Mirado desde lo macro, los goles del primer tiempo fueron las generosas emociones dentro de la discreción. Mirado desde lo micro, desafiando las leyes de los méritos y merecimientos, Peñarol se llevó un valioso triunfo parcial al descanso gracias a los goles de Forlán, aun siendo superado por el violeta. Porque una cosa fue clara: Defensor fue mejor en los primeros 45. Apretó bien desde la salida, no dejó jugar por los laterales gracias a la presión alta que ejercieron Felipe Rodríguez, Facundo Castro y Nicolás Olivera, lo que obligó a Peñarol a jugar frontal con pelotazos, y cuando tuvo la pelota la administró bien. Incluso con el cambio obligado tras la lesión de Matías Zunino, a quien sustituyó el paraguayo Ricardo Martínez, que obligó al conjunto de Eduardo Acevedo a reformular la zaga (Martínez entró de zaguero y Emilio Zeballos, improvisado central desde el arranque, pasó a su habitual lugar por la derecha), la viola controló el juego.

El golazo de Rodríguez abrió el marcador de forma impecable con un tiro libre pateado magistralmente: desde la derecha, unos metros atrás del área, el zurdazo con comba entró en el ángulo, ina- tajable para Gastón Guruceaga. Si bien siempre naufragó en tres cuartas canchas, la viola contó con buenas combinaciones que, de haberlas culminado mejor, podrían haberle dado la ventaja.

No aprovechó y apareció Forlán. Cuando nadie ponía claridad, el diez de Peñarol, a quien Irrazábal le había ganado en dos mano a mano, recibió de Maxi Rodríguez y no dudó. Tiro cruzado como los de toda su vida: abrió la pelota hacia la derecha, preparó y a cobrar. Cinco minutos después, al borde del final del primer tiempo, el Vasquito Matías Aguirregaray se escapó por la derecha, tiró al arco, Irrazábal sacó bien la pelota envenenada hacia la derecha, pero estaba Forlán, más rápido que todos, para mandarla a guardar en el rebote. Las de Forlán fueron las dos chances de Peñarol en el primer tiempo. ¡Qué te van a hablar de amor si lo que cuentan son los goles!

En la segunda parte, luego de un inicio timorato, Peñarol comenzó a adueñarse del partido. Y se lo adueñó por completo. Nahitan Nández, que ya jugaba un buen match, se hizo amor y señor de todas las pelotas en el mediocampo. Su socio, el argentino Tomás Costa, se dedicó a lanzar los puntos con pases largos, mientras que Luis Aguiar, siempre de regular para arriba, administró los tiempos.

Aguirregaray, de buen partido, se fue por la derecha y lo bajaron. Del tiro libre, Forlán, una vez más, sacó jugo: centro certero y el colombiano Murillo atropelló tocando la pelota al fondo de la red y puso el 3-1 a los 65 minutos.

A partido abierto, juego revuelto. Lo que quedaba de noche se iba a redimir a los pies de Forlán. El delantero retrocedió unos metros para tomar contacto rápidamente con la pelota y sacar rápidos contragolpes. En uno de ellos, con Nicolás Albarracín como socio, Forlán desbordó por la izquierda y asistió al colombiano para que pusiera el cuarto. Unos minutos más tarde, el propio Forlán cabeceó desde lejos y la bola llovida cayó por detrás de Irrazábal. Fue el quinto del carbonero, el tercero del diez, y la primera pelota en la cuna de su recién nacido hijo.