Como decía un novelista español, “una ciudad no está del todo acabada hasta que los escritores o los pintores la colonizan imaginariamente”. También es cierto que numerosas ciudades y pueblos han sido, más que lugares reales, espacios imaginados mediante la literatura, como la Santa María de Onetti, el condado de Yoknapatawpha de Faulkner, o el Macondo de García Márquez. En la frontera de lo real y lo reimaginado, el proyecto MVD TXT invitó a un grupo de escritores a que leyeran sus textos referidos a Montevideo en los sitios que los inspiraron.

En el sitio web www.mvdtxt.uy se puede acceder a una serie de videos de dos o tres minutos que registran esas lecturas. Están, por ejemplo, Carolina Bello, desde las calles Buenos Aires y Brecha (esa que “no tiene nombre de caudillo ni de político, ni siquiera de escritor”); Horacio Cavallo, que desde el Reducto o La Figurita recuerda las codiciadas BMX de la infancia; y Daniel Mella, evocando cuando comenzó a trillar la feria de Tristán Narvaja. También Lalo Barrubia en Tres Ombúes; Leandro Delgado en el Barrio Sur; Natalia Mardero persiguiendo a Joe Strummer por el Centro; Rodolfo Santullo en el barrio Reus, La Comercial y Villa Muñoz; Dani Umpi remontándose a Carrasco desde la plaza porteña Thais; Melisa Machado en la Playa del Gas y el Barrio Sur; Gabriela Onetto en el Hospital de Clínicas; Lucía Delbene en la Estación Central de AFE; Jorge Alfonso en La Comercial; Rafael Juárez Sarasqueta y Sebastián Pedrozo revisitando Colón; Diego Recoba recordando Nuevo París desde Córdoba; Ramiro Sanchiz en Parque Rodó y Punta Carretas; Felipe Polleri en Villa Biarritz (donde “era una ordinariez imperdonable sacar sillas a la vereda o llevarlas al parque para conversar”); Ana Grynbaum en Capurro-Bella Vista; y Leticia Feippe volviendo a Reducto por medio de un regalo de Reyes.

El director y gestor del proyecto, Rafael Juárez Sarasqueta, recordó a la diaria que en la esquina de Eugenio Garzón y Camino Ariel todavía se mantiene una pequeña fuente circular, “la única parte de la casa -familiar- de veraneo de Delmira Agustini que no fue demolida”. De adolescente, a él le costaba imaginar a Delmira escribiendo, y mucho más “sentada allí”, sobre todo por el pizarrón con la “oferta de papas que el verdulero colocaba en medio de la fuente”. “Me parecía ofensivo, irrespetuoso, falto de cariño”, recuerda, y cuenta que veía a diario ese lugar, sobre todo cuando iba a estudiar al Centro. Calcula que de ahí vino la semilla de MVD TXT.

“Por otro lado, jamás pude ubicar con exactitud la casa donde vivió Onetti en Colón, a pocas cuadras de la de mi familia. Años después, ya como escritor, comencé a tomar conciencia del protagonismo de los lugares en mis textos, tan importantes como los personajes, y la manera en que retornaba una y otra vez a aquellos paisajes de la niñez o la adolescencia, en busca de insumos para la escritura”, explica. Con el estudio Campeón ya había desarrollado otros proyectos relacionados con lo gráfico y la ilustración, como La guía ilustrada de Montevideo, Local & visitante y la gira Momo Momo Momo, cuyo objetivo era desplazar a las expresiones artísticas fuera de los circuitos habituales: así se gestó una guía turística a cargo de diferentes ilustradores, recorriendo carnavales del interior con una exposición ambulante y distribución gratuita de afiches. El director piensa que la suma de estas inquietudes y experiencias lo encaminó a pensar en un mapa literario de Montevideo “que ubicara lugares relacionados con los escritores del pasado, casas, bares, y lugares citados en los libros”.

“En algún momento -dice-, pensé por qué no hacer algo así pero con escritores vivos, llevándolos a los lugares referidos en sus textos, para registrar eso en filmaciones y armar un sitio web con un mapa de referencia. Busqué ideas similares en internet y encontré mapas literarios, más próximos a la idea inicial, o recorridos de turismo cultural y escritores leyendo en sitios públicos, pero no algo con estas características: volver a conectar a los escritores, los textos y el lugar físico, en plena interacción. Desde el momento en que esa interacción se produce, genera nuevas conexiones y nuevos niveles de lectura, tanto de los textos como de los lugares”. Convocó a hombres y mujeres de diferentes edades y orientaciones estéticas, para alcanzar un panorama interesante y amplio, aunque considera que se trata de una “muestra mínima, o un módulo”, por más que se trate de “un grupo significativo precisamente por su variedad y, en todos los casos, por su compromiso con la escritura”.

Juárez comenta que la idea fue evolucionando durante el proyecto “hasta convertirse en una broma: diseñamos un mapa de papel plegado, con referencias intencionalmente imprecisas, que tiene que ver más con un juego que con una precisa referencia geográfica. En los videos, en cambio, está señalada la ubicación exacta. De modo que más que pensar en un mapa, me interesa pensar posibles gestiones para visibilizar la obra de los escritores, para fomentar la lectura por fuera de los circuitos habituales, y para trabajar sobre estos recorridos y sus conexiones: autor-texto-lugar”.