La 15ª edición del Festival Internacional de Cine de Montevideo (Monfic) viene ofreciendo mucho cine variado e interesante, en excelentes condiciones de proyección y sonido (todas las funciones son en el Movie del Montevideo Shopping). Quedan dos días más. Aquí van comentarios y recomendaciones de algunos de sus 40 títulos, con datos sobre fecha y hora de exhibición de los que aún es posible ver.

El festival abrió en forma contundente con la argentina El ciudadano ilustre, de Gastón Duprat y Mariano Cohn (los responsables de El hombre de al lado -2008-), con Oscar Martínez. Otro de sus títulos más atractivos fue Elle, producción francesa del veterano director holandés Paul Verhoeven. Ambas tienen en común una considerable dosis de “incorrección” que lidia en forma ambigua con sentimientos o actitudes no muy positivos, elaborados en forma mucho más tendiente a suscitar discusión mediante la incomodidad que a establecer una moraleja ética clara y fácil de defender.

La argentina (que se puede ver hoy a las 19.20) trata el vínculo entre el cosmopolitismo y el entorno cultural tacaño de una ciudad del interior; la francesa lidia con la situación de una mujer que es violada pero se siente tentada a explorar el vínculo sexual que le propone el violador. Ambas serán comentadas pronto en forma más extensa.

Comedias románticas

El plan de Maggie (Maggie’s Plan, de Rebecca Miller, Estados Unidos) es deliciosa. Tiene elementos de mumblecore (está protagonizada por Greta Gerwig) y su estilo remite al cine de Richard Linklater (trabaja Ethan Hawke) y Woody Allen (ambiente de intelectuales neoryorquinos que constantemente analizan sus propios sentimientos). El esquema de comedia romántica casi colapsa ante algunos giros pocos comunes en ese género: por ejemplo, para Maggie, la maternidad es más importante que la pareja, y en definitiva ese personaje -pese a sus inseguridades al respecto- no parece estar tan mal en su esquema de vida autónoma, sin depender de tener o no un compañero.

Los detalles referidos en los diálogos muestran una notable consistencia y penetración psicológica. Los personajes son gente muy informada, inteligente y reflexiva (hay un fabricante de pickles que renunció a una carrera de matemático porque no quería pasar su vida “cazando retazos de verdad” sin llegar a contemplar “el cuadro completo”). El mundo académico es satirizado (el personaje principal es una estrella de la “antropología fictocrítica” -especialidad inexistente- y en los congresos sus charlas son las más aguardadas, “luego de las de [Slavoj] Žižek, naturalmente”), pero también se lo muestra cargado de afecto, cordialidad y contención (hoy a las 17.05 y mañana a las 15.10).

Camino a La Paz (de Francisco Varone, Argentina) ensambla el esquema de la road movie -con el viaje como pretexto para, y alegoría de, un crecimiento personal- con la variante de “comedia romántica” en la que no hay un vínculo de pareja sino un acercamiento amistoso. Son espectaculares las actuaciones de Rodrigo de la Serna y Ernesto Suárez (un conocido actor y director de teatro que, a los 75 años, hace aquí su debut en cine), hay un trabajo buenísimo de cámara en mano e imponentes paisajes argentinos y bolivianos. Se narra un periplo personal que implica una apertura hacia afectos y generosidad, con el islamismo como catalizador. La música que ponen en el casetero del auto baña ese viaje con música árabe y una memorable colección de canciones de Vox Dei (significativa combinación).

Historias reales

Miles Ahead: secretos de una leyenda (Estados Unidos) es un biopic de Miles Davis, concebido, escrito, producido, dirigido y protagonizado por Don Cheadle. Supongo que será irresistible para los fans del músico, sobre todo porque suena música suya de principio a fin (grabaciones originales retrabajadas o ejecuciones nuevas, incluyendo participaciones de Herbie Hancock y Wayne Shorter). Pero el biopic es un género complicado.

En este caso, los intentos de construir una narrativa “cinematográfica” degeneran en unas exageraciones sensacionalistas medio patéticas, sobre todo porque, de todos modos, no alcanzan para armar una película significativa ni para enriquecer mínimamente nuestra visión de la obra de ese gran artista. Se eligieron dos momentos de su vida para “dramatizar”: el fracaso de la relación de Davis con su esposa Frances a inicios de los 70, y su regreso a la música hacia 1980, tras cinco años de reclusión voluntaria. Pero la expresión bonachona de Cheadle queda millas detrás de la contundencia ruda del rostro de Miles, y su pifia principal en este sentido se produce cuando aparece tocando la trompeta: no llega ni cerca de aquella mirada increíble de Davis, que solía fijar los ojos en no se sabe qué, como visualizando las configuraciones del solo que iba improvisando (hoy a las 16.35).

El matrimonio (Loving, de Jeff Nichols, Estados Unidos) relata el juicio a la pareja formada por Richard Loving, blanco, y su esposa Mildred, negra. Se habían casado en 1958, cuando los matrimonios “interraciales” estaban prohibidos en el estado de Virginia y en otros 16 “estados unidos”. En 1967, la Suprema Corte estadounidense falló a favor de los Loving, dictaminando la anulación de todas esas legislaciones racistas. A diferencia de Miles Ahead, este film parece ser puntillosamente fiel a la letra y al espíritu de los hechos históricos, y eso lo hace muy instructivo pero también sumamente lento, estático y errático en su narración, aunque está lleno de detalles exquisitos de fotografía y montaje, y cuenta con tremendo elenco (hoy a las 18.55 y mañana a las 16.30).

La mexicana Epitafio (de Rubén Imaz y Yulene Olaizola) también se basa en un episodio histórico: la escalada del Popocatepetl por un grupo comandado por el capitán Diego de Ordaz en 1519, en busca de azufre -para producir pólvora- y de una ruta hacia Tenochtitlán; requisitos para que los colonizadores españoles derrotaran al imperio azteca. El film observa el orgullo monárquico y cristiano de los soldados, y su confrontación con una civilización extraña y una naturaleza poderosa e inhóspita. Al igual que en Aguirre: la ira de Dios (Werner Herzog, 1972), prima el sentimiento de un esfuerzo vano en lo personal y trágicamente destructivo en lo colectivo, mientras una música volada impregna de magia los paisajes.

Documentales

El viento sabe que vuelvo a casa (de José Luis Torres Leiva, Chile) parece ser un documental sobre un cineasta (Ignacio Agüero) que quiere filmar una película de ficción basada en un hecho real: una pareja de amantes adolescentes de la isla Meulín, en el archipiélago de Chiloé, al sur de Chile, que se habría unido en desafío a la segregación entre “mestizos” (de apellido español) y “nativos” (de apellido mapuche).

Agüero hace un casting entre liceales, recorre la isla y charla con lugareños. El efecto es casi antropológico: vamos construyendo, a partir de las conversaciones, un retrato de esa vida literalmente aislada, precaria, sencilla. Se habla de cambios, prejuicios y mitos, y hay curiosas historias personales. Los planos son largos, estáticos, y el ritmo es pausado, acompasado a esas vidas con escasas ocurrencias y con los diálogos en los que Agüero, con paciencia y calidez, va sacando de sus interlocutores los cuentos, las revelaciones, el encanto. Pero hay otras dimensiones: nadie parece conocer la historia de los amantes, ¿será real? ¿La presunta película de Agüero será verdadera o un pretexto inventado para los encuentros retratados? ¿Hasta qué punto estos son, como aparentan, espontáneos?

En uno de los primeros diálogos, Agüero y una señora están separados por un alambrado, pero la cámara está del mismo lado que la entrevistada. Sólo hay una ocasión en que una entrevistada acusa la presencia del camarógrafo y del sonidista; por lo demás, es como si Agüero estuviera ahí solo, con una cámara invisible. Todo lo que vemos es un poquito dudoso, y lo ficticio y armado se inmiscuye en ese juego de espejos de un cineasta que filma a otro, sobre una ficción que es un documental, o un documental que es un poquito una ficción. Este film interesantísimo se exhibe mañana a las 17.25.

Fuego al mar (Fuocoammare, de Gianfranco Rosi, Italia) se ubica en la isla italiana de Lampedusa, a medio camino entre Sicilia y la costa de Túnez, que recibe cada año decenas de miles de refugiados procedentes de África y de Medio Oriente.

En la isla hay infraestructura y un empeñoso grupo para rescatar los barcos precarios que llegan atiborrados de gente. Este documental muestra varias instancias de rescate y cuidados de esos migrantes, y las alterna con la cotidianidad pacata de algunos lugareños: un púber y su familia, el encargado de una emisora de radio, un médico que cuida a los refugiados. Salvo este, los demás no parecen tener relación alguna con la cuestión de los migrantes, y el film se desarrolla en ese contrapunto entre la vida provinciana y la tragedia masiva.

El tratamiento es de documental observacional: no hay más explicación que las imágenes y los diálogos tal como están montados (sin subnarración oral ni escrita). No se acusa la cámara ni el equipo de filmación. Es especialmente conmovedora la escena en la que, en una especie de trance religioso, un nigeriano cuenta cómo él y otros escaparon mediante una dura travesía que los llevó por el Sahara y por una Libia bajo el dominio de Estado Islámico donde fueron perseguidos, y finalmente al cruce del Mediterráneo, en el que murieron 60 de 90 pasajeros. Como tantas veces en realizaciones hábiles, uno se pregunta cómo habrá hecho el equipo de Rosi para conquistar esa intimidad, filmar a la gente tan de cerca y que no haya señales de su presencia, como si se tratara de una ficción. Ese efecto es acentuado por la estabilidad de la cámara y la fotografía magnífica (con espléndidas imágenes nocturnas e incluso subacuáticas). El film hace caso omiso de qué va a pasar con esas personas luego de que se recuperen: no hay referencias a la superpoblación del Centro de Recepción de Inmigrantes o a los debates europeos sobre la crisis de los refugiados. Eso le da un aire casi institucional, pero no llega a anular la fuerza de la denuncia sobre las situaciones de las que huyen esos migrantes. El film ganó el Oso de Oro en el último Festival de Berlín y es el candidato italiano para las nominaciones del Oscar a mejor película en idioma extranjero. El primer ministro Matteo Renzi repartió 27 copias entre los jefes de gobierno en una asamblea del Consejo Europeo (hoy a las 17.20).

Libres en el sonido (de Ricardo Casas, Uruguay) es un retrato de la compositora argentino-uruguaya Graciela Paraskevaídis, una de las figuras más destacadas de la música nueva (música erudita de vanguardia) rioplatense. Ya fue comentada (y recomendada) a propósito del Festival de Piriápolis (hoy a las 15.25).