Dijo en una oportunidad que sigue soñando con una “transformación estructural en la propiedad de la tierra” en Uruguay. ¿Cómo se hace hoy en día para avanzar en ese sentido?

-Nosotros estamos observando que las dificultades de la economía uruguaya son importantes y crecientes, porque la analizamos en el marco de una América Latina problematizada y de un mundo muy complejo. El capitalismo vive una crisis de superproducción y estamos en presencia de un estancamiento que los mismos teóricos del sistema dicen que es secular, de largo plazo. Es una crisis orgánica, estructural y crónica. Desde ese ángulo pensamos de qué forma implementar en Uruguay, con la realidad y los recursos que tiene nuestro país, una ampliación del aparato productivo nacional.

Tiene en fase de corrección un proyecto que, entre otras cosas, incluye la creación de un frigorífico nacional.

-Hay que ver cómo hacemos para ingresar más dólares al país, una de las restricciones que tenemos. Hay que redistribuir mejor la riqueza, sosteniendo los avances sociales que hemos implementado. El sector estratégico clave que puede estar cumpliendo con ese papel es el ganadero, vinculado a la producción de carne. En ese sentido, estamos hablando de metas que podrían mantenerse, a plazos no muy largos y sin utilizar muchos recursos. Metas como producir 300.000 terneros más por año, o lograr que 220.000 animales que se van en pie todos los años a faenarse en frigoríficos extranjeros puedan faenarse acá. [El ex presidente José] Mujica decía que esos 220.000 terneros equivalen a una temporada turística. Analicemos dónde está potencialmente el sector que puede darnos esas posibilidades de crecimiento. En nuestro análisis lo hemos encontrado en la imperiosa necesidad que tiene el país de estimular la cría de ganado vacuno. Así vamos a poder obtener más terneros y más novillos. Hay que tomar medidas para estimular a los productores, el último orejón del tarro, el sector que no tiene a quien trasladarle las crisis ganaderas. ¿Cómo logramos sostener a estos productores en el campo? Hay que evitar que siga esta creciente de migración campo-ciudad que genera problemas sociales importantes, como la exclusión. Aquellos que trabajan en el campo con sus familias son cerca de 13.000 productores. Trabajan en los campos en donde sólo se puede criar ganado, y no engordarlo. Son clave para generar más novillos.

En el libro Historia del siglo XX, Eric Hobsbawm muestra cómo desciende abruptamente la población rural de América Latina a partir de los años 50. ¿Cómo se trabaja un proyecto así ante este contexto histórico?

-Esta tendencia que vos señalás es propia del desarrollo del capitalismo del campo, en donde evidentemente se producen procesos de concentración y de centralización. Si vos analizás el engorde del ganado, este se concentra en muchos menos productores, que son más poderosos y que tienen los mejores campos, y que generalmente están vinculados con los frigoríficos. Hace mucho que esto es así. En el caso de los criadores es un trabajo que requiere mucho cuidado; se requiere más mano de obra, más vacunas. También acá hay una cuestión de mantener a los productores en el campo. Ya hay experiencias de familias que no querían emigrar y el Instituto de Colonización habilitó campos -que eran tierras del Ministerio del Interior- para grupos de productores de Soriano, y lograron quedarse en el campo.

¿Es satisfactorio lo que se hizo hasta ahora en materia de redistribución de tierras?

-Hubo avances. Estos productores de Soriano ahora inseminan sus vacas de cría, entonces sacan terneros muy parejos. Eso les genera a ellos un valor mayor. En este complejo agropecuario que debe arrancar por el lado del frigorífico se arrastra la necesidad de más tierra para los productores. Al mismo tiempo que mejore el precio del ganado que están recibiendo, tiene que haber una mejora en las dimensiones de la tierra, y también en el campo de la horticultura nacional. Vemos una relación muy estrecha entre Canelones, San José y el Montevideo rural, en el sentido de la industrialización de productos que podríamos estar colocando afuera. Ahora hay un problema con los arándanos, con los precios que han caído y la cosecha que hay, que no se puede colocar. Se podría hacer conservas. Hace un tiempo pasó con los tomates perita: no hubo manera de colocar el excedente.

En su proyecto, además de crear el frigorífico nacional, se establece la “creación de un complejo agroalimentario”. ¿Qué otros elementos incluye?

-Ahora hay una experiencia muy interesante que está en curso, que es una cooperativa de fasoneros. Sin ninguna expectativa en el comienzo, empiezan a tener posibilidades a raíz de un contacto con el Ministerio del Interior, y eso les posibilitó llegar a acuerdos, también con la Intendencia de Canelones, y hoy están abasteciendo de pollo a las cárceles uruguayas. Con precios asegurados. La semana pasada pusieron la piedra fundamental de la planta de fasón. Y gana también el ministerio, porque los precios son más bajos. Igual con la pesca. A nosotros nos parece que un complejo como el que estamos pensando puede vincularse a la pesca, tanto marítima como un sector que viene creciendo mucho en todo el mundo que es la acuicultura, y que es el más eficiente en conversión de ración a carne: un kilo de ración produce un kilo y medio de carne de pescado, cuando en cualquier otra actividad ganadera se requiere mucho más para producir un kilo de carne. Entonces tenemos que proyectarnos a futuro.

¿Cuál es el escenario actual de la industria frigorífica?

-Hoy la industria frigorífica podría faenar 4.000.000 de animales por año y apenas llega a un poco más de 2.000.000 millones. Decía el ex presidente de la Federación Rural [Carlos María Uriarte]: “La cadena cárnica es el principal rubro de exportación del país, y es muy vulnerable a los intereses de las multinacionales, que no están alineadas con el interés nacional”. Es interesante seguir esta línea de desarrollo que proviene del sector agropecuario, porque nosotros compartimos esa preocupación. Hoy tenemos una industria altamente extranjerizada y concentrada. Es una industria que en 2014, cuando los precios estaban más altos, por no trasladar los aumentos que se producían constantemente a nivel internacional a los productores, estos perdieron alrededor de 600.000.000 de dólares. En ese mismo momento los números de estas multinacionales comenzaron a crecer. Hay que ampliar la producción nacional, mejorar las exportaciones y aumentar el ingreso de dólares. Hay problemas en cuanto al seguro de paro rotativo, al que se ha tenido que llegar porque las plantas están utilizando distintos mecanismos para manejar los precios.

¿El nuevo frigorífico podría contar con participación de privados?

-Lo que decimos es que hay que ir por el lado de un frigorífico que no tiene que ser puramente estatal. También hay que concretar una ley sobre el delito de colusión, ya que es muy difícil probar la colusión. La única vez que se pudo probar, en otro sector, fue cuando uno de los responsables se separó de sus socios y los denunció. Hay caminos para facilitar la investigación de este delito. En Chile acaba de comprobarse que para la producción de papel higiénico, que es la misma empresa que lo trae para acá, hubo delito de colusión y [los involucrados] fueron sancionados severamente.

¿Tomó en cuenta experiencias de otros países?

-Lo que tenemos es nuestra propia experiencia anterior. Es interesante ver las críticas que se le hacen. Hay dos cosas que yo analizo. Por un lado, las medidas que se han adoptado para evitar los manejos que hacen los frigoríficos en torno a los temas de los precios y rendimientos; son decenas de medidas importantes, pero que no han dado los mejores resultados. Hay que sacarse las telarañas y no verlo con los ojos prejuiciosos de que ya tuvimos uno y fracasó. Otra cosa que hago, y creo que lo hago con honestidad intelectual, es repasar todos los argumentos que he encontrado y que se colocan para decir que no es necesario o no es posible el frigorífico nacional. Trato en este trabajo de colocar estas posturas, y luego hago las críticas. Una de las cosas para entender por qué fracasó el anterior frigorífico es que arrancó en una planta que tenía 30 años de vejez, allá por 1928. Era de capitales argentinos. ¿Cómo se puede producir con maquinaria vetusta? Ahí se arrancó mal. También arranca mal la forma jurídica y el capital de giro que tenía, siempre muy escaso para poder comprar.

¿Cuál de los argumentos contrarios al frigorífico nacional es el más sólido, en su opinión?

-Encontrás argumentos banales y también otros muchos más afinados. Me quedo con el de [el gerente de Conocimiento del Instituto Nacional de Carnes, Pablo] Caputi, que dice que el negocio tiene poco margen y por lo tanto es muy delicado el manejo del negocio frigorífico y es muy fácil perder. Me gustaría que él analizara si ese poco margen son los 600 y pico de millones de dólares que en 2014 no fueron a los productores. Si se refiere a eso, ¿de qué poco margen estamos hablando? También hay prejuicios: “Ah, no, porque ya tenemos la experiencia del frigorífico anterior y fue malo”, o “porque el Estado se mete” o “porque lo proponen los comunistas”. Vamos a analizar cómo fue que se hizo aquel frigorífico, y vamos a participar todos. La idea es que haya apoyo en los sectores productores. Llevarlo a Rivera, Salto, Paysandú, Cerro Largo, donde está la masa de productores criadores del Uruguay. Pienso llevar el proyecto el año que viene.

¿Cuánta es la inversión que estima para el frigorífico nacional?

-En este momento, [el grupo empresarial brasileño] JBS, que es el dueño del frigorífico de Canelones, y que es además el complejo agroalimentario más importante del mundo, que cuenta con la participación del Estado de Brasil, está construyendo en Paraguay un frigorífico de última generación para faenar 1.500 reses por día por un valor de 95.000.000 de dólares. Eso es lo que nos saldría a nosotros si fuera con ese volumen. Si hacemos la crítica al otro frigorífico, que arrancó mal, el nuevo tiene que ser uno de última generación, pensado con todas las características de la mayor productividad de trabajo que podamos obtener. Y la otra cosa que proponemos es que hay cuotas que Uruguay tiene, como la carne kosher que le vendemos a Israel, que son cuotas de trabajo social a las que accedemos porque tenemos trazabilidad, producto de una inversión que hizo el Estado uruguayo. Cuando querés calidad, cuando querés seguridad alimentaria sin ningún tipo de artificios, tenés esa referencia.

¿De dónde se sacan estos 95.000.000 de dólares?

-Se pueden tener recursos propios o que puedan venir de créditos de organismos internacionales, a los que se les pide dinero para carreteras u otras cosas. Acá se pediría para desarrollar la potencialidad que nos conduzca por vías indirectas a estimular la cría de ganado. Y también al sector invernador. Incluso va a favorecer a la misma industria frigorífica. Sería importante el agrupamiento de productores en cooperativa, y si un país quiere invertir, no hay ningún inconveniente. Eso sí, el Estado debe ser el rector, con la visión a largo plazo. Porque no está referido sólo a lo cárnico; también está vinculado a la soja. Hay experiencias de esto último, sobre todo en Argentina.

¿Cómo se negocia con China o con otros compradores para colocar el excedente sin perder competitividad con aquellos países que tienen un Tratado de Libre Comercio (TLC) con las grandes potencias?

-En este momento estamos hablando de incrementar la producción. Si incrementás la producción tenés que pensar cómo colocarla. Para eso, entonces, tenés que ver dónde están las trabas potenciales. Nuestra carne hoy tiene como principal cliente a China, y lo va a seguir siendo por mucho tiempo. Los chinos están cambiando su dieta a medida que sus ingresos mejoran; las capas medias buscan diversificar su alimentación. ¿Qué dificultades podemos tener con China? Hay países como Australia y Nueva Zelanda que también comercian carne con China, por lo tanto competimos en ese mercado. Pero ellos tienen un TLC con China y por eso 10% menos por los aranceles que no pagan, y nosotros sí. Y eso es una dificultad. Ahí entramos a ver qué posibilidades existirían de tener no un tratado, sino un acuerdo estratégico con China, como lo tienen otros países, como Ecuador, que no tuvieron necesidad de llegar al TLC. Ellos te van a pedir cosas a cambio; entendemos que lo que piden los chinos es diferente de lo que están pidiendo Estados Unidos y la Unión Europea. Ni Brasil ni Argentina van a permitir que Uruguay negocie directamente, como lo hicimos una vez con México. Estamos hablando de China.

¿Y Estados Unidos?

-Estamos viendo que por lo menos en los próximos años, las medidas que [el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald] Trump piensa adoptar son dos, básicamente: una suba más rápida de las tasas de interés y una inversión importante en infraestructura. Ambas medidas van a hacer que los capitales vayan para allá. Uruguay va a sufrir -como toda América Latina y países de otros continentes- una sequía de capital extranjero para invertir.

La última pregunta es sobre la muerte de Fidel Castro. ¿Cómo le afectó?

-Dejó una especie de vacío en el sentido de que fue un referente intelectual y un hombre que puso en el tapete internacional dos grandes temas que me impactan muchísimo: aquella consigna de que es imposible pagar la deuda externa, y el tema de la sustentabilidad del planeta Tierra, para que la humanidad sobreviva. Lo ecológico le preocupaba muchísimo; se anticipaba a muchas preocupaciones que hoy se tienen. Se va a extrañar también su solidaridad. Hay mucha gente que por estos días se enteró del papel de Cuba en el derrocamiento del apartheid en Sudáfrica. O lo que hizo en Angola. Cosas humanas. Y Fidel también era el símbolo de “sí, se puede”. Muchas veces la voluntad de un ser humano puede superar lo que aparentemente es imposible. La gran tarea ahora es derrotar la contraofensiva que Estados Unidos y sus aliados pretenden instalar. La lucha para nosotros es clave, y la unidad es clave. Siempre con contenido.