“Señores y señoras de la Corte, ante todo quiero subrayar que yo nunca fui apresado en Italia, sino que me presenté espontáneamente ante el juez cuando supe que estaba requerido, y nunca dejé el país”. Así comenzó Jorge Néstor Tróccoli sus declaraciones ante la Tercera Corte de Asís de Roma, regida por la jueza Evelina Canale, que tiene a su cargo la causa en su contra. El ex marino se presentó ayer y eligió no someterse a un examen por parte de la Corte y de los abogados; en cambio, leyó unas palabras y se retiró. El procedimiento italiano prevé que el imputado dé unas declaraciones espontáneas y decida no contestar las preguntas de la Corte y de los abogados, aunque estas declaraciones no tengan un valor en el proceso equivalente al de un examen procesal, según comentaron algunos abogados de la parte civil a la diaria.

Tróccoli, en su intervención, reconstruyó los hechos que ocurrieron en Uruguay en los años 60 y 70 según su perspectiva, y su punto de vista recalca lo que ya expresó en su libro La ira del Leviatán, que durante la audiencia mencionó y dijo haber escrito “buscando la paz para todos”. “En 1963, el gobierno democrático uruguayo sufrió un ataque por parte de movimientos terroristas. […] En esa época yo tenía 15 años y recién había empezado la escuela naval, con muchas expectativas. En la marina me hicieron entender lo que estaba pasando y mis sueños se rompieron. Acabó mi juventud. Durante más de 15 años el movimiento subversivo agredió, despojó, torturó y mató civiles, policías, compañeros y amigos”. Luego pasó a detallar su carrera dentro de la Marina, hasta llegar a su entrada en el Fusna (Fusileros Navales): “En 1974 llegué al grado de alférez de navío y entré al Fusna. Esa era una unidad que se dedicaba a contrastar el terrorismo. Estaba organizada como el cuerpo de los Marines norteamericanos. […] Mi tarea era obtener informaciones y evaluarlas con el objetivo de contrarrestar las acciones del movimiento subversivo. Y por eso yo coordinaba intercambios con otras agencias”. A propósito de eso, Tróccoli refiere y justifica sus contactos con la Marina argentina y sus viajes a ese país, pero, dice, “yo no sabía nada del Plan Cóndor […] supe de esa operación después de mi retiro, por los medios de prensa, y dudo que haya existido esa organización”. Reiteró varias veces su inocencia respecto de las acusaciones y dijo haberse enterado de los delitos que se le atribuyeron alrededor de diez años después de su jubilación, y que la circunstancia le fue referida “por un miembro del grupo subversivo GAU [Grupos de Acción Unificadora] en ocasión de un encuentro concedido por el pedido de ayuda para encontrar a algunas personas desaparecidas y tener noticias útiles para encontrarlas”. Dijo a la Corte haberse encontrado varias veces con personas por la misma razón, pero que estas no se comportaron bien. A esa altura de su declaración volvió a hablar del Fusna, subrayando que dependía del comando de la Marina, que su acción era nacional y que tenía un grado inferior al SID (Servicio de Inteligencia de la Defensa) y al OCOA (Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas). Puntualizó que no participó nunca en operaciones en el exterior de Uruguay y que nunca viajó encubierto. Respecto de diciembre de 1977 y de los secuestros y desapariciones de los miembros de los GAU, detalló que viajó a Argentina el 20 de diciembre y que el “viaje no está en el legajo porque fue un viaje personal, para organizar cuestiones relativas al curso de 1978. Tuve que coordinar la estadía para mí y mi familia [...]. Regresé a Uruguay después de dos días, muy poco tiempo para cometer los delitos de los que se me acusa. Dejé el S2 a mitad de diciembre de 1977, el 1º de enero dejé el Fusna, el 4 de febrero me mudé a Puerto Belgrano. Señores, soy inocente. Fui militar con todo lo que eso conlleva. No maté a nadie, no participé en ningún episodio conectado a desapariciones, como oficial cumplí mi deber. [...] El tratamiento de los prisioneros era riguroso, así como fue el mío en el Regina Coeli [penal de Roma donde Tróccoli fue detenido cuando Uruguay pidió la extradición en 2007]”. La última parte de su declaración fue un violento discurso en contra de Uruguay: “Mi vida fue destruida, perdí oportunidades de trabajo, mi familia fue amenazada. La patria que me llamó a combatir me traicionó, como ha hecho también con mi amigo Larcebeau [Juan Carlos Larcebeau Aguirregaray]. Esa no es justicia, sino furia y venganza. [...] hemos sufrido una guerra y yo logré perdonar todo, excepto el hecho de que ellos transfirieron el odio a sus hijos, cosa que yo y mi esposa no hicimos. Mis hijos son libres del odio. La única cosa positiva es que aprendí a amar Italia, el país que me acogió, la patria de mis entenados. Para lo que atañe a la otra, patria ingrata, no tendrá ni mis huesos, como dijo desde el exilio Escipión el Africano”.

Después de la declaración, la diaria se acercó al imputado para hacerle algunas preguntas; eso no fue posible porque Tróccoli dijo que no quería dar declaraciones. Fuera de grabación, nos dijo que su posición es la que expresó en las declaraciones espontáneas, en especial en la última parte de sus afirmaciones, y que vino a buscar justicia en Italia.

Luego de la lectura del texto por parte de Tróccoli, se realizaron las últimas entregas de documentación y la Corte declaró concluida la fase de testimonios del juicio. La Fiscalía tomó la palabra y abordó la exposición del alegato conclusivo. Empezó el fiscal Giancarlo Capaldo, con una introducción de carácter general, que subrayó la importancia del juicio no sólo a nivel italiano sino a nivel mundial, por “la importancia relativa no sólo a la reconstrucción de casos judiciales, sino porque contribuyó a revolucionar, como ya pasó con el trabajo del juez Baltasar Garzón, la jurisprudencia, posibilitando la celebración de otros juicios a militares involucrados en esos hechos. La celebración de esos juicios contribuyó a que los jueces de países del Cono Sur declarasen inconstitucionales las leyes de amnistía y de obediencia debida”. Capaldo quiso también expresar el papel imprescindible de los familiares de las víctimas, que con sus luchas dieron un empujón fundamental a la apertura de esas causas. Otra parte de su acusación se centró en la abundancia de documentación que fue presentada y en la característica de los delitos; esos homicidios muy especialmente agravados no deben será analizados como casos aislados, dijo, sino como operaciones planificadas por las juntas militares, y por eso deben ser perseguidos no sólo los autores materiales, sino los responsables políticos. La fiscal Tiziana Cugini, que representó a la Fiscalía en todas las audiencias, empezó una reconstrucción puntual de cada caso, poniendo en evidencia las pruebas aportadas por medio de material documental y de los testimonios. Inició con el caso de Daniel Banfi, secuestrado en Buenos Aires el 13 de setiembre de 1974, y detalló las pruebas aportadas por la viuda Aurora Banfi, que presenció el secuestro y declaró en el juicio, y de otros testigos, además de aportar material documental de variado origen que prueba la colaboración entre fuerzas represivas uruguayas y argentinas. El segundo caso que abordó fue el de los militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) desaparecidos entre junio y octubre de 1966: Gerardo Gatti, Bernardo Arnone, María Emilia Islas Gatti y Juan Pablo Recagno. Para analizar esas desapariciones, reconstruyó las dos oleadas represivas en contra del PVP citando todos los testigos “claves”: María Pilar Nores Montedónico, que colaboró con los militares; Ana Cuadros, de quien destaca la prolijidad en la declaración; Sara Méndez, Ricardo Gil, y las últimas testigos llevadas por la parte civil, Cristina Mihura, María Elena Laguna y Beatriz Castellonese. Por la parte documental, Cugini subrayó, además, muchos documentos de archivo y la declaración del fiscal argentino Pablo Ouviña, citado por la misma Mihura. Cugini puso en evidencia las conexiones que emergieron entre uruguayos y argentinos, destacó el rol de los militares acusados, dejando en claro quiénes los reconocieron y dónde fueron reconocidos; y habló de la tortura como ulterior elemento de conexión entre los organismos represivos de los diferentes países, ya que se utilizaron los mismos métodos en lugares diferentes.

La audiencia terminó alrededor de las 17.00. Hoy seguirá la reconstrucción de la fiscal Cugini, que abordará los casos en los cuales está acusado Jorge Néstor Tróccoli.