Qusiera decirte tanto relata, mediante distintos fragmentos, un período concreto en la vida de la militante política Susana Pacifici (1953-2014). El libro fue armado por Alfredo Alzugarat, viudo de Pacifici, quien después de la muerte de esta, en setiembre de 2014, emprendió la tarea como una forma del duelo y como testimonio de la vida de su compañera, a quien conoció el 19 de setiembre de 1973. Ambos fueron secuestrados por el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas en diciembre de 1974 y contrajeron matrimonio en el 5° de Artillería el 9 de mayo de 1975. Cuatro años después, ella fue puesta en libertad, pero Alzugarat permaneció en la cárcel hasta la amnistía del 10 de marzo de 1985.

En marzo de 1980, Pacifici se exilió en Río de Janeiro y solicitó protección ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Al año siguiente se instaló en Malmö, Suecia, donde vivió hasta 1985. En Europa, militó intensamente para dar a conocer a la comunidad internacional la situación de quienes permanecían en las cárceles de la dictadura de Uruguay. Fue presidenta de la sección en el exterior del Comité de Familiares de Presos Políticos Uruguayos, que inició su actividad aquí hacia 1969 y fue ilegalizado por la dictadura en 1972.

La primera parte del libro, titulada “Una historia sin final”, es un relato de Pacifici publicado en 2001 en el libro Memoria para armar I, el primero de tres volúmenes de uno de los proyectos más removedores en torno a la construcción de la memoria de las mujeres en dictadura. Aquella obra no buscaba una épica militante o una historia oficial, sino dar testimonio de una pluralidad de memorias personales que pudieran integrarse a la memoria colectiva. El texto se concentra en el pasaje de Pacifici por la cárcel, y en particular en un accidente que le dejó marcado el cuerpo para toda la vida.

En la segunda parte, que es la más extensa, y bajo el título “Una historia con final feliz”, Alzugarat reúne las cartas de Pacifici dirigidas a él, a sus padres y a sus suegros, en el período que va de 1975 a 1985. Las cartas están agrupadas según las distintas etapas que ella vivió en aquellos años: primero, las que fueron escritas cuando estuvo detenida en el 5° de Artillería, en la Brigada 1ª de Infantería y en la cárcel de Punta de Rieles; luego, las posteriores a su liberación, redactadas en Montevideo antes del exilio, en Río de Janeiro, en Växlo (Suecia) y Malmö, en Génova y en Helsinki. En ellas puede apreciarse también el proceso (¿la novela de formación?) que comienza con la presa política de 21 años que le escribe a su enamorado, preso también, y lleva hasta la mujer de 31 años que militó en el exilio y regresa a Uruguay a reencontrarse con su esposo ya liberado.

El narrador

La tarea de Alzugarat no se limitó a reunir los textos, sino que además fue la de un editor-narrador, que seleccionó fragmentos de otros relatos, como los de Mirta Martínez, Irma Leites y Cecilia Gianlupi, que compartieron la cárcel con Pacifici. Incluyó un poema suyo, fechado en el Penal de Libertad en junio de 1980, y un texto en prosa poética al final del libro. El conocimiento de Alzugarat acerca de la literatura realizada en Uruguay por presos políticos y su investigación Trincheras de papel. Dictadura y literatura carcelaria en Uruguay (2007), disponible en el sitio de internet de la editorial Trilce, no solamente están atados a esta historia personal que ahora pone en la esfera pública con más detalle, sino que seguramente fueron de gran ayuda para definir su lugar en este libro.

De hecho, Alzugarat introduce, entre otros textos, un relato suyo, compuesto con la ayuda de distintos testimonios sobre el exilio de Pacifici. En él imagina los pasos de su esposa al frente de la muestra (y subasta itinerante) de arte Per la libertá, una exhibición colectiva en la que colaboraron artistas europeos, como el catalán Antoni Tàpies y el italiano Bruno Munari; uruguayos en el exilio, como el pintor, escenógrafo y actor Federico Ferrando, fallecido el año pasado en Suecia; y otros latinoamericanos, como el cubano Wilfredo Lam y el brasileño Gontrán Guanaes Netto. Esa muestra recorrió ciudades de Europa de abril de 1983 a mayo de 1984, y Pacifici fue su principal portavoz, al hacer conocer la situación de los presos políticos en Uruguay.

El relato de Alzugarat es también un interesante ejemplo que podría aportar al estudio del fenómeno de la izquierda uruguaya en el exilio. La experiencia particular de Pacifici en el escenario europeo y a partir de Per la libertá es otro ejemplo de cómo los militantes en el exilio recurrieron a la “retórica humanitaria casi desprovista de llamados al cambio social radical”, que apuntaba a “proteger la integridad física de sus compañeros”, como explica Vania Markarian en su libro Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984, publicado en español en 2006. En ese sentido, su trabajo de reconstrucción es también un interesante documento para futuras investigaciones.

Elogio de la militante

Hace algunas semanas, el antropólogo argentino Alejandro Grimson publicó en el portal La Tecl@ Eñe un texto breve, titulado “Elogio de la militancia”, en el que afirma, acerca de quienes militan: “Son los que tienen vidas y desventuras personales, problemas familiares y laborales, como todo el resto de los humanos. Pero que nunca, ni siquiera cuando se frustran, ni siquiera cuando no le encuentran la vuelta, ni siquiera cuando desean mandar todo al demonio, ni siquiera cuando sienten que sus dirigentes no están a la altura, nunca consiguen dejar de pensar en el futuro colectivo”. Fue escrito a partir del repudio a palabras del ministro de Hacienda y Finanzas Públicas de Mauricio Macri, Alfonso Prat-Gay, en un mensaje oficial de enero de este año: “No vamos a dejar la grasa militante, vamos a contratar gente idónea y eliminar ñoquis”.

Me quedo pensando en ese rechazo al militante, la equivalencia de hoy con el “ñoqui”, y leo una carta de Pacifici del 1° de marzo de 1985 dirigida a sus suegros: “Es cierto que hay mucha gente mala, y otra equivocada, pero lo importante es que cada uno de nosotros ha vivido más para los compañeros que para sí mismo y eso es un orgullo [...]. Yo me siento muy contenta y conforme con mi trabajo y él solo me ha dado satisfacciones en el sentido de poder pelear con uñas y dientes, no la libertad de mi marido, sino de la de todos”.

Los textos del esposo, el epílogo de las hijas, la posdata del compañero (Carlos Liscano, que la describe como “imprescindible”) recuperan a la militante, pero no desde una retórica con héroes y traidores, sino desde su vida privada y sus cartas, o tratando de reconstruir su trayecto en el exilio. Quisiera decirte tanto es un tributo de amor, una forma del duelo personal, y también (debería ser) un aprendizaje político para todos nosotros.

Qusiera decirte tanto

Cartas y otros textos de amor, cárcel y exilio, 1974-1985, de Susana Pacifici, con edición de Alfredo Alzugarat. Rebeca Linke editoras, 2015. 222 páginas.