“Hemos visto una novedad en términos históricos. Rusia ha tomado la delantera en Oriente Próximo, y además lo ha hecho por la fuerza”, dijo ayer Norbert Röttgen, presidente de la Comisión de Exteriores del Parlamento alemán, resumiendo los eventos que se han sucedido desde el jueves.

En distintas instancias Rusia logró imponer su punto de vista, el mismo que sostiene desde hace meses y ante el cual ha recibido múltiples negativas. Estados Unidos tuvo que reunirse con Rusia para alcanzar uno de los objetivos que compartían, el de un cese del fuego, pero se hizo bajo las condiciones de los rusos: con efecto diferido, supuestamente a partir de este jueves. Además, Rusia logró que Estados Unidos se comprometiera a coordinar juntos las acciones armadas que se lleven a cabo sobre Siria.

Sangría constante

El Centro Sirio para la Investigación Política publicó un informe en el diario británico The Guardian en el que concluye que 11,5% de la población siria murió o fue herida en el marco del conflicto armado, que comenzó en 2011. Otra de las conclusiones del estudio es que la esperanza de vida de Siria disminuyó de los 70 años en 2010, cuando comenzó el conflicto, a los 55 y medio en 2015.

Según el informe, desde el inicio del conflicto murieron 470.000 personas, 70.000 de ellas por la falta de servicios básicos, como atención médica, alimentos y agua potable.

Los encuentros que comenzaron el jueves lo hicieron bajo una fuerte presión por los avances del gobierno sirio, con la colaboración de Rusia, sobre territorio rebelde, especialmente en Alepo, donde se están produciendo duros enfrentamientos.

Con estos avances de fondo, el jueves hubo una reunión entre el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, y el enviado de las Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistura. A la salida del encuentro, se anunció que se alcanzaría un cese del fuego en una semana, se intensificaría el envío de ayuda humanitaria y se coordinarían los bombardeos en Siria que realizan Rusia y la coalición liderada por Estados Unidos.

El acuerdo fue alcanzado por Estados Unidos y Rusia, pero también por Turquía, Irán, Arabia Saudita y otros países involucrados en el país gobernado por Bashar al Assad. El comunicado informó que a lo largo de esta semana se elaborarán “las modalidades para un cese de las hostilidades en todo el país”, excluyendo a los dirigidos al grupo jihadista Estado Islámico (EI), al Frente al Nusra y “otros grupos considerados terroristas por el Consejo General de las Naciones Unidas”. El hecho de que se implemente en una semana es positivo para el gobierno sirio, ya que le deja un margen para terminar de alcanzar algunos objetivos militares en estos días.

Sin embargo, en las conversaciones no estuvo presente ninguno de los bandos sirios en conflicto, que están en distintas condiciones en este tipo de encuentros. Mientras Rusia hace las veces de representante de Al Assad -el presidente no suele salir a criticar las propuestas de Rusia, al menos públicamente-, los rebeldes no tienen quién los represente y ya perdieron la confianza en los países occidentales. Quizá eso explica su reacción, que se produjo ni bien se anunció el acuerdo del jueves. “El alto el fuego debe estar vinculado al proceso de negociaciones y a una transición política, no puede venir antes”, dijo George Sabra, el vicepresidente de la Comisión Suprema para las Negociaciones -la principal alianza de la oposición siria-, a la agencia de noticias Efe. Otros representantes de la oposición se manifestaron en el mismo sentido en estos días.

Puertas afuera

La implementación del acuerdo también parece muy compleja para los involucrados fuera de Siria, ya que algunos de ellos tienen sus propios objetivos militares, aunque coinciden en sus ataques a EI. Así, Rusia bombardea a los rebeldes, que son respaldados por los países occidentales, porque respalda al gobierno de Al Assad y los considera terroristas, y Turquía ataca a los kurdos, que también son apoyados por los occidentales, por su propio conflicto interno con ellos.

En los últimos días hubo varios llamados para que cesen estos bombardeos. El ministerio de Asuntos Exteriores francés emitió un comunicado por medio del cual insta a Turquía a terminar con sus ataques a los kurdos. Por su parte, el presidente estadounidense, Barack Obama, se comunicó telefónicamente con varios de los implicados durante el fin de semana: a Rusia le pidió que deje de bombardear a los rebeldes y a Turquía que haga lo propio con los kurdos. Mientras tanto, todavía en Múnich, Kerry dijo que “la gran mayoría de los ataques de Rusia han sido contra grupos legítimos de la oposición” y que, “para cumplir con el acuerdo, los objetivos de Rusia deben cambiar”.

El presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich. Wolfgang Ischinger, dijo que el evento lo dejó con una sensación negativa. “Dije al principio de la conferencia que la situación era desoladora. Tres días de conversaciones no me han hecho cambiar de opinión”, lamentó, antes de mencionar que los países que intervienen en Siria tienen “narrativas diametralmente opuestas” y plantean “instrumentos internacionales inadecuados para resolver conflictos”.

El fantasma del 60

Con este telón de fondo, el primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, reaccionó ante las denuncias hechas por organizaciones sociales y países occidentales de que Rusia está bombardeando civiles en Siria y lamentó las dificultades que se presentan a la hora de dialogar por la falta de confianza de los países entre sí y con algunos organismos, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte. “A veces me pregunto si estamos en 2016 o en 1962. Hemos ido cuesta abajo hacia los tiempos de una nueva Guerra Fría”, dijo. “El terrorismo es un problema de la civilización. Es ellos o nosotros. No hay medias tintas. Hay que dejar de lado nuestras diferencias y mostrarnos unidos”, agregó. Además, advirtió que Siria “puede desintegrarse ante el avance jihadista” y convertir al conflicto en una “guerra permanente”, y pidió que se tenga en cuenta que el objetivo es eliminar a EI: “Tenemos un enemigo común y ésa debería ser nuestra asunción básica”.