Cierta parte de la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM) se ha expresado en contra de los materiales elaborados por el Programa de Lectura y Escritura en Español (ProLEE) que el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) piensa distribuir(1) en las escuelas de todo el país en 2016,(2) con el objetivo de mejorar, según se dice, la situación del aprendizaje de la lengua, particularmente, de la lectura y la escritura. La principal crítica sostenida viene por el lado de que se siguen proponiendo cosas que han sido plenamente superadas, cosas viejas, digamos, cuya ineficacia en el plano del aprendizaje de la lengua ha sido probada. Se añade, además, que no se generó ningún tipo de debate con quienes están dentro del aula, los maestros.

Ahora bien: hay que señalar que parte de los materiales objetados ha tenido, de parte de los maestros en ejercicio, el aval de lo que proponen, aunque el número de maestros consultados no sea estadísticamente adecuado ni pertinente, y que no todo lo viejo es descartable, sobre todo si se piensa, por ejemplo, en la experiencia de alfabetización inicial que viene desarrollando un grupo de maestros, agrupados en torno de la FUM, llamado “Un colectivo en movimiento”, al que, en cierta medida, se le ha dado la espalda, a pesar de algunas publicaciones de lo hecho por este colectivo en la revista Quehacer Educativo, la revista de la FUM. Como siempre, las cosas suelen ser un poco más intrincadas.

¿Por qué, a pesar de la sensatez de las críticas señaladas por cierta parte de la FUM, podemos decir que se pasa por alto el problema central respecto de los materiales en cuestión? Si bien urge la necesidad de una discusión amplia sobre el estado de la enseñanza uruguaya en general y de la lengua en particular, no es menos cierto que los materiales de ProLEE gozan de cierta legitimidad dada por el colectivo de maestros que, a diario, enfrenta la tarea de enseñar a leer y escribir en las aulas. Una legitimación que, vale decir, se ha ido construyendo con los años, lenta pero sostenidamente, y que ha terminado por situar a ProLEE como una voz de referencia respecto de lo que, por otra parte, ha sido su cometido original: producir materiales para enseñar a leer y escribir.

No obstante, esta legitimación no significa que las cosas hechas estén del todo bien y que la crítica manifestada por la FUM no tenga lugar. Considero, pues, que tal legitimación debe leerse como un síntoma de lo que está ocurriendo en materia de enseñanza de la lengua, vale decir, como parte de una realidad muy problemática en la que hace mucho tiempo no se da pie con bola y que, según mi entender, difícilmente cambie sin una profunda reflexión teórica sobre esa realidad y una autocrítica del propio sistema que, formando mal a los futuros maestros, luego es omiso en una formación en servicio de calidad que pudiera paliar en algo las insuficiencias, sobre todo teóricas, de la etapa formativa. Añadámosle a esto la existencia de diferentes programas que trabajan con los maestros en servicio en la línea de la “formación permanente”, programas que están parados en perspectivas teóricas, si cabe decir esta palabra, distintas y, en ocasiones, hasta contradictorias entre sí. Este problema, por el momento, no ha sido señalado públicamente y menos abordado, y no resulta menor puesto que allí “se cocinan” las líneas por las que los maestros deben conducir su tarea de enseñanza de la lectura y la escritura. No hay aquí un problema de acefalia, sino de multicefalia, por lo demás bastante mal resuelto.

Asimismo, se pretende que estos materiales sirvan de apoyo a los maestros -quienes deberán usarlos, porque han costado dinero, se dice, aunque el modo de uso pueda diferir de un docente a otro, de acuerdo a lo declarado por la directora general del CEIP, Irupé Buzzetti- en el sentido de trabajar según lo estipula el documento que especifica los conocimientos mínimos que deben tener los alumnos al finalizar tercer y sexto años escolares. He aquí, nuevamente, cómo se pasa por alto un problema crucial, relativo no tanto a los materiales en cuestión sino al documento bajo cuyo designio deben ser utilizados. Este documento, llamado “Documento base de análisis curricular” (véase http://www.ceip.edu.uy/documentos/normativa/programaescolar/DocumentoFinalAnalisisCurricularagosto2015.pdf), es un texto políticamente irresponsable, así como teóricamente inconsistente. Poco se ha dicho al respecto en la arena pública, más allá de las críticas que despertó en ocasión de su lanzamiento en junio de 2015 (véase “La muerte del orden letrado”, en _Prohibido Pensar, N° 1, Año 2, Montevideo: HUM, 2015, pp. 105-113), y poco se habla de él hoy día, dejando de lado el ámbito de la propia FUM y de las Asambleas Técnico Docentes.

El problema es mayor, pues no se reduce al nivel de inicial y primaria, sino que alcanza a secundaria y, por otras vías, a la universidad. Es decir: las políticas relativas a la enseñanza de la lengua han conectado el trabajo que hace la escuela con el que hace el liceo. Lo que en principio puede leerse en términos positivos como una coordinación de subsistemas luego debe entenderse como un problema de mayores dimensiones, puesto que la tijera que corta la política de enseñanza de la lengua en el CEIP es la misma que aparece más tarde en secundaria. Sin que esto sea una crítica ad hominem, hay que hacer referencia a un material de reciente elaboración por ProLEE, destinado a secundaria, con el nombre de “Iniciación a la vida en educación media” (2015), cuyo subtítulo exhibe la vacuidad que sostiene el “producto” elaborado: “Insumos para la implementación del espacio de fortalecimiento de la lengua escrita”. Cuando se lee este material, se advierte de inmediato que, para los propósitos declarados por los sustantivos, en particular para los terminados en -ción y en -miento, muchas de las actividades que se plantean poco tienen que ver con la lengua escrita en su potencia alfabetizadora. No importa la extensión del material -90 páginas, menos o más-, sino el contenido de los ejercicios, vinculados a lo lúdico (hagamos que nuestros alumnos se diviertan para que no deserten del sistema con las aburridas clases de los profesores).

Sin entrar en mayores detalles (que cada lector se forme su juicio examinando este material, disponible en http://bibliotecadigital.ceibal.edu.uy/recurso/2111/; véase en particular el librillo destinado a los docentes), el problema de la enseñanza de la lengua es bastante más amplio que lo que sucede en la escuela, aunque, claro está, en la escuela está la base de todo lo demás.

Los cuestionamientos al material didáctico que el CEIP piensa poner en circulación están bien fundados, a lo que debemos sumarle el lugar en el que este material sitúa al maestro como un “profesional de la educación”. Si las políticas y la planificación lingüísticas van por el lado de los paliativos, de la producción de materiales para aplicar en las aulas con el objetivo de resolver actividades concretas (ya que no problemas), pero olvidamos la discusión teórica que nos permite levantar la cabeza por encima de los problemas cotidianos y, al mismo tiempo, olvidamos en el camino la autocrítica en beneficio del trabajo, digamos, a demanda, haciendo silencio sobre problemas mayores que conspiran contra los propios materiales que -por muy bienintencionados que sean- no permiten ver el problema de fondo que los ha hecho emerger como necesarios y que les obstaculiza el paso, no se podrá salir del pantano en el que nos encontramos. La Universidad, entonces, deberá intensificar sus esfuerzos en los cursos de alfabetización universitaria, oximorónico nombre para atajar una realidad dramática consistente en que los alumnos que llegan a esta institución (y, desde luego, mucho antes de llegar) no han aprendido a leer y escribir como es esperable. Cursos breves, de baja carga horaria y de un nivel elemental (por ejemplo, que tratan el reconocimiento y el uso adecuado de párrafos, el empleo de signos de puntuación, el manejo del léxico adecuado) constituyen la tónica que hoy día la Universidad está adoptando para los estudiantes “en riesgo”(3) cuyas competencias comunicativas no están a la altura de los estudios terciarios de esta naturaleza.

Pero es evidente que esta situación no se genera espontáneamente cuando los alumnos liceales deciden cursar estudios universitarios, sino que es algo que se viene arrastrando, endémicamente, desde mucho tiempo atrás, lo que pone sobre la mesa el problema acerca de cómo esos alumnos han llegado a finalizar el bachillerato, cómo han sorteado satisfactoriamente (¿exitosamente?) los obstáculos que significan las distintas asignaturas, los diversos y cada vez más complejos niveles de abstracción, los discursos progresivamente más sofisticados, etcétera, etcétera.

El problema es, sin duda, mucho más amplio que lo que suele verse cuando todo queda circunscrito a inicial y primaria y a algunos materiales específicos que buscan paliar algo de la situación en que nos encontramos. Las críticas a los materiales que dieron lugar a este texto son, en general, atinadas, y deben afinarse, pero debemos levantar la mirada para observar el problema en conjunto con el fin de apreciar y entender su gravedad.

Notas:

  1. Véanse http://www.elobservadormas.com.uy/noticia/2016/02/06/41/primaria-presenta-nuevos-libros-y-hay-maestros-que-ya-se-oponen_863562/ y http://www.subrayado.com.uy/Site/noticia/52901/las-clases-no-empezaron-y-ya-hay-polemica-por-el-material-didactico. Véase también el pequeño “debate” abierto al final en “Comentarios” en la página de Subrayado.

  2. Este problema no es de ahora, pero se ha visto intensificado en los últimos tiempos, en especial, a partir de la elaboración de cierto tipo de materiales que machacan sobre una forma de trabajar la lengua con la que muchos discrepan, entre los que me cuento.

  3. “Descubiertos” por la evaluación obligatoria implementada por la Universidad de la República al comienzo del año para aquellos que ingresan a la institución: “Evaluación obligatoria de niveles de lectura y escritura académica”. Véase http://www.bienestar.edu.uy/content/udelar-instrumentara-cursos-de-apoyo-estudiantes-con-dificultades-de-lectura-y-comprension. Y atiéndase también la involuntaria ironía, supongamos, de encontrar este problema en la página de Bienestar Universitario.