El sábado en la sede del PIT-CNT fue el cierre del encuentro regional sudamericano “La economía de los trabajadores”, convocado para discutir sobre autogestión. Participaron integrantes de emprendimientos y de sindicatos, y universitarios que trabajan en el tema.

La última mesa proponía reflexionar sobre los desafíos para el sindicalismo y la organización de los trabajadores en la actual coyuntura. Se habló del capitalismo en su nueva fase, del poder de las empresas multinacionales, y de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y los megaacuerdos (como el Tratado Transpacífico) como instrumentos que estas empresas tienen para asegurar sus beneficios en todo el mundo, subordinando a los estados nacionales.

La economista mexicana Ana Esther Ceceña, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostuvo que el capitalismo del siglo XXI es muy distinto del capitalismo del siglo XX en sus formas de apropiación de la riqueza, en sus relaciones sociales y de poder y en su forma de “hacer la guerra”. Afirmó que el capitalismo es “un modo de vida”, una “visión del mundo que no sólo es simbólica sino material”, y por tanto son “nuestros sentidos de la realidad” los que están “colonizados”. Señaló que mientras que en el siglo XX el capital (las grandes empresas) aparecen “detrás de los estados” y son los estados y los organismos internacionales los que imponen reglas en su beneficio, en el siglo XXI “los estados han sido hechos a un lado hasta cierto punto, y las empresas van directo”. “Los grandes capitales ingresan directamente a arrasar los territorios”, afirmó. Cuando estas grandes empresas llegan a los territorios a “hacer la guerra”, sin embargo, los conflictos “no se entienden como una guerra, sino como un problema entre particulares”, apuntó.

Ceceña sostuvo que el capitalismo “mostró su incapacidad para garantizar la sustentabilidad; es insustentable e incapaz de resolver los problemas ecológicos y sociales”, y hay que “detenerlo” porque “está extinguiendo a la especie humana”. Esto “no es algo abstracto”, manifestó. “Estamos hablando, por ejemplo, del agua sucia en nuestros barrios, de que tengamos que tomar agua en botellitas -envasadas por la Coca-Cola y la Pepsi- con toda el agua que hay disponible en nuestros países”, señaló. La economista mexicana dijo que los TLC, que imponen “condiciones económicas y normativas”, son uno de los instrumentos de esta guerra.

El representante de los trabajadores en el Instituto Nacional del Cooperativismo, Carlos Aulet, recordó que la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur emitió una declaración reclamando transparencia y participación en las negociaciones Mercosur-Unión Europea, y dijo que la discusión sobre este acuerdo está pendiente en Uruguay. “Los TLC deben ser estudiados y los trabajadores debemos tener claro qué se quiere firmar, porque la historia ha demostrado que perjudican el empleo, los salarios y la soberanía”, manifestó Aulet.

Hubo referencias a la coyuntura de algunos de los países. Silvia Díaz, de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), sentenció: “Asistimos a una contraofensiva neoliberal en toda la región, que intenta desmantelar las conquistas de los últimos diez años”. Dijo que su país viene de una “dolorosa derrota electoral y política” y ahora tiene “un gobierno de los CEO y las multinacionales”.

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Se discutió también sobre los vínculos entre el movimiento sindical y el movimiento de la autogestión. Aulet recordó que en 2010 el PIT-CNT tomó la decisión de “establecer una alianza” con los movimientos autogestionarios y conformar la “mesa de autogestión”, integrada por la central sindical, la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por los Trabajadores, la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay y la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria.

En cambio, en Argentina persisten las distancias. Carlos Eduardo Martínez, de la cátedra de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Córdoba, recordó que las empresas recuperadas surgieron masivamente en Argentina en el contexto de la crisis económica de 2001. Hay “experiencias de apoyo” de algunos sindicatos hacia la autogestión, pero en general, “la estructura oficial del sindicalismo en Argentina le ha prestado poca atención” a la autogestión, señaló el académico. A modo de ejemplo, comentó que a los trabajadores autogestionarios “no se les permite acceder a la obra social sindical”. “El desafío es incorporar que los trabajadores autogestionarios son trabajadores y que necesitan ser reconocidos por el movimiento sindical como tales”, afirmó. Díaz, de la CTA, dijo en el mismo sentido que es necesario unir a los trabajadores asalariados con la autogestión y la economía social y solidaria.