“El partido que no estaba a la izquierda del capitalismo”, tituló Gabriel Delacoste (ladiaria.com.uy/el-partido) sus reflexiones sobre el debate sostenido por Fernando Isabella y Rodrigo Alonso sobre las vías y estrategias de crecimiento, en columnas publicadas en la diaria y Brecha.

Cualquiera que conozca la evolución y tendencia firme de la desigualdad en el mundo (ver el último informe de la ONG Oxfam, cuyo último dato muestra que 62 personas acumulan la misma riqueza que la mitad de la población mundial, es decir, 3.500 millones de personas) y las contraste con la desigualdad en Uruguay desde 2005, donde la evolución ha sido en sentido diametralmente opuesto a la tendencia general, reduciéndose significativamente, comprende que Uruguay empieza a recorrer el largo y costoso camino en sentido contrario a las tendencias fundamentales del capitalismo.

Ese camino tiene nombre: Frente Amplio (FA) en el gobierno y reformas estructurales de fondo en curso. No se lea un ánimo propietarista; por el contrario, es la promoción del desenvolvimiento general de la sociedad, en el marco de un programa y acción de gobierno, lo que permitió este recorrido, con todas las dificultades y oposiciones previsibles y de las otras, que comienza a romper la inercia decadente del país desde los años 60 del siglo pasado. Si nos guiamos por lo que cuenta, la realidad es que el partido al que refiere Gabriel está claramente a la izquierda del capitalismo.

Luego el artículo de referencia, antes de entrar a discutir el tema del crecimiento, hace una caracterización de dos visiones, una supuestamente moderada y otra radical, donde una, además, sería victimaria de la otra. Las visiones no son víctimas ni victimarias, por más que se intente victimizarlas; es la apropiación de éstas por parte de los colectivos la que las hace plausibles de ser comprendidas y apoyadas o no.

Llega entonces Gabriel al “relativo éxito electoral de las izquierdas 'renovadas' y permeadas por el liberalismo”. No aclara cuál es el relativo éxito; si es que aún, por ejemplo, en Uruguay no se eliminó la pobreza del 10% o que no se ha podido realizar la urgente transformación de la educación, por poner sólo dos de tantos ejemplos, o si lo que pretende es desmerecer el esfuerzo que costó llegar al gobierno y el éxito político y cultural que suponen los logros y transformaciones alcanzados y en curso. Menos aun aclara cuál es la influencia liberal que permea esas izquierdas de relativo éxito electoral. Tampoco es original: hay dirigentes del PIT-CNT y del FA que han hablado ya en horas tempranas, desde 2005 hasta la fecha, de la influencia liberal y neoliberal en el FA, incluso llegando a postular la necesidad de modificar la composición del gobierno ya desde 2006. Ni en el infinito se tocan las reformas estructurales en curso que vienen impulsando los sucesivos gobiernos del FA con el liberalismo y el neoliberalismo.

Continúa afirmando que “la socialdemocracia europea, [es] modelo para los 'renovadores' de todo el mundo”. Se insiste injustamente en esto, cuando todos hemos podido escuchar hasta el cansancio que los programas de gobierno del FA no tienen modelo. La socialdemocracia europea se ha volcado en las últimas décadas a adoptar las políticas de austeridad y sumarse a la corrupción en gobiernos de coalición o alternando con la derecha.

Otra cosa bien distinta -cualquiera lo sabe- es el “Estado de bienestar” que se construyó en Europa a partir de los años 60, con participación de los partidos socialdemócratas. Los mismos partidos que en varios países han contribuido a destruir en buena medida esas políticas en las últimas décadas. Ya quisieran hoy los europeos del sur recuperar los niveles de vida, de empleo y salariales, de protección social, de educación y de salud que tenían hasta no hace muchos años. Incluso los programas que impulsan los partidos de cambio para salir de la austeridad y la corrupción parten de una base mucho menos ambiciosa, si se los compara con los programas que impulsó la socialdemocracia para llevar adelante el Estado de bienestar pocas décadas atrás.

Una tercera afirmación del artículo sostiene: “Diez años de gobierno de izquierda con las tasas de crecimiento más espectaculares del último medio siglo no alcanzan” (como solución a los problemas políticos y económicos de Uruguay). En primer lugar, ya vimos que el país en estos diez años revirtió la tendencia del capitalismo a la desigualdad; hoy nuestro país es mucho menos desigual, aun partiendo de la base de ser el menos desigual de América Latina. Uruguay empieza a sentar las bases de un camino propio, sin modelos, contrario y a la izquierda del capitalismo. Y salvo que se pretenda llegar al socialismo a golpe de mayorías parlamentarias o, peor aun, de rebencazos administrativos y políticos, es el desarrollo de las riquezas materiales y espirituales de la sociedad en democracia profunda el único capaz de producir el milagro de construir y acercarse todos los días a la nueva sociedad.

Por fin, agrega Gabriel: “El lenguaje florido y la mística no son monopolio de los radicales: si así fuera, los 'realistas' no hablarían en nombre del bienestar de las mayorías ni de la revolución”. Esto no es lenguaje florido, son hechos: en el país hay una revolución en curso y el paulatino mayor bienestar de la mayoría es un hecho. Esto no implica ni adormecerse ni pensar que esto apenas empieza y que hay muchas cosas mal hechas y otras sin empezar.

Los que se desalientan con trancazos, derrotas y problemas, agárrense de las manos: Uruguay no se detiene. Hay izquierda y cambio para rato, con errores, horrores, retrocesos, vueltas de camino; pero la izquierda en el gobierno está cambiando al país. A veces, parece que como los recorridos no son los que uno quisiera, se empieza a profetizar sobre derrotas como forma de reforzar las argumentaciones. Hasta ahora la evidencia es en contrario: el trayecto viene siendo de avances sólidos.