El tiempo demostró, en los últimos 16 meses, que ninguna denuncia, polémica o declaración disparatada pudo frenar el avance del llamado “fenómeno Trump”. El empresario insultó a la comunidad hispana y a la musulmana, denigró a las mujeres y se burló de las personas discapacitadas. Llegó a prohibir en sus actos la entrada de algunos medios de comunicación y, en una ocasión, mostró simpatía hacia dictadores. Aunque la lista podría extenderse un poco más, lo importante es que de todo eso salió ileso. Al menos, hasta ahora.

La campaña de Trump ya estaba en crisis a finales de setiembre: perdió el primer debate presidencial contra su rival demócrata, Hillary Clinton; fue acusado de evitar pagar impuestos durante 18 años -algo que reconoció en el segundo debate, que volvió a perder-; y la Fiscalía de Nueva York abrió una investigación contra su fundación benéfica. En ese momento, las encuestas de intención de voto mostraban que el empresario venía en bajada con respecto a Clinton, que se mantiene desde hace semanas como la candidata favorita.

Pero la caída de la campaña republicana se agravó el viernes 7, cuando se filtró un video en el que Trump se jacta de manosear a las mujeres cuando quiere, simplemente “porque puede”. La grabación, que es de 2005, provocó el malestar de muchos líderes republicanos que le dieron la espalda y le costó la pérdida de varios puntos en los sondeos. Al contrario de lo que pasó con controversias pasadas, que a los pocos días fueron reemplazadas por otras, el video sigue generando reacciones a diez días de haberse publicado.

En los últimos días aparecieron los relatos de siete mujeres que aseguran haber sido acosadas sexualmente por Trump. El viernes, en declaraciones al diario The Washington Post, Kristin Anderson aseguró que a principios de los 90, en un boliche en Nueva York, el empresario metió la mano por debajo de su pollera hasta la entrepierna. Anderson explicó que, sin mirar, retiró la mano y que, cuando se dio vuelta para verle la cara al hombre, se dio cuenta de que era Trump. “No fue un cortejo sexual. No sé por qué lo hizo. Fue como si simplemente quisiera probar que podía hacerlo”, agregó.

El mismo día, en una conferencia de prensa, una ex participante del programa de televisión que conducía Trump, The Apprentice, acusó al aspirante republicano de besarla y manosearla en el hotel Beverly Hills de Nueva York en 2007, durante una reunión que pretendía ser de trabajo. Summer Zervos dijo además que, después de ese incidente en el que ella se resistió, Trump le negó oportunidades laborales.

Estas acusaciones se hicieron públicas dos días después de que el diario The New York Times publicara el testimonio de otras dos mujeres, Jessica Leeds y Rachel Crooks, que denunciaron los abusos del magnate. Leeds dijo que hace tres décadas el empresario se abalanzó “como un pulpo” sobre ella en los asientos de primera clase de un avión y que le tocó los pechos e intentó meter la mano por debajo de su pollera. Crooks, por su parte, contó que en 2005, cuando ella tenía 22 años y trabajaba en la Trump Tower de Nueva York, coincidió con el empresario en un ascensor y que este, que no la conocía, le dio un beso en la boca.

También el miércoles, Mindy McGillivray dijo al diario The Palm Beach Post que en 2003, durante un concierto de Ray Charles en un hotel de Trump en el que ella trabajaba, el ahora candidato -que estaba acompañado por su actual esposa, Melania- la manoseó detrás del escenario.

La otra mujer que señaló los abusos de Trump fue la periodista de la revista People Natasha Stoynoff. Según su relato, publicado el miércoles en People, luego de una entrevista en uno de los hoteles propiedad de Trump, el magnate la llevó a una habitación, la encerró y la besó sin su consentimiento. “Me empujó contra la pared y metió su lengua hasta mi garganta”, dijo Stoynoff, antes de agregar que durante la entrevista estaba presente Melania, en ese entonces embarazada.

El fin de semana se sumó la historia de Cathy Heller. En declaraciones al diario británico The Guardian, contó que el empresario intentó besarla en 1997 durante una fiesta en la mansión de Trump en Florida. Ella se tiró hacia atrás, dijo Heller, pero él volvió a agarrarla y la besó con fuerza cerca de la boca.

Trump afirmó el sábado, en un acto en Greensboro, que las acusaciones son “falsas” y que las mujeres probablemente hayan hablado para obtener “un poco de fama gratis”. El empresario consideró que “todo es un gran arreglo” de los “medios corruptos” y de la campaña de Clinton para frenar su “movimiento”. Sin embargo, empañó su explicación cuando dio a entender que no seduciría nunca a Leeds y a Stoynoff porque no las considera atractivas.

Estas acusaciones reflotaron en los medios la denuncia de violación que la primera esposa de Trump, Ivana, presentó mientras tramitaban el divorcio. Ivana Trump dijo, en ese momento, que una noche de 1989 su esposo le arrancó mechones de pelo, le bajó los pantalones y la obligó a mantener relaciones sexuales. Unos años después, Ivana intentó matizar aquella denuncia: “Como mujer, me sentí violada, ya que el amor y ternura con los que normalmente me trataba estuvieron ausentes. Lo califiqué como ‘violación’, pero no quiero que mis palabras sean interpretadas en un sentido literal o criminal”.

Cambio de foco

Al parecer, las denuncias por abusos sexuales que surgieron luego de la filtración del video de 2005 afectaron a Trump en las encuestas. Un sondeo del diario The Wall Street Journal y la cadena NBC publicado ayer ubica a Clinton a la cabeza con 48% las preferencias, frente a Trump que llega a 37%. La diferencia entre ambos candidatos, que ahora es de 11 puntos, era de seis a mediados de setiembre. De acuerdo con The Wall Street Journal, el cambio se debe principalmente al creciente respaldo a Clinton por parte de mujeres y votantes indecisos.

Otro estudio, en tanto, reduce a cuatro puntos la diferencia entre los dos candidatos, lo que entra en el margen de error. La encuesta, realizada por el diario The Washington Post y la cadena ABC, muestra a la demócrata con 47% de intención de voto, contra 43% de Trump, una diferencia que está muy lejos de la que llegó a medir el sondeo de The Wall Street Journal y la NBC y que reflejaría que el empresario sigue siendo apoyado por su base de votantes, a pesar de todo.

El sábado, en un intento de centrar la atención en su contrincante, Trump insinuó que Clinton toma drogas para tener más energía y pidió que sea sometida a un “control antidrogas” antes del último debate presidencial, que se desarrollará el miércoles en Las Vegas. El candidato republicano dijo que en el segundo encuentro cara a cara la ex secretaria de Estado empezó “con muchísima energía” pero que, en el final, “apenas podía llegar a su auto”. El equipo de Clinton no respondió públicamente a la acusación; si bien es la primera de esta índole, el empresario ya utilizó los problemas de salud de la demócrata para desgastar su campaña.