Una reciente definición política cambió la valoración del 1-1 registrado ayer entre Rampla Juniors y los bohemios en el estadio Olímpico. Hasta hace unos días, Wanderers tenía asegurado un lugar en la Copa Sudamericana y era el único equipo que podía pelearle la corona local a Nacional. Hasta que la Confederación Sudamericana de Fútbol anunció que Uruguay ganó un cuarto cupo para la Libertadores que empezará en enero y esa plaza pasó a ser disputada por los bohemios y Danubio: el mejor ubicado jugaría el principal torneo continental y el otro iría a la Sudamericana. Seguía viva la posibilidad de ser campeón de entrecasa, aunque para alimentar tal sueño Wanderers debía ganar y Nacional tenía que perder. No pasó ninguna de las dos cosas. Pero en el Prado casi no duele, porque gracias a su empate con Rampla el equipo de Gastón Machado superó por saldo de goles a Danubio, obtuvo el vicecampeoanto y entró a la Libertadores.

Una ilusión óptica pareció quitársela en los descuentos, cuando ya era un hecho la consagración de Nacional y no quedaba claro si Wanderers jugaba para buscar la victoria a riesgo de regalarse o para cerrar el empate y sellar la Libertadores. El lateral picapiedra Camilo Cándido desbordó y su mezcla de tiro con buscapié por centímetros no fue interceptada por Kevin Gissi. El balón cruzó en diagonal y Wanderers zafó. Fue de lo más destacado del segundo tiempo, y lo dice casi todo. Eterno de tan chato, el complemento fue un cúmulo de pelotazos y forcejeos en medio de la tierra levantada por el paso errático de los jugadores y el fuerte viento hijo de la bahía. El piso jugó. En el estadio Olímpico predomina un césped amarillento y asoma algún bache marrón. Wanderers, amigazo de la pelota y el toque, pecó de ingenuo por aferrarse a la prolijidad. Así llegó el rarísimo gol de Rampla, que pasó a ganar cuando sólo iban seis minutos porque Gissi olfateó un error garrafal en la puerta del área rival y se hizo de una pelota que trasladó hasta eludir al arquero y rematar fuerte. Tanto el suizoargentino como el petiso y habilidoso Mateo Bustos se divirtieron a espaldas de los volantes bohemios. Por poco no llegó el 2-0 a los 26 minutos, cuando Bustos se perdió un gol increíble. Ante tanta dificultad, se volvió de oro el cabezazo de Ignacio González que empató el partido en los descuentos previos al entretiempo. Wanderers no tenía una oportunidad clara desde un tempranero remate de Sergio Blanco. Su momento deportivo tiene raíces profundas. Sin la billetera de los 80 y peleando desde una desventaja otrora inexistente ante pares como Defensor Sporting o Danubio, Wanderers vuelve a ocupar aquel lugar y se acostumbra a definir torneos locales y a jugar copas. Es coherente para elegir técnicos que respetan una forma de jugar que es política institucional, y cosecha juveniles de altísimo valor técnico.

Más que el de un equipo, su vicecampeonato es el vicecampeonato de una idea.