Tras la victoria inaugural ante Villa Teresa, parecía lógico mantener cierta prudencia. Nacional había debutado contra el colista, que recién anteayer rompió una racha de 13 fechas sin ganar. Faltaban exámenes más exigentes para mejores diagnósticos. El copero River Plate de Juan Ramón Carrasco parecía dar esa talla, pese a ausencias como la de Michael Santos. Pero casi nada cambió: como inspirado en el retorno al Campus de Maldonado y en la coincidencia cromática de la casaca rival, Nacional reiteró el molde de la primera fecha y se impuso 3-0.

Nicolás López pasó a ser el goleador del Clausura tras el final de los partidos sabatinos. Comprometido con el colectivo, el Diente descongela su reconocida capacidad definidora y encabeza un ataque que por ahora disimula la partida de Iván Alonso y nos empuja a conclusiones viejas: Gustavo Munúa quiere un equipo con variantes y mucho gol. El sábado lo consiguió. Por momentos, y pese al cero en el arco propio, también repitió vulnerabilidades defensivas. Nada de lo que no hayamos hablado hace seis meses.

River padeció de un modo extremo y demasiado tempranero. A los 10 minutos, López ya había hecho dos goles. El primero fue un remate de distancia. El segundo llegó tras un penal mal pitado: Lucas Ruiz fauleó fuera del área a Jorge Fucile, pero el asistente Gabriel Popovits señaló que lo hizo adentro. No faltaba mucho para que los darseneros ofrecieran su mejor pasaje, pero esa lucidez contrastó con la ingenuidad y la desconexión que los llevó a perder demasiadas pelotas entre malas salidas de zagueros y flojas actuaciones de volantes. Los primeros no podían con la intensidad y la presión de los delanteros López, Leandro Barcia y Kevin Ramírez; los segundos jugaban poco porque el balón casi no les llegaba y tampoco obstruían el armado de Ignacio González. Cristian Kily González le prendió una velita a la ilusión darsenera multiplicándose hasta jugar por sus tres erráticos compañeros defensores. En el medio, Bruno Montelongo creció y subió para que Jonathan Ramírez se transformara en una pieza peligrosa por el flanco del lateral tricolor debutante Mathías Olivera. Pero apareció Esteban Conde, que le sacó flor de cabezazo a Alexander Rosso. Fue la definición más pretenciosa de los de Carrasco, que empezarían a perder efervescencia ante el crecimiento del pibe Olivera y de Mauricio Victorino, quienes acompañaron a los más sólidos Diego Polenta y Fucile.

De a poco, la pelota volvió al área de River y Nacional desplegó combinaciones peligrosísimas en los últimos metros: un par de veces, el Diente dejó pasar la pelota entre sus piernas en jugadas propicias para definir. Como si quisiera ganarse el corazón de Carrasco, pese a estar en tiendas opuestas. Munúa usó un banco rico cancha arriba: Sebastián Fernández es un suplente de lujo. También entraron Alejandro Barbaro y Cristian Tabó.

Pese al último tanto de López, hubo varias y muy buenas atajadas de Gastón Olveira, porque River se quedó con diez jugadores y regaló espacios tras la expulsión de Pablo González. Igualmente fue interesante en filas darseneras el ingreso del delantero Sebastián Ribas: sí, aunque usted no lo crea, el hijo de Julio juega en el equipo de JR. A veces, los extremos se juntan. Eso que hace Nacional con tanto gol a favor y sin goles en contra, pero que aún debe tomarse con pinzas. Tras el antecedente del bajón de un Apertura que se le escapó sobre el final, conviene decir que mostrar los dientes es distinto que morder.