El Congreso Rodney Arismendi del Frente Amplio (FA) fue una muestra de vitalidad política mayor de lo que se podía prever aun para quienes participamos. Más de 1.500 delegados electos y un quórum que superó siempre los 1.000 delegados. Más de 400 asambleas previas. Y sobre todo, la cantidad enorme de propuestas de modificación de los documentos que generaron debates interesantes en las subcomisiones. “Explotó el FA, con cientos de propuestas”, relató Ernesto Agazzi al informar sobre el trabajo de la comisión respectiva. La participación de jóvenes fue mucho mayor que en eventos anteriores, y no sólo en cantidad. Buena parte de las mociones y las intervenciones fueron realizadas por jóvenes provenientes de distintos comités.

En cambio, las señales previas no eran buenas. Es muy notoria la disconformidad que se palpa en la militancia frenteamplista, tanto la que va a los comités como la que no. Los temas de este Congreso no surgen de las urgencias de la vida política ni responden a la necesidad de canalizar ese descontento y transformarlo en acción. Son problemáticas que fueron quedando postergadas en los últimos años años del FA.

La actualización ideológica quedó como asunto pendiente por una moción de Wladimir Turiansky a raíz de discrepancias conceptuales en el Congreso Hugo Cores. También Tabaré Vázquez propuso en varias ocasiones encarar el tema.

La reforma constitucional es una vieja aspiración del FA que nunca había sido priorizada ni implementada. Aunque la convicción reformista es amplia en el FA, era difícil pensar una iniciativa tan compleja con las dificultades de movilización política actuales y sin una estrategia global clara.

La reciente elección interna no omitió, aunque tampoco resolvió por sí sola, la crisis política que vive el FA, pero sí mostró que más de 90.000 frenteamplistas estuvieron dispuestos a decidir sobre la dirección de esta fuerza política. El Congreso Rodney Arismendi fue otra señal clara en ese sentido. Es un casco militante, sí, pero no menor ni sustituible, en un proceso que amplíe la convocatoria, los instrumentos y los contenidos movilizando a muchos miles de frenteamplistas.

En mi opinión, la definición de la estrategia para la etapa y el Plan de Acción eran (y son) las urgencias más apremiantes para el FA. No se retoma la iniciativa política sin acciones de masas, sin debates, sin pensamiento crítico, sin movilización en torno a una plataforma de problemas sentidos por la población. No basta con defender al gobierno. No sirven el conformismo y la autoindulgencia. Se sale de la crisis con más política, incluyendo a la militancia y a la población como actores en la construcción de los cambios. La política no puede quedar acotada a la gestión del Estado y debe volver a los territorios, sumando con fuerzas sociales y culturales, dando peleas que no son fáciles, junto con la gente. Como fueron las campañas contra las privatizaciones o, más recientemente, la del No a la Baja.

El Congreso no preveía entrar en estos temas, hasta hace poco ni siquiera jerarquizados en los discursos o previsiones cercanas de la fuerza política. Sin embargo, el posicionamiento ideológico, los principios que dan razón de ser y guían a una fuerza política, no son un tema menor. Hemos ido demasiado hacia una desideologización de la política, hacia un pragmatismo que se queda en los límites de la gestión estatal y en los valores predominantes del statu quo. Como dijo Javier Miranda en su gran discurso de apertura, ese pragmatismo es sólo una ideología más. Homenajeando a Fidel, rescatando las ideas de Rodney Arismendi, Javier reivindicó la opinión crítica de los frenteamplistas hoy.

El documento “Principios y valores”, elaborado por una comisión durante dos largos años y aprobado por unanimidad en el Plenario Nacional, dejaba mucho que desear para una sensibilidad de izquierda. Esto era así tanto por lo que no decía como, en varios puntos, por lo que decía.

Pero las transformaciones discutidas y aprobadas en el Congreso elaboraron un documento sustantivamente diferente. Si antes era inimaginable que sirviera para convocar a la rebeldía, a la indignación ante la desigualdad y la injusticia, a la lucha para cambiar profundamente nuestras realidades, ahora esa posibilidad está abierta. Si la actitud más semejante al documento original era el conformismo con los grandes avances logrados en la última década, el texto aprobado levanta la mirada hacia la búsqueda de una sociedad sin explotados ni explotadores, sin patriarcado ni racismo, sin imperialismos y oligarquías.

No fue sólo la reafirmación retórica de definiciones fundacionales del FA, sino un rechazo muy actual a la violencia de género, a la discriminación por razones étnicas o de orientación sexual, a la fragmentación social por territorios, a la postergación de la niñez y la adolescencia. Sin el economicismo reduccionista de otros tiempos, incorporando con fuerza los temas de género, de raza, de orientación sexual, uniéndolos al rechazo profundo a la pobreza y la desigualdad y al cuidado del medioambiente. Con una fuerte apuesta a la democratización y a la participación social en los procesos de cambio. Los aportes de las mujeres frenteamplistas fueron muy aceptados en este Congreso y tiñeron muchos de los conceptos fundamentales aprobados.

La idea de la reforma constitucional dio grandes pasos. Salió de la consigna y entró en contenidos sustantivos vinculados a distintas áreas de la vida del país. Dos de los caminos reformistas quedaron planteados: la Iniciativa Popular, con las firmas de 10% de los ciudadanos, y la Convención Nacional Constituyente. La definición al respecto se realizará en abril, en el marco de una discusión (por fin) de la estrategia para la etapa. Desde ya se iniciarán conversaciones para conformar una Comisión Nacional pro Reforma Constitucional, ampliando la base social y política de estos procesos, escuchando y sumando con otros.

El último debate del Congreso contrapuso, por un lado, la posibilidad de continuar con los temas del documento “Principios y valores” que no se pudo tratar, por medio de una comisión que sometiera su informe a la decisión del Plenario Nacional; por otro, el pasaje a cuarto intermedio y que fuera el mismo Congreso Rodney Arismendi el que saldara las temáticas pendientes. Una amplísima mayoría de los comités de base convalidó esta última opción, rescatando para el Congreso esa potestad. En los hechos, la convocatoria a una nueva sesión del Congreso, que se llevará a cabo en marzo o abril de 2017, puede ser un buen inicio de un año clave para el FA. Las definiciones sobre rumbos políticos tendrán otra fuerza si pasan por una instancia masiva y movilizada como el Congreso, si concitan el entusiasmo de los jóvenes que concurrieron.

Como señala la “Declaración final”, hay que comprender la magnitud de la ofensiva de la derecha en el continente y ser muy autocríticos de los errores de las izquierdas. Golpes como el de los corruptos brasileños encabezados por Michel Temer y triunfos electorales claros como el del argentino Mauricio Macri, una remake del gerenciamiento tecnocrático neoliberal. Hoy el triunfo de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, su racismo, su xenofobia, su actitud hacia las mujeres, son una amenaza enormemente grave para derechos democráticos fundamentales.

En estos caminos escarpados, el Congreso Rodney Arismendi mostró que la vieja frase de Galileo Galilei sigue aplicándose para el caso del FA.