, uno de los protagonistas fue Lech Walesa, líder de Solidaridad, quien después se convirtió en presidente de Polonia. Nominada al Oscar como mejor película extranjera, los líderes comunistas intentaron, sin suerte, bajarla de cartel, y la obtención de la Palma de Oro salvó al director de caer en prisión, cuando ese mismo año el régimen de Wojciech Jaruzelski arremetió contra el sindicato.

El cierre de esta trilogía de Gdansk (Danzig en polaco) sobre la lucha obrera llegó muchos años después y se llamó Walesa, la esperanza de un pueblo (2013), una biopic sobre el ideólogo de Solidaridad. Por integrar las listas del movimiento, Wajda se convirtió en senador en 1989. “Como cineasta fue muy positivo ver aquello con mis propios ojos”, dijo en una entrevista con El País de Madrid. “En aquel momento Walesa fue nuestro apoyo. Y si yo salí elegido senador posteriormente fue porque se hizo fotos conmigo”, agregó. Más adelante advirtió: “Populismos como el de Walesa tienen poca cabida hoy en día, pero más miedo me da en la actualidad la extrema derecha. Polonia forma parte de Europa. Cuando nos gobernaba Moscú, nosotros mirábamos a Europa Occidental. Y seguimos igual. Esa extrema derecha asusta en todo el continente”.

Wajda filmó más de 40 películas, como Paisaje después de la batalla (1970), La tierra prometida (1975) y Katyn (2007), en la que narra la masacre del bosque de Katyn, en Rusia, donde en 1940 fueron asesinados más de 20.000 civiles y militares polacos, entre los que se encontraba su padre. En esta carrera imposible, Wajda también se animó a ensayar apuestas internacionales como Danton (1982), interpretada por Gérard Depardieu, y Los poseídos (1988), con Isabelle Huppert. En definitiva, se trató de un director que asumió como pocos su responsabilidad histórica, convirtiéndose en un cronista sensible y comprometido con los vaivenes políticos y sociales de su país, y un autor que logró trastocar el mundo del cine.